Tiempos de vulnerabilidad:
Desafíos en la clínica

INVITA: Equipo de Salud Mental Medifé

Nueva Fecha

Septiembre 2021

24

VIERNES

25

SÁBADO

HOTEL ALEJANDRO I
Balcarce 252 - SALTA

Coordinadores: Mariana Trocca - Juan Carlos Mosca.
Panel: Los niños de hoy: ¿qué nos dicen?


PENSANDO EN VOZ ALTA

El tiempo, los tiempos, son fenómenos raros, tanto en cómo se viven subjetivamente como en lo que domina lo que llamamos época.

El fantasma que recorre el mundo hoy tiene poco de aquel fantasma revolucionario, o lo tiene en otro de los sentidos del término revolución: lo que vuelve al mismo punto. O peor.

Hay un fantasma o fantasía o ilusión de que la ciencia nos dé respuestas que hasta ahora nos han sido esquivas. Básicamente en lo que atañe a nuestro campo de la salud mental podemos afirmar que la ciencia ha estado muy a la zaga de otros campos de la medicina. No me voy a extender aquí en lo que se hace hoy en estudios de diagnóstico, quirófanos o farmacología que era impensable no mucho tiempo atrás. En cambio en lo que aparece como avances en la salud mental pareciera que el avance atrasa.

Lo que irrumpe como nueva dominante que proviene del país dominante viene con un formato de prescripciones de prácticas. ¿Qué resulta de ello?

El tiempo es raro: cuando me encuentro con esa serie prescriptiva no puedo dejar de pensar en el laboratorio de Wilhem Wund en el siglo XIX (que a su vez hunde sus raíces en el asociacionismo y mecanicismo clásicos), la psicología experimental de Wundt, partía de las sensaciones -el elemento más simple- luego las percepciones, la atención, la memoria, hasta llegar a la conciencia. Hasta no hace mucho, no sé si hasta hoy en día, los manuales de psicología del colegio secundario seguían el modelo de Wundt. Hoy lo que se presenta como el avance más avanzado parece antiguo.

Porque resulta de ello que "el niño", objeto de sus prácticas pasa por una especie de desguace:
· 2 sesiones semanales de neuropsicopedagogía.
· 2 de neurolinguistica.
· 2 de psicología con orientación neurocognitiva.
· 2 de psicomotricidad.

Un poco más, un poco menos, agréguese T. O., control neurológico y neuropsiquiátrico, algunas horas de acompañamiento en la escuela. Hasta podrían incluirse terapias más "alternativas": equinoterapia, hidroterapia, etc. Resultante: hay niños atendidos por -mínimo- tres terapeutas.

El título de nuestras V Jornadas Nacionales de Salud Mental menciona los Tiempos de vulnerabilidad. Es el tiempo de un chico y otro, y otro más, y muchos, el que es vulnerado en estos dispositivos formateados como moldes que muchas veces terminan siendo iatrogénicos.

Porque un chico, ese que presenta algún problema que la criba estadística lo deja fuera de la media, pasa a convertirse en objeto de estudio pensado como una suma de funciones: conductual, lingüistica, cognitiva, etc. a las que corresponden una serie de disfunciones o trastornos. Todo esto en haras de una ciencia que parece desconocer sus principios básicos (y no puede ser objetivo de estas reflexiones en alta voz, pero sí merecería que se reflexione más puntualmente donde ubicamos el problema - ¿en el modelo de "niño" que toma la ciencia? ¿en su implementación? - e incluso hay que dimensionar los términos económicos que conllevan esa suma de prácticas, porque todo suma, aunque para el chico muchas veces resta).

Hay en biología un principio básico, es el "Principio de las propiedades emergentes de los sistemas vivos". Las propiedades emergentes son un tipo de propiedades resultantes de la interacción de los componentes del sistema y de las propiedades que caracterizan a estos componentes. Surgen del funcionamiento de un sistema y no se pueden identificar en las propiedades de los componentes que forman el mismo.

O sea: un tejido tiene propiedades que no se explican a partir de las células que lo componen.

O sea: eso que llamamos niño no se explica por la suma de lo sensorial, lo perceptivo, lo conductual, lo cognitivo, lo lingüístico, etc.

Reflexiones en torno de un bolero

Escucho un viejo bolero que comienza diciendo: ansiedad de tenerte en mis brazos... después de perderme durante un tiempo en ese torrente de recuerdos y reminiscencias, ese viaje en el tiempo al que suele llevarnos la música, me quedo pensando en la palabra ansiedad, en esa ansiedad de la que habla el bolero que no es la misma ansiedad de la que habla la psiquiatría como ansiedad a secas o como trastorno de ansiedad. En líneas generales ésta ansiedad coincide con lo que los psicoanalistas llamamos angustia, pero ni en la ansiedad de la psiquiatría ni en la angustia del psicoanálisis encuentro rastros de la ansiedad a la que hace referencia el bolero.

En realidad no parece demasiado importante que a ese afecto fundamental lo llamemos de una forma u otra; sí, que no se pierda esa significación de la palabra ansiedad, la del bolero, porque ella pone en juego otro gran tema como es el del tiempo ¡nada menos que el tiempo! ese sutil trasfondo de la clínica y de la vida que llamamos tiempo.

La ansiedad, esa del bolero, dice: quisiera que se anule el tiempo que separa mi deseo de su realización, en términos clínicos: la tensión entre el tiempo del inconsciente y el de la "realidad", el de la conciencia, el de los relojes, el tiempo kantiano. Tensión ésta, siempre presente en el síntoma. Esta ansiedad es la otra cara del deseo.

La relación de los sujetos con el tiempo parece uno de los puntos nodales de eso que llamamos subjetividad de la época, que no es exactamente lo mismo que el inconsciente. La llamada globalización es fundamentalmente un cambio en la relación de los sujetos con el tiempo, tecnología mediante.

La velocidad, la aceleración del tiempo es una de las características de nuestra época, pareciera que cuanto más se acortan los tiempos de espera: para llegar a destino, para acceder a algo, fundamentalmente para comunicarnos, paradójicamente, mayor es la ansiedad.

“¿Viste cuando tiras con fuerza una pelota de tenis contra el piso, que rebota contra todo y no para?, así es mi hijo”, dice una madre en la entrevista de orientación. Ella presenta una metáfora espacial para describir un estado de aceleración, pero la principal variable en la aceleración, es el tiempo. En algún lugar de su recorrido de consultas médicas, un diagnóstico de ADD espera a este niño que, por supuesto, tiene problemas con la atención. La falta de atención, la distracción; ¡cabeza de novia! -ese estar en otro lado-, siempre, es estar en otro tiempo; a veces ese otro tiempo es el tiempo congelado del goce.

Todos vivimos en un tiempo rasgado por el lenguaje, proyectando el pasado hacia el futuro, nuestro tiempo verbal más real es el futuro perfecto, en francés: futuro anterior; vivimos sometidos a la tensión entre este futuro anterior y el presente eterno del inconsciente. La ansiedad de la que habla el bolero y su reverso temporal: la melancolía, expresan nuestra relación con eso que llamamos tiempo. “El sueño va sobre el tiempo, flotando como un velero” escribe García Lorca después de leer a Freud.

Los seres hablantes hemos logrado alargar nuestras gozosas vidas y acortar nuestras esperas en este planeta que, algunos dicen, no va a sobrevivir a este siglo.

Sobre dejar hablar a los niños

Los analistas muy pocas veces nos atrevemos a gritar, en general nuestras palabras se van ahogando progresivamente en un discurso cuya monotonía y previsibilidad consolida una suerte de "sentido común psicoanalítico" al que Winnicott llamó - en la década del '50 - "lenguaje muerto". Lenguaje prostituido, atado a la exactitud de una jerga empobrecida, que ya no explora nuevos modos de nombrar lo inesperado sino ratificar, una y otra vez, lo firmemente establecido.

Sin embargo, de tanto en tanto, algunos analistas alzan inesperados y fabulosos gritos con los que incomodan cierta tendencia a tratar de confirmar -a cualquier costo y con delicada acrobacia verbal- lo que se considera como algo que ya está resuelto de manera definitiva por la teoría. Sin embargo, todavía podemos recordar uno de los gritos más furibundos y fecundos en la historia del pensamiento psicoanalítico, es el que profirió sin lugar a duda, y hace ya muchos años, M. Klein. Lo hizo en relación a darles la palabra a los niños para que pudieran expresar su verdad en sus propios términos…

La posibilidad de tratar psicoanalíticamente al sufrimiento de los niños constituyó un verdadero escándalo para el establishment analítico de los años 30', hubo en este sentido fortísimas resistencias, argumentaciones indignadas contra tal pretensión y reprobaciones que se prolongaron en apasionadas y violentas discusiones por varias décadas.

En general, los reparos esgrimidos por los grupos reaccionarios se basaban en arraigados prejuicios que tomaban evidencia incontrastable la absoluta "inmadurez" de los niños. Y como sucede muchas veces, estos prejuicios se trataban de disimular en el aparente respaldo que ellos encontraban en una lectura de teoría psicoanalítica que se presumía como la más estricta de todas.

Lo que M. Klein ponía en tela de juicio al intentar darle la palabra a los niños no era tanto el rigor epistemológico de la teoría psicoanalítica como el fundamento ideológico en que se apoyaban esos razonamientos, para decirlo de otro modo, la coherencia epistémica de la teoría psicoanalítica era acorde a determinados lineamientos ideológicos respecto de cómo pensar ciertas jerarquías de poder en el orden social, a partir de su matriz elemental, la estructura familiar.

El costo era evidentemente mantener callados a los niños. Hace unos veinte años Deleuze planteaba que: "Si los niños pudieran llegar a hacer oír sus protestas o incluso sus preguntas, en una guardería, eso bastaría para hace estallar todo el sistema de enseñanza (...) en verdad -reflexionaba- vivimos en un sistema que no puede soportar nada" (en fin, también se puede razonar que todo sistema, para su adecuado funcionamiento, determina quienes serán sus excluidos…).

En relación con las cuestiones de género, parece reflejarse en la actualidad algo de lo que estuvo en juego en aquellas discusiones operando como un rígido "obstáculo epistemológico", básicamente, la fuerza irresistible que ejercen los prejuicios cuando ciertas manifestaciones de la experiencia que confrontamos no pueden ser fácilmente recodificadas por el saber instituido.

“Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real.”
El Inmortal. Jorge Luis Borges


Poder formular algo novedoso sobre la obra narrativa y poética de Jorge Luis Borges, es una tarea muy compleja; ya que es un autor del que han escrito miles de libros, ensayos, interpretaciones y comentarios sobre sus relatos. Incluso el mismo Borges se ha dedicado a explicar y reformular mucho de sus textos. Siempre ha elogiado a los grandes autores (Dante, Melville y Joyce entre otros) que han intentado con mucha valentía escribir un libro total; sin percatarse que él ha logrado construir una narrativa y una poética eterna e ilimitada. Una obra que se reescribe cada día, con cada lector que la intenta abordar. Mi intención es poder transmitir mi experiencia como lector de su obra y que me ha enseñado sobre la condición humana.

Decir que la obra de Borges no pierde vigencia con la época, tal vez no es nada original. Lo mismo se podría decir de muchos autores de literatura como también de Freud y de Lacan. Sin embargo pienso que Borges ha anticipado varios avances tecnológicos del estilo de Internet, Google y Wikipedia. Tranquilamente se podría decir que la gran mayoría de los temas que aborda la serie de Netflix: Black Mirror; fueron tratados en los relatos, ensayos y poemas de Borges. En los capítulos de dicha serie se abordan temáticas como el acceso ilimitado a la memoria, la necesidad desmesurada que produce algún objeto, la posibilidad de evitar la muerte transfiriendo los recuerdos y personalidad, que la vida o la muerte sean parte de un juego preestablecido, la posibilidad de vivir en realidades virtuales y/o paralelas. Muy similares a la tramas de relatos como “Funes el memorioso”; “El Zahir”, “La memoria de Shakespeare”, “El inmortal”, “Tema del traidor y del héroe”, “El Hacedor”, “Las ruinas circulares”, “La biblioteca de Babel”, “El libro de Arena”, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”; “El Aleph”; entre otros.
Tanto Borges con sus relatos como los capítulos de Black Mirror tocan un tema base, que es la condición humana y su relación con la totalidad, el tiempo, la muerte y lo imposible; o en términos más psicoanalíticos la relación del sujeto con la castración y con lo Real.

Al releer estos textos me detengo en un detalle en común. La gran mayoría de los personajes borgeanos, son simples, desconocidos y de vidas ordinarias, en algún momento se topan de manera azarosa con algo del orden de lo imposible, con lo inasible de una totalidad o de un plan divino. Esto en un comienzo es vivido como un privilegio, como una capacidad especial que los vuelve únicos: memoria ilimitada, la mirada omnisciente de Dios, poseer un libro que son todos los libros; etc. Pero esto a su vez, con el paso del tiempo se comienza a volver inmanejable e insoportable. Al punto tal que, estos personajes por soportar esto imposible, terminan sufriendo, enloquecidos e implorando el olvido o la muerte. Incluso personajes como Homero, Dante y el mismísimo Shakespeare son reducidos a simples sujetos trágicos que padecen sus dones.

A mi entender lo que Borges trata de transmitirnos, con palabras y signos sutiles, es lo que define la condición del sujeto: la vulnerabilidad del sujeto frente al encuentro con lo imposible, frente a la idea de totalidad y complementariedad. El autor nos expresa que somos marcados y traumatizados por estos encuentros contingentes. Dichas marcas singulares nos permiten formar parte de un mundo de sujetos de la palabra. Marcas que nos permiten vivir, desear e inventar.

Para finalizar me tomo el atrevimiento de sospechar que el autor intercaló estos detalles en sus relatos para que una persona, en el porvenir, diera con la verdad. Comprendo que yo también formo parte de la trama de Borges. Al cabo de tenaces cavilaciones, resuelvo silenciar parte del descubrimiento. Me decido a publicar un texto dedicado a la gloriosa obra del autor, también eso, tal vez, estaba previsto por él.

"Tiempos de vulnerabilidad: desafíos en la clínica”

El cuadro “La extracción de la piedra de la locura” de El Bosco nos muestra en su pintura, una tradición popular de la edad media, la locura era posible de ser extirpada extrayendo del cerebro una piedra donde “ella”, la locura, estaría alojada. Los personajes del cuadro que asisten a esta práctica son el “loco” (un campesino) la ciencia y el clero.

No conozco personalmente a esa pintura, solo vi reproducciones que me impactaron. El Bosco pinta lo extraño, de manera onírica, satírica y a veces terrorífica. Recordé este cuadro y como cada vez que lo recuerdo, se me presenta el poema de A. Pizarnik que lleva el mismo título “Extracción de la piedra de la locura”.

Comparto uno de los versos escritos en prosa: “No obstante, lloras funestamente y evocas tu locura y hasta quisieras extraerla de ti como si fuese una piedra, a ella, tu solo privilegio”.

El pintor pinta, la poeta escribe. Eso se hace oír. Conjunción que me ayuda a pensar en voz alta.

Locura, término de larga data. Sabemos (a veces no parece que “eso” sabemos) que no es sin el discurso que comanda y opera que éste se despliega: el discurso médico, el jurídico, el religioso etc. (versiones del discurso del amo) ¿absorbidos?, en nuestra época por el falso discurso capitalista.

Los cuerpos hablantes que no coinciden con la norma que domina: son clasificados, excluidos, rechazados, eso no es nuevo, la novedad de la época que nos toca, a mi gusto, es el reciclado, el reintegro, sin pérdida.

Pienso en las diferentes presentaciones (las personas en general llegan con un nombre que las nombra desde el discurso de la medicina, diagnósticos que proliferan desde las perspectivas de las ciencias neuro y sus “terapias” de rehabilitación cognitivas conductuales con las que nos encontramos en nuestra práctica desde hace ya varios años, cada vez con más virulencia y frecuencia. Lo que aspira a ser extirpado, si no es con cirugía como en la edad media será modelado de cualquier manera y a cualquier precio.

Los nombres: AP, TAG, TOC, TEA, TGD, ADD, la lista es muy larga (ya que el DSM lo es, a saber: “todes transtornades”) sin embrago los más habituales (o los que están de moda) son los que escribí.

Presentaciones que muestran ciertos estados de “locura” o para decirlo de otro modo, personas desamarradas, sueltas y en estados de extrema angustia, estalladas, sin tiempo, espacio.

Entonces, qué de la práctica del psicoanálisis (en la institución) que aloje lo rechazado, excluido y no promueva el reciclaje o reintegro del producto como objeto del mercado.

¿Qué hacemos para no quedar entrampados, en la voracidad de la máquina reproductora de cuerpos mudos, por el llamado “bien” de las/os/niña/os, púberes, jóvenes, personas grandes?

Eso que habría que eliminar de cuajo, eso a silenciar, a normalizar. Eso, que no tendría sentido, que no se adapta, que no se lo – cura, es lo que nos da la pista.

Tengo una respuesta, que es la que me orienta: Una ética, una política del psicoanálisis: (cada uno), cada vez.

Quién esté exento que tire la primera piedra.

Año 1970, Suecia alcanzó una satisfacción plena de sus ciudadanos a nivel económico, de seguridad social y confianza en sus líderes. Es el momento de dar un paso más y obtener una nueva satisfacción: La autonomía y la independencia personal. Así comienza un documental que se puede ver en YouTube: La teoría sueca del amor (película dirigida por Erik Gandini).

El tema del filme es la ingeniería social del individualismo de estado y el estado de bienestar producto de ese individualismo.

En la primera escena una mujer corre, vive sola, es autónoma, no necesita de nadie, ni siquiera de un hombre para tener un hijo. Habla con los árboles, dice que muchos de sus amigos que salen a correr hablan con los árboles. No sabemos qué responden los árboles suecos, pero si qué les preguntan: cómo estás, cómo fue tu día, qué pensás hacer en las vacaciones.

Segunda escena, hombres en un banco de esperma efectuando la donación, mujeres eligiendo vía internet el semen que más les convenga y un sistema de inseminación sin necesidad de contacto personal que garantiza la continuidad y producción de suecos.

Tercera escena: Habla una mujer cuyo trabajo estatal es retirar los cuerpos muertos de los departamentos, a veces los cadáveres llevan semanas y hasta dos años sin que nadie perciba que quién murió falta, le falta, lo echan de menos o lo extrañan. Con enorme prolijidad los empleados ingresan al departamento, retiran el cuerpo, buscan si hay alguien a quién avisar de la muerte ocurrida. Luego por lo general las cosas de valor y el dinero de la cuenta bancaria o en billetes reingresa al estado y las pertenencias sin valor (es decir todo lo que alguien guardo, fue suyo) va al basurero.

Cuarta escena: Los inmigrantes que quieren entrar al paraíso sueco deben aprender lo necesario para vivir con los suecos. Una mujer siria dice: los suecos no son racistas, solo que no quieren a nadie alrededor, hay que aprender que les gustan las respuestas cortas, si y no, no les interesa hablar lo innecesario.

No cuento más así se entusiasman y miran el video. Agradezco a Natalia Toledo, colega del equipo quién me comentó de la existencia de este filme.

En un mundo “ideal”, todos tienen lo necesario para vivir, han logrado desde 1970 que se aplique el nuevo plan familiar sueco que posibilita la independencia de cada individuo, nadie necesita del otro para subsistir, el estado brinda la atención liberando al individuo de cargar con los familiares.

Pero ¿es posible existir sin necesidad de los otros?

El film supongo que es parcial como cualquier documental, aun así tiene la virtud de plantearnos preguntas, pone en primer plano la fragilidad humana.

Que el estado sustituya a la familia y los amigos por una red de protección social ha tenido un efecto inesperado: la soledad, el aislamiento, alteraciones de la salud, suicidios.

Pensaba en el significante bajo el cual nos propusimos trabajar: La vulnerabilidad, que implica que el vulnerable es alguien que puede ser dañado física o moralmente.

Leí con atención los “pensando en voz alta” que fueron llegando y me inspiraron a ensayar estás líneas, pensaba en los números que proliferan en los informes “psicodiagnósticos” que recibimos, capacidades medidas, aisladas, autónomas, fuera de cualquier registro que incluya al otro que aloja, al otro que nos espera, aquel que nos quiere y quiere algo para nosotros, números que hablan por sí solos cuando mandamos cerrar la boca a quién no puede con algo. Y propongo entonces para continuar trabajando pensar si la vulnerabilidad no está acentuada en esta época ante la preeminencia real del número por sobre lo simbólico del nombre.

Tiempos de vulnerabilidad: la época y los duelos

Hay una vulnerabilidad inherente a la falta de tiempo, a la expropiación del tiempo como experiencia, que la época promueve. Optimizar el tiempo, volverlo hiperproductivo es la forma justa para no disponer de él, en el sentido que el pensamiento oriental entiende la disponibilidad.1 El duelo es una experiencia temporal. Se inicia a partir de una muerte entendida como acontecimiento, en la perspectiva que sostiene Badiou2. Una ruptura en el orden del mundo establecido. De esa ruptura se desprende como consecuencia una ética de la que emerge un sujeto. Ése que, por mantenerse fiel al acontecimiento ha sabido extraer de él, aquello que puede conducir al campo de la invención. Esta condensada referencia a algunas ideas filosóficas puede articularse a las tesis de Freud en La transitoriedad 3. Texto breve y contundente en lo que hace a las relaciones entre el duelo y la aptitud para la cultura. Nuestra actitud ante lo perecedero determina nuestra posibilidad, duelo mediante, de volver a disponer del mundo y los bienes culturales bajo una forma transformada y quizás enriquecida. Como muestra vale la confesión de Freud en el prólogo a la segunda edición de La interpretación de los sueños: “(...) para mí el libro posee otro significado, subjetivo, que sólo después de terminarlo pude comprender. Advertí (…) que era mi reacción frente a la muerte de mi padre (...) al acontecimiento más significativo y la pérdida más terrible en la vida de un hombre. Después que lo hube reconocido, me sentí incapaz de borrar las huellas de esa influencia”. 4 La escritura de esa obra inaugural del psicoanálisis es el testimonio de una ética, la de Freud, y de su consentimiento a dejarse tomar por lo que de ese acontecimiento hace causa. Instituyendo así en la época y en la cultura una posición inédita de escucha y tratamiento del sufrimiento: el psicoanalista.

La literatura también nos ofrece múltiples versiones de la relación entre la escritura y el duelo. Les sugiero “Nada se opone a la noche” (Anagrama, 2012) de De Vigan y “Gaijin” (Odelia, 2017) de Matayoshi. Ambos transitan con diferentes recursos literarios la difícil tarea de decir adiós.

La cuestión del duelo en nuestra época está signada por la premura y la degradación del afecto triste a una categoría diagnóstica psicopatológica, depresión. Y viene siendo frecuente en algunas consultas por niños, que en el discurso de los adultos no entre en juego como factor ocasionador de las dificultades, alguna muerte acontecida en lo íntimo del ámbito familiar. La pregunta de P. Martinez en uno de los PVA reciente ¿es posible existir sin los otros?, se hace oír también aquí. Desconocer el duelo como reacción a una pérdida, y por lo tanto admisión de la inscripción en el deseo de algún otro; no es una contribución más al individualismo de masa 5 que la época alienta?

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1 Jullien, F., Cinco conceptos propuestos al psicoanálisis, El cuenco de plata, Buenos Aires, 2013.
2 Badiou, A., La ética. Ensayo sobre la conciencia del mal, Herder, Barcelona, 2004. Disponible en: http://www.elortiba.org/old/badiou.html
3 Freud, S., “La transitoriedad”, Obras Completas, t. XIV, Amorrortu, Buenos Aires, 2007.
4 Freud, S., “La interpretación de los sueños”, Obras Completas, t. IV, Amorrortu, Buenos Aires, 2007, p. 20.
5 Laurent, E., ¿Qué es un psicoanálisis orientado hacia lo real?, 2017. Disponible: http://www.jornadaseol.com/026/index.php?file=lecturas/textos-de-orientacion/que-es-un-psicoanalisis-orientado-hacia-lo-real.html

Dos noticias que llamaron mi atención circularon en las redes sociales. Una de ellas hacía referencia sobre la Soledad en Berlín como síntoma de la época. Ya había visto un documental londinense del furor por la terapia del abrazo, que consiste básicamente en abrazarse con el terapeuta, como modo de contactar con el cuerpo del otro. La otra de las noticias que convocaba a cierta sonrisa divertida, era de la descripción de un matrimonio cibernético, entre un humano y un holograma. La novedad ya no radicaba en el casamiento sino en su viudez.: por un nuevo desarrollo tecnológico del sitio, el holograma (mujer) había desaparecido del ciberespacio.

La película ‘Her’ (EEUU, 2013) que habla sobre el amor cibernético entre una voz femenina (emitida por un sistema operativo) y un humano, adelantó un poco estos acontecimientos.

Así las cosas, en estas “Soledades Globalizadas”1 nos encontramos hoy, situados en este Otro social.

Si bien, muchos estudios ya habían anticipado este nuevo malestar contemporáneo, la pregunto qué me hago es si realmente se trata de un malestar. Los seres humanos somos esas soledades compartidas con los otros desde siempre. Entonces, los gadgets, esos objetos inventados por la tecnociencia, no son más que objetos posibilitadores de una satisfacción arcaica y primaria

Pensemos en los niños y sus juegos solitarios junto a los otros. Esas microficciones que los niños arman en su jugar, ¿acaso no son modos, tácticas y estrategias de enlace y anudamiento con el Otro-Mundo? Los niños en el consultorio, así lo manifiestan. Ellos juegan, bailan, cantan, se mueven en un pequeño espacio como si fuera el mundo en su globalidad. Cada juego es una construcción (incluso delirante) de cómo enlazarse al Otro, un imaginario-simbólico que atrapa trozos de real, para tratar con el goce más singular.

Los niños en análisis, por ese ‘tratamiento’ que es el juego, como modo sublimatorio, de tratar con la Cosa, crecen. Pueden desprenderse fácilmente de sus objetos de goce, pueden perder para (re)hallar un nuevo modo.

Los niños analizantes, saben hacer para elevar ‘el objeto a’ a la dignidad de Cosa2, cada vez, en cada sesión, en cada segundo que transcurre en ese tiempo. Todo esto transcurre mientras hay hoy niños-adultos, que necesitan, en su soledad sostenida, seguir jugando con hologramas para hacer un ‘como si’ de la vida.

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1. Sinatra, E: “La soledad globalizada es un síntoma de época” http://www.telam.com.ar/notas/201309/33467-la-soledad-globalizada-es-un-sintoma-de-epoca.html
2. Lacan, J. El Seminario, libro 7. La ética del psicoanálisis, Paidós.p.138
Daumas Alejandro: La Dignidad del niño analizante, Ed. Grama, 2018

Algunas puntuaciones sobre niños y adolescentes

Parto de la idea que en estos tiempos de subjetividades vulnerabilizadas, niños y adolescentes son quienes están más expuestos, no sólo por estar en plena constitución subjetiva, sino porque “soportan” de algún modo adultos que necesitan no angustiarse, a quienes la angustia les quema como papa caliente en la mano. Padres, instituciones educativas, analistas, médicos, sistemas de diagnósticos, etc.; forman parte de un sistema que arrasa subjetividades.

Hoy en general, el sistema educativo es obsoleto, quiere niños quietos y callados, enseña contenidos con metodología del siglo pasado, aun cuando los niños manejan la tecnología naturalmente, nacen bañados por ella, se pretende que escriban con lápiz y papel sentados en fila mirándose la nuca como sucedía literalmente en el siglo pasado. A esto hay que sumarle la “manía” de derivar a consulta con psicólogos frente a las dificultades que se presentan en el aula, dificultades que no siempre son síntomas a ser tratados. Los maestros cuentan con “conocimientos de psicología” y se habilitan a diagnosticar y a aconsejar a los padres desde un lugar de saber avalado por las instituciones educativas y por el sistema en el que está incluida, que a su vez, encuentra sustento en la ciencia que insiste en diagnosticar y emparejar, en ponerlos en “el brete de los trastornos”. Diagnostico que calma la angustia de padres y educadores.

Padres “cómplices” del sistema educativo y de la ciencia que aceptan pasivamente el diagnóstico de “la enfermedad” del niño o niña que no se adapta a las normativas que les son cómodas al sistema, en vez de interrogarse y de tomar la responsabilidad sobre sus hijos y sobre sí mismos.

Si bien la problemática es diferente en el caso de la adolescencia pasa algo similar. El adolescente no es escuchado, en este punto es desamparado, se lo deja tremendamente solo.

El adolescente consume casi como paso obligado. Como paso obligado al dolor que le produce “pasar de lado” pasar del lado del Otro a su lado. Consume, deja de comer, vomita, se corta.

Padres infantilizados, perversos-polimorfos que aceptan cualquier demanda del sistema educativo inculpándolo por sus dificultades escolares, por sus dificultades con la autoridad, con los pares, con el consumo de sustancias, drogas, alcohol. Usando el control como método. Revisar celulares, mochilas. Prohibir salidas. Poner castigos. Quitar llaves. No dar dinero. Maltratar. Insultar. Vigilar y castigar.

La ciencia rechaza (necesariamente) al sujeto del inconsciente. Sus traspiés incomodan, molestan a la ciencia y a sus derivados (padres y educadores). Ciencia que todo objetiviza y que todo sabe, mientras que en paralelo desubjetiviza, arrasa.

El discurso capitalista rechaza lo imposible intrínseco a la castración y hace predominar la tendencia a la homogenización propia del discurso científico. ¡Hoy en día con qué facilidad se dice de un niño que “tiene un trastorno del espectro autista”, por ejemplo!

El sujeto del inconsciente es un inconveniente para la ciencia y sus anhelos de objetividad. El sujeto del inconsciente (llámese niño o adolescente) es un inconveniente para una maestra que quiere dar su programa en tiempo y forma y que necesita tener su aula ordenada y bajo control. El sujeto del inconsciente (llámese hijo o hija) es un inconveniente para los padres que nada quieren saber de su propia castración.

¡Mientras no lo sea para el analista! Analista que muchas veces dice/cree no estar del lado de la ciencia, pero una cosa es lo que dice/cree y muy otra lo que sucede dentro de las paredes de su consultorio.

La infancia vulnerada en nuestros tiempos

El título de las próximas Jornadas “Tiempos de Vulnerabilidad. Desafíos en la Clínica” rápidamente me conduce a pensar en los niños de la clínica de hoy, en la niñez vulnerada por los diagnósticos del DSM IV. Este manual parece tener un rótulo para cualquier dificultad que pueda transitar un niño en su infancia. Se me representan los niños que sin tener enfermedades orgánicas tienen un CUD porque algo sucede en su desarrollo que se aleja del ideal, del estándar de lo esperado. Algo perturba, algo incomoda y allí aparece el CUD poniendo un nombre, taponando cualquier pregunta que pudiera ponerse a trabajar en un análisis. Con el diagnóstico está todo dicho. Parece haber quedado en el olvido aquel saber que la infancia es un tiempo de construcción subjetiva y que es un proceso complejo en constante construcción.

El CUD lejos de preocupar o de angustiar en el mejor de los casos parece asemejarse a un boleto con pase gratis. Solemos escuchar con frecuencia: “Mi hijo tiene CUD, me lo tienen que cubrir”, “Me tienen que cubrir Todo”. No hay angustia en esas presentaciones, no hay pregunta alguna sobre los efectos de ese significante en la historia de su hijo. ¿Qué sucede en estos papás?, ¿Qué sucede en los médicos que mandan a los padres a sacar el CUD para obtener la cobertura de los tratamientos?, ¿No habría alguna otra manera de obtener el tratamiento indicado sin el CUD?, ¿Cuántos adultos del mañana tendrán un CUD en su historia para contar?, ¿Cómo se jugará en el sujeto este significante?

La infancia en estos tiempos modernos se encuentra vulnerada, no se la puede esperar o significar desde su propia historia. Rápidamente al niño que hace ruido por decirlo de algún modo se le pone un rotulo que nada dice en realidad de lo que le está sucediendo. Recuerdo una mamá que solicita en una entrevista de admisión las siguientes prestaciones semanales para un niño de 6 años con CUD: 3 sesiones de psicoterapia, dos sesiones de Terapia Ocupacional, dos sesiones de Psicopedagogía y Acompañamiento Terapéutico en la jornada escolar. Me pregunto si el CUD funciona como una especie de ilusión que ofrece una esperanza de ideal en el horizonte, que justifica cualquier acción y tratamiento sobre el niño, que obtura cualquier pregunta que se pueda introducir. No se cuestiona el CUD quizás por ofrecer una ilusión de completud, porque si se cuestionara todos sabemos cuál sería su destino, caerse.

Ese pase al todo que ofrece el CUD no nos da lo que falta ahí en la infancia, la pregunta por lo que está sucediendo allí, la pregunta que pueda poner a trabajar la historia de ese niño y significarse de otro modo.

Finalmente creo que mi manera de escribir con tantas preguntas es de alguna manera el revés de lo que sucede con el CUD, no se pregunta sobre la infancia, se la vulnera, se la rotula sin preguntarse cuáles serán las consecuencias de ese significante sobre el sujeto.

Los objetos, desde el carretel hasta el ipod acompañan la época, son su producto.

Los objetos pantalla exigen jugar sin cuerpo y esto al menos plantea un problema respecto del juego y su lugar de condensador de goce.

El problema de los niños que no juegan encuentra su prototipo en el espectro autista.

La pregunta por si hay más niños autistas o más diagnósticos de autismo cabe hacerla en este contexto de época donde tal vez sean ciertas ambas cosas.

También las teorías y prácticas son un objeto de la época que plantean, en el caso de ciertas reducciones y en el afán del bienestar de la rehabilitación, la iatrogenia sobre el cuerpo del niño reducido a un objeto liberado de goce.

Los niños con síntomas en el cuerpo son más propensos a quedar reducidos a objeto en el fantasma materno, es de esto que en los términos de su práctica nos habla Mannoni.

¿Qué demandas se tejen para un niño con síntoma somático, aunque este fuera un trastorno genético, en una familia residuo de la civilización occidental?

¿Se le demanda que juegue? ¿O se le demanda el ideal de las prácticas y teorías de la época?

¿Se le demanda un cuerpo que goce o un cuerpo adaptado, con un funcionamiento y una capacidad acordes a su género y edad?

¿No es acaso el origen de la vulnerabilidad en la infancia la demanda a ser estas reducciones?

Tarea ética para los analistas en la época no dejarse engañar por el semblante del síntoma somático y pensar el lugar del juego en la constitución subjetiva como introductor del sujeto al Otro.

Constitución subjetiva que se juega, que es constitución subjetiva en el juego y a través del juego, que es el escenario de la infancia.

Se juega preferiblemente con el otro en relación al Otro. El juego solitario de todas formas siempre es entrar en la dialéctica del carretel, de la alienación y la separación. El estereotipado no lo es realmente, sino en el borde de la alienación.

Desde el carretel hasta el ipod los objetos pueden servir para acercar o para alejar en la dialéctica del sujeto al Otro, que no es sin los objetos, transicionales si hay juego, autistas en su estereotipia.

De ahí el valor diagnóstico del juego, faro en la dirección de la cura.

Sobre los trastornos del lenguaje en los niños

Hay en mi biblioteca un libro de Elsa Coriat cuya lectura recomiendo: “El psicoanálisis en la clínica de bebes y niños pequeños”.

Recorto un párrafo” ¿Cuántas tacitas de té sin gusto a nada nos hemos tenido que tragar en sesiones y sesiones, con tantos pacientes? ¿Cuántas llamadas telefónicas en la que nada se nos dice, hemos recibido? Y no digo “té sin gusto a nada” porque se trate de un té de mentiritas, ni tampoco digo que no se diga nada porque el niñito en cuestión estrictamente todavía no sepa hablar. Me refiero a esa nada de gusto que sospechamos cuando el té es servido automática y repetitivamente…”.

“¿Cómo intervenir, desde dónde intervenir, si lo que legitima nuestra clínica es nuestro deseo de que cada cuerpecito caminante, o (gateante, o inmovilizado) esté dirigido por un sujeto de su propio deseo, y que no permanezca como objeto, telecomandado desde el goce del Otro?”

De algún modo esa era la denuncia que una madre realizaba diciendo: “Sí, mi hijo juega…hace esto y aquello…. me imita, y aprendió a hablar algunas cosas, y come sentado, pero parece un robot”.

La ausencia del juego esperable para cada época de la vida del niño pasa muchas veces desapercibido. Pero ¿qué pasa cuando es el hablar del niño lo que aparece perturbado, trastornado o ausente? Rápidamente se consulta a profesionales de distintas especialidades: pediatría, neurología, fonoaudiología.

El campo de los trastornos del lenguaje es muy amplio y complejo: una niña deja de hablar; un niño habla mal. De pronto un niño empieza a tartamudear y otro no termina de apropiarse del habla. Los ejemplos son inacabables.

La fonoaudiología tiene un saber preciso con respecto a los trastornos del lenguaje. Pero la instancia de la letra que se articula en el campo del inconsciente puede hacer de obstáculo a su saber por algo que el terapeuta ignora. Allí se impone la interrogación respecto del deseo y la demanda, y la apertura de un campo de escucha que permita una intervención de otro orden.

¿Cómo intervenir? Es aquí donde el psicoanálisis hace su aporte privilegiado, orientando el trabajo con tres ejes fundamentales:
-El lugar ocupado por el niño en el discurso de los padres, que lo significa o no como sujeto.

-La escucha del discurso del niño que lo revela o no como sujeto. Y cuando decimos discurso vamos desde los gestos hasta la pasividad.

-La posibilidad de crear entre terapeuta y niño un espacio en el cual se vaya produciendo un diálogo en el que la pregunta clave sea “¿Qué querés?”; un espacio en el que se pueda soportar desde cierto silencio la espera de alguna respuesta, el equívoco o hasta el malentendido mismo. Allí se podrán poner en práctica las distintas técnicas correspondientes a cada patología. Pero con sumo cuidado. Las contingencias del lenguaje producen angustia y hay que poder tolerarlo porque si se trabaja para “hacer el bien” se corre el riesgo de que el niño se rebele y haga un síntoma para tratar de invertir la demanda del Otro, o produzca una inhibición para inutilizar los esfuerzos del Otro, o se someta a un mimetismo ecolálico para calmar la furia del Otro.

¿Desde dónde intervenir? En el campo de los trastornos del lenguaje, el instrumento clave en la clínica con niños es también el juego, siempre sostenido por la ética del deseo.

Esta es la propuesta del psicoanálisis a una problemática que compete a diferentes especialidades.

Discapacitados por Estructura

Tiempos de vulnerabilidad. Desafíos en la clínica. Estos son los tiempos que nos toca transitar en la clínica de lo cotidiano. Pienso en voz alta y me pregunto: ¿de qué vulnerabilidad hablamos? Intuitivamente me respondo, la vulnerabilidad del lenguaje, ese lenguaje que nos habita y nos precede al nacimiento.

Lacan en el Seminario Aún dice: "No se trata sino de lo que se lee, más allá de lo que se ha invitado al sujeto a decir". Día a día nos encontramos en nuestra tarea clínica con el trabajo de entrevistas a familias de pacientes con discapacidad. Ni bien se despliegan los primeros significantes empezamos a evaluar el goce que se revela en esos decires. Es el momento en que la función del analista deberá entrar en juego, respecto a la puntuación de una pregunta encaminada hacia alguna implicancia subjetiva de los padres, conmovidos ante lo inesperado de lo Real en juego.

La pulsión, junto al objeto de goce que acarrea, no tiene otra forma de ser leída que a través de la demanda que se despliega en el discurso.

Unos papás jóvenes con un hijo diagnosticado con TEA de tres años dicen (y lo pongo en plural): "Nosotros vamos por todo. Queremos que nos reconozcan todo". Ese “todo” implicaba psicología, psiquiatría, psicopedagogía, acompañamiento terapéutico, musicoterapia, equino terapia y fonoaudiología.

Les pregunto ¿es posible que su hijo tenga esa cantidad de terapias semanales? ¿Qué sería de ustedes si acudiesen a tantas consultas en la semana?

En el mismo Seminario Lacan hace una observación importante y nos dice que la lectura del significante no es el significado y que el significado se producirá por la relación entre los significantes. Ahí es donde intentamos apuntar en las entrevistas, hacia lo que se encuentra reprimido en el discurso por el accionar de la ciencia médica. ¿Es un delirio la ciencia?

Ante estas situaciones desde el Equipo de Salud Mental de Medife intentamos (aunque no siempre se logra) que puedan leer que “todo” implica todo el goce y dejar por fuera la subjetividad del niño. “Todo” implica que el Otro (Obra Social, Estado o como se encarne) suture lo que por estructura es imposible.

Esta es nuestra tarea, nada fácil, por cierto, explicar de un modo accesible que no hay Otro del Otro, que el lenguaje nos marca la vulnerabilidad del sujeto y que en tanto sujeto del lenguaje podríamos definirlo como discapacitado por estructura.

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Referencias Bibliográficas:
Jacques Lacan Seminario 11. Los Cuatro Conceptos Fundamentales de Psicoanálisis Capitulo X Clase del 15/4/64 -La Presencia del Analista. Ed. Paidos
Jacques Lacan Seminario 20- Aún Clase 3 del 9/1/73 - La función de lo escrito - Ed. Paidos

“Tiempos de vulnerabilidad: desafíos en la clínica”

“Vulnerabilidad” me remitió rápidamente a una serie televisiva que veía hace varios años (“Vulnerables”) y que hizo que buscara el significado en el diccionario: “que puede recibir lesión, física o moral”. En aquel momento pensé que en realidad era casi una definición del ser humano, porque ¿Quién está exento de esa posibilidad?

La constitución misma de un sujeto se lleva a cabo a partir de una herida-posibilidad, por el encuentro del viviente con el lenguaje. En ese sentido la vulnerabilidad sería la condición para que haya un sujeto.

Pero la argumentación del título y temas de estas jornadas parecen hacer referencia a que los modos y efectos de esas heridas no son iguales en todos los sujetos, y no pueden leerse separadas del discurso imperante en nuestra época. Comparto las referencias de los PVA que vienen produciendo los colegas, en cuanto a las características de este tiempo, cuyo discurso intenta, a veces en forma arrasadora, etiquetar/formatear/categorizar, en aras de un saber total, que anule la pregunta por la verdad de cada uno. Discurso que aborrece la verdad del “medio pollo” lacaniano, y que no quiere saber nada de que algo no se sepa.

Las discapacidades, los Certificados Únicos de Discapacidad (CUD), los nombres que se dan a los diagnósticos (sobre todo en niños), no escapan a ese discurso.

En este tiempo de frecuentes entrevistas a padres de niños con CUD se hacen notables esos efectos discursivos. Diría una madre “al menos ahora sé lo que tiene”, aferrada a las siglas de un diagnóstico que la tranquiliza y la des-implica a la vez.

La incertidumbre no se lleva bien con nuestro tiempo. A la angustia de los padres por “no saber” se anuda la de los educadores y el prospecto de las neurociencias que ofrece ilusoriamente el saber que falta.

Recuerdo a principios del año pasado la expresión de una madre al reclamar el AT escolar para su hijo. “¡Lo necesita!”. Me pregunté entonces desde cuando un AT había pasado al estatuto de la “necesidad”. Amenazas de amparo, ¿de qué quiere ampararse?, ¿corren riesgo esos nombres que sostienen su mundo?

Rescatar eso que no encaja y “conducirlo al campo de la invención” (tomando las palabras de Gabriela Cuomo), podría ser nuestra apuesta.

Intervenciones de equipo traen un año después a esa misma madre con otra expresión, y con un informe que dice que aquel muchachito que tenía “desbordes” en su conducta, además de llevarse bien con los nuevos compañeros de escuela, se desempeña bien en el Taller de Confecciones, siendo muy capaz y prolijo con los “bordados” y el hilvanado de partes.

Pienso que una de las vulnerabilidades de nuestro tiempo es quedar atrapado en el formato dispuesto por ese discurso que desprecia la singularidad.

Infancia la palabra que hace falta

“Cantaban los niños canciones ingenuas de un algo que pasa y que nunca llega: la historia confusa y clara la pena seguía su cuento la fuente serena; borrada la historia contaba la pena.”
Fragmento de “Los cantos de los niños” de Antonio Machado.

La palabra vulnerabilidad deriva del latín vulnerabilis. Está compuesta por “vulnus” que significa herida y el sufijo “abilis” que indica posibilidad. Si reunimos ambas etimológicamente vulnerabilidad indica una mayor probabilidad de ser herido.

Hay algo que los niñxs de nuestra época nos “cantan” nos cuentan mientras que también, en algunos casos, van mostrando en acto esa herida que instauró una marca.

Marca que da cuenta de una ausencia dolorosa si asistimos a una época en la que la confianza en el Otro, la confianza en el significante cuenta con carácter de precariedad. ¿Cómo y donde alojarse allí? ¿Será esta precariedad la que refuerza en el niñx su situación de vulnerabilidad?

En septiembre de 1990 nuestro país sancionó la ley 23.849 dando a la Convención Internacional de los Derechos del Niño el carácter de Ley Nacional. Este acto constituyó un hito histórico ya que por primera vez los niñxs pasaron a ser considerados no solo objeto de protección por parte de los adultos y del estado sino sujetos de derecho. Si: sujetos.

¿Será absurdo repetirlo? Lejos de desentendernos de nuestra época, escuchamos un gran número de escenas en las que pareciera que algo de ese “hito” se pusiera en duda o más bien cayera.

No me refiero solamente a lo que acontece en el consultorio sino también escenas de la vida cotidiana. Así este último verano en la costa de Buenos Aires, me acerqué luego de aplaudir (y mucho) a la zona del guardavidas preguntándome donde estaría al menos un familiar de ese niñx. Cuando apareció quién según el niñx era su mamá, nos dijo a los que estábamos allí presentes “y si, este boludo siempre se pierde” el niñx tenía cuatro años.

Si nos referimos a la clínica allí también nos encontramos con escenas en las que aquel hito del niño como sujeto pareciera estar en cuestión. Niñxs muy pequeños que arriban a la consulta ya diagnosticados y al tratar de abrir alguna pregunta, la respuesta del adulto insiste: o porque se mueve mucho, o habla mucho y si lo hace poco también hay algún “trastorno” que lo nombre. Incluso recuerdo en la entrevista con una mamá, estaba sorprendida que su hija de dos años le decía que “no” o hasta osaba en hacer berrinches cuando no quería algo. Recuerdo que dije lo mismo que pensé “claro, es un sujeto” inmediatamente empezó a reírse, risa que devino en angustia y en la pregunta que formuló de por qué para ella el “no” de su hija le resultaba extraño.

Ahora bien ¿hay alguien que escuche al niñx? En tanto el niñx se dirige al Otro, puede que se anime a hablarnos de sus penas, de sus heridas Si retomamos la definición de vulnerabilidad y separamos “vulnus” de “abilis”, como solemos hacer los analistas, quizá ésa sea nuestra posibilidad.

Tiempos de vulnerabilidad: desafíos en la clínica.

El título de las jornadas me recordó un caso hecho público a partir de su difusión como libro hace más de 10 años.

Tomaré, como eje para pensar, el libro de Ramón Sampedro, Cartas desde el infierno, en el que se basó la película Mar adentro. El libro y no la película, porque el título elegido para cada uno, dice de una posición del sujeto. Mar adentro habla de la situación traumática que vivió al caer del barco y no sentir su cuerpo, de la desesperación de ir mar adentro sin poder defenderse; situación de extrema vulnerabilidad, fragilidad. El libro, muestra, en cambio, un sujeto que dice, que pelea, cuenta su sufrimiento, demanda que lo ayuden a llevar adelante su decisión de no vivir así, fundamenta esa decisión.

La vulnerabilidad es la incapacidad de resistencia cuando se presenta un fenómeno amenazante, o la incapacidad para reponerse después de que ha ocurrido un desastre. Ramón fue vulnerable frente al mar, sin embargo, se repuso.

Luego de listar lo que ha perdido, cuenta que no quiere perder la cabeza ni la palabra, entonces, “escribe”/dicta cartas: Considero que un tetrapléjico es un muerto crónico que tiene su residencia en el infierno. Allí, con el fin de evitar la locura, cada uno se entretiene como puede. ¡Hay gustos para todo! Yo me he dedicado a escribir cartas.

No hay forma de escapar, la gente no quiere tocar el tema. La ley lo prohíbe. Esa fue la primera vez que me encontré con el muro impenetrable del paternalismo bienintencionado.

La intolerancia del Estado y la religión. Son los enemigos naturales de la vida y los responsables de la destrucción del hombre como individuo. Unos se sienten ofendidos porque rechazas el ofrecimiento de la protección de su dios. Los otros, porque les desprecias sus paliativas e inútiles ciencias.

Cuenta de su vulnerabilidad social sumada a su vulnerabilidad física. Estas cosas absurdas que ha oído lo hacen moralmente vulnerable si acepta y se somete.

Se dice que son vulnerables los diversos grupos: niños, personas en situación de calle, migrantes, discapacitados, ancianos, indígenas, es decir, grupos que viven en situaciones de riesgo. Esto no habla del sujeto, dice más bien de categorías que anonimizan.

Si bien el cuerpo de Ramón no responde a estímulos, necesita asistencia absoluta, me surge la pregunta: ¿Es un sujeto vulnerable? ¿Depender es ser vulnerable?

Desde lo imaginario, es vulnerable, pero este cuerpo que describe el protagonista, en el que apoya sus pedidos, está marcado por la palabra, lejos de ser ese cuerpo que se ve.

Parapléjico, golpeado brutalmente, de piel frágil y ojos tristes. Quedarnos captados por lo Imaginario nos haría “pre-juzgarlo” como vulnerable y nos obturaría escucharlo, darle lugar al sujeto que dicta cartas desde su infierno.

La bioetiscista Florencia Luna, critica el término vulnerable como rótulo. Plantea que se usa para estereotipar grupos y “esto puede llevar a estigmatizaciones o discriminaciones y a paternalismos injustificados.”(Vulnerabilidad: un concepto muy útil. Abandonando los “corsets teóricos”).

Tenemos consultas de pacientes por “X” diagnóstico que los rotula como discapacitados, los habilita a un CUD, sin ser tan gráficamente vulnerables.

Nuestra ética demanda no obturar la palabra con un rótulo que tapona. Nuestro desafío es dar soporte a ese sujeto que no se doblega. Discapacitado, niño, indigente, geronte, no son nombres, ni son sinónimos. Tampoco vulnerable.

Esos locos bajitos que se incorporan
Con los ojos abiertos de par en par
Sin respeto al horario ni a las costumbres
Y a los que, por su bien, hay que domesticar
Niño, deja ya de joder con la pelota
Niño, que eso no se dice
Que eso no se hace
Que eso no se toca
(Esos locos bajitos, J. M. Serrat)

Juegos peligrosos

En Argentina, en mayo de 2012, se sancionó una ley pionera en el mundo: según la 26.743, identidad de género es la “vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente”. Puede corresponderse con el sexo asignado al momento del nacimiento, o no.

Para muchos analistas este asunto sigue siendo un tema sumamente controvertido y la situación se tensa al máximo cuando se plantea en la experiencia de un niño/a. La contrariedad se evidencia en dos tipos de argumentos, uno que puede sintetizarse en un "habría que esperar" (para que se tenga una mayor certeza y claridad en la elección de la identidad de género del niño/a), y la otra que afirma que en rigor no se trata de un deseo genuino del niño lo que está en juego sino del deseo avasallante parental (especialmente de la "madre-cocodrilo").

El primero de los reparos implica un criterio adultocentrista que siempre pone el acento en la inmadurez del niño/a para decidir su forma de goce, este argumento disimula apenas la esperanza de que el tiempo "ponga las cosas en su lugar" o, en todo caso, como objetaba M. Klein a Anna Freud, afirmando que con este punto de vista se miran más las "debilitadas capacidades yoicas" del niño/a para una adecuada captación y adaptación a las normativas sociales, lo que "obliga" a ejercer al adulto-analista una necesaria influencia pedagógica que los normativice como corresponde (antes de -como ella lo proponía-, respetar el impulso de sus propios deseos inconscientes…).

El segundo argumento es -desde el punto de vista psicoanalítico- un tanto extraño, puesto que según confirma la experiencia todo niño/a está captado siempre y en diversa medida por el deseo parental. Dejando a un lado la catástrofe subjetiva que supondría para un niño/a la ausencia de todo deseo parental hacia ellos, y aun contemplando la captación iatrogénica de ciertos deseos parentales, en este caso el verdadero problema parecería ser que dicho deseo es dañino sólo porque no se ajusta, como al parecer debería suceder, a un criterio estrictamente hétero normativo...

Si se considera inquietante que un varoncito quiera jugar con muñecas es porque parece más natural que tenga que jugar a otro tipo de juegos, es simplemente ese "parece más natural" lo que habría que empezar a problematizar, para que los niños y niñas puedan finalmente jugar a lo que quieran, incluso a aquellos juegos que ni siquiera suponían que podían jugar, pero que sólo ellos pueden inventar desde sus propios gestos creativos.

¿Estamos dispuestos a dejarnos tomar por el jugar de los niños y dejarnos afectar por sus incidencias (como tratamos de que suceda en la experiencia analítica en general)? ¿Podemos decir con Winnicott “a mis pacientes que pagaron por enseñarme”?

Los niños de hoy: ¿qué nos dicen?

En los últimos tiempos leo y escucho noticias en relación a niños que son concebidos a la carta. Sus “madres/padres” concurren a un banco de esperma, congelan sus óvulos y luego eligen la genética y rasgos físicos que tendrán sus futuros hijos.

Los óvulos y esperma pueden ser de unos, el vientre que lo gestará de otro mientras quién ejerza la función será otro que muestra orgulloso cuál ha sido el resultado de ese ejemplar hecho a la “perfección”. Cuando se pasa del orden de la reproducción a la producción ¿Qué viene a suplir, hay lugar para la contingencia?

Mi pregunta es en relación a qué será de la constitución subjetiva de estos niños, en donde si bien puede haber un deseo puesto en esa espera, también hay un saber previo acerca de cómo será ese niño. ¿Qué pasa con la noción de Complejo de Edipo?

En el Seminario 4, cuando se refiere al caso Juanito, Lacan dice: “[…] La cuestión entonces es saber cómo, por qué vía, bajo qué modalidad, se inscribe en el psiquismo del niño la palabra del ancestro, cuyo único representante y único vehículo será la madre. ¿Cómo hará hablar el ancestro escarnecido?

[…] sería interesante ver cómo se las arreglará la Iglesia para tomar posición frente al problema de la inseminación póstuma por el esposo consagrado. Si recurre a lo que suele poner por delante en tales casos, o sea el carácter fundamental de las prácticas naturales, se le podrá advertir que si una práctica semejante es posible, es precisamente porque hemos conseguido separar a la perfección la naturaleza de lo que no lo es”.

Hoy en día, la articulación de la familia con la ciencia y las nuevas formaciones jurídicas desplazan las preguntas sobre los niños y sus padres; se habla de parentalidades (neologismo ubicado del lado de lo real), mientras que el “ser padre” define un estatuto legal, simbólico.

Lacan dice: “el padre es el que tiene o no tiene un carisma para la familia”. Hay que distinguir entre el padre que responde al Nombre del Padre que está del lado de lo simbólico del que señala la relación del padre con lo real.

En relación a lo expresado ¿habrá que pensar estos nuevos armados familiares en relación a un padre actual teniendo en cuenta el caso por caso y no en el nombre de una ley ideal? ¿habrá que poner en juego el carisma del padre como instrumento para que surja una función síntoma?

DE MANADAS Y PIRAÑAS

El eje de las futuras jornadas gira en torno a la palabra vulnerabilidad, que como bien señalan deriva del latín vulenerabilis, compuesta por vulnus herida y abilis que indica posibilidad.

Todas las cosas, objetos, personas y situaciones sufren de vulnerabilidad frente a algo.

Me quiero centrar en algunos acontecimientos recientes, esto es, en jóvenes (mujeres, hombres) abusados y violados por “manadas” en nuestro país, así como también la modalidad de robo y violencia tipo “piraña”.

Manada tiene una etimología derivada de mano, manus, y se refiere a lo que cabe en una mano (puñado de hierba o cereal) y de ahí pasa a “hato de animales”.

Se refiere a un grupo de animales de la misma especie que se movilizan en conjunto. Al reunirse en manadas los animales adoptan conductas diferentes a las que suelen tener a nivel individual. Tienen un orden, una jerarquía que les es innata.

Para los etólogos, la manada brinda determinadas ventajas a sus integrantes: favorece el acceso a alimentos pues facilita la caza o la búsqueda, cuenta además con más recursos para defenderse de los depredadores.

Las pirañas viven en bancos, no usan ninguna estrategia colectiva para cazar, se forman en grupos sobre todo para protegerse de los depredadores.

Como vemos en el mundo animal, ni la manada ni las pirañas, atacan por diversión o sin fundamento, parecieran tener una finalidad adaptativa, además en el caso de las manadas si un integrante representa un peligro para el resto es abandonado o apartado de ésta.

En el caso de las manadas de jóvenes, podemos decir que se trata de un acto de tipo perverso que se basa en la anulación y degradación de la víctima, que es el rasgo para el goce sádico de esta gente.

Actúan bajo el influjo de un líder, y el sentido de pertenencia hace que no se pueda salir de la lógica grupal comandada por él.

El sujeto está en relación con Otro, que siempre es un ideal. Por eso la actitud del macho es “voy a demostrarle a mis pares que soy muy macho y voy a someter a esta mujer”. De esta manera los demás ven su potencia.

Lo central en la violación es el ejercicio de poder, de sometimiento, en el que la sexualidad es un arma o una herramienta. El varón necesita mostrarle a los otros cuan fuerte es.

El grupo marca su territorio ante la víctima, especialmente ante sus pares hombres, entre quienes demuestran su virilidad.

Por un lado están los mandatos de masculinidad, en la que se trasmite la pedagogía de la crueldad, de la opresión.

Mandato masculino que indica que los hombres no tiene que sentir tanto, deben ser menos empáticos, deben burlarse de los más débiles, deben hacer alarde de sus logros sexuales, y deben mirar los cuerpos de las mujeres de manera casi depredadora delante de los otros hombres.

La antropóloga Rita Segato dice respecto de los ataques en manada, “este tipo de conducta es un acto exhibicionista, narcisista, dirigido a sí mismos y a otros hombres. Es un acto autoerótico de un grupo de muchachos. Son hombres haciendo exhibicionismo de su potencia ante los ojos de otros hombres”.

Desde otras miradas, la manada podría representar un fenómeno reactivo a los movimientos feministas actuales, una reacción que pretende el disciplinamiento de la mujer y retomar el control y el poder que se ha visto amenazado.

Habría que preguntarse cómo los elementos grupales - ser parte de un colectivo- como en el caso último de los rugbiers, a priori masculinos, de capas medias y heterosexuales potencian el ejercicio de la violencia hasta su máxima expresión, esto es el aniquilamiento físico del “otro”.

Me pregunto entonces, qué es lo que está vulnerado, ¿qué es lo que ya está herido o está dañando en el sujeto para llegar a estas actuaciones que por lo visto son cada vez más frecuentes?

Para algunos es el machismo y su demostración del poder, para otros la reinvindicación, también machista frente a un feminismo que se impone cada vez con más fuerza.

Será quizás, como sostienen otros, que se trata de una sociedad hipersexualizada que junto con la pornografía favorecen este tipo que conductas, en jóvenes perdidos, desorientados, sonámbulos de criterios, jóvenes rotos, sin fundamentos morales, y destruidos?

¿Qué papel juegan el alcohol, las drogas, que actúan como potentes desinhibidores cuyo resultado final es un comportamiento donde se pierde el control de uno mismo, dejando que asome la parte animal y básica de la persona?

¿Será, quizás, que se trata de la llamada sociedad de la permisividad y el relativismo, donde todo vale y ya nada es bueno ni malo? Una sociedad herida por esa permisividad y ese relativismo y anestesiada por los medios de comunicación.

Quiero dejar abiertos estos interrogantes que nos enfrentan a un importante desafío como agentes de salud. ¿Tendremos respuestas?

Decir que no

Frente al vertiginoso avance de la ideología científica y tecnológica, llamada cientificismo por Derrida, y que no la confundimos con el progreso real de las ciencias, una vulnerabilidad sobresale y es la que observamos diariamente en las consultas por los niños muy pequeños. Cuando recibimos a los niños acompañados de sus padres se nos despierta la rara sensación de no saber bien donde ubicar al “niño”.

Lacan citaba las Antimemorias del escritor André Malraux, quien contaba que cierta vez le preguntó a un cura sobre qué le había enseñado la confesión sobre los hombres, y el cura luego de un rodeo, le respondió: “termino por creer, vea usted, en la declinación de mi vida, que no hay grandes personnes”. Es decir, los hombres serían todos niños frente a la confesión.

Lo que nos lleva a la figura del niño generalizado, que implica que todos en cuanto consumidores, somos niños, incluso los padres. Y en el mercado de la salud eso se pone muy en evidencia.

Nuestra época, donde impera el fundamentalismo del libremercado, que se extiende más allá del plano económico, porque se promueve como el único mundo posible, se totaliza mediante su poder de integración de todas las dimensiones de la existencia humana y el goce se globaliza a escala planetaria.

Esta corriente de nuestro tiempo, que nos hace a todos consumidores más que ciudadanos, donde lo Simbólico ha declinado, y se aflojan las identificaciones significantes que sostienen ideales, el sujeto queda en una errancia sin punto de capitón, mostrando un superyó que, a diferencia de la época de Freud, empuja al goce de un modo feroz.

¡Goza! Dice nuestro superyó consumidor y hace de los niños uno de los blancos preferidos del mercado poniendo en evidencia la impotencia del Otro, de los padres y de los profesionales, que así renuncian a la oferta de amor que podrían hacerle al niño. Y no me refiero al amor romántico ni al amor imaginario sino a esa dimensión del amor que vincula al sujeto con el deseo del Otro.

Así, por protocolos que circulan y se imponen, se multiplican los pedidos de evaluación y de tratamiento en nombre de una ciencia que aún debe rendir sus pruebas y más aún en el campo del hablaser.

Los síntomas a través de los cuales los niños nos dicen que la cosa así no funciona, son tratados por nuestra civilización bajo el paradigma problema - solución y bajo el paradigma de la evaluación.

“Quiero ser evaluado” es el mensaje que traen los que consultan, porque también tienen un superyó feroz como el de cualquiera que se somete a la dictadura de lo medible, de lo cuantificable, de la cifra. Y el enojo que genera la mera observación o pregunta del porque tal o cual estudio testimonia del goce que conlleva tales pedidos.

¿Cuándo se vuelve uno un adulto? Lacan no hablaba de “adultos” sino de grandes personnes. Porque en el fondo lo que separa al niño de la persona mayor es la posición que adopta frente a su goce, si se hace responsable y si puede decir que no de la buena manera a los imperativos de la época.

¿Los niños de hoy, que nos dicen?
El malestar en la espera.

Actualmente nos encontramos en una sociedad “del todo ya”, todo tiene que ser rápido, fácil, accesible, al instante, desde una película, una comida, y una atención médica; se perdió la capacidad de la espera, la capacidad de “charlemos mientras esperamos la cena”, “leamos una revista mientras esperamos la consulta con el médico”.

En una sociedad donde las consultas por “ataques de pánico” van en aumento, donde crece el uso de las benzodiacepinas, en especial el clonazepam, donde crece el uso de los antidepresivos, ¿qué es lo que estamos haciendo con nuestros niños?

Aproximadamente en los años 90 se produce el avance en las tecnologías, más tarde el uso de YouTube, luego Netflix, actualmente Flow. ¿Será bueno? ¿Nos estaremos enfrentando a una tecnología que no vamos a poder manejar?

Anteriormente los niños volvían del colegio, era la hora de la merienda, miraban los dibujitos, cada 10 minutos aparecía una publicidad y luego volvían y si estos últimos ya no estaban, no existía manera de volverlo a ver, y había que esperar al día siguiente.

¿Qué sucede en la actualidad?

Los niños tienen acceso a toda hora a lo que quieren ver, sin importar el lugar donde se encuentren, ni la hora que sea, solo necesitan de un celular, o una tablet, o sea a toda hora tienen en bandeja el acceso a la tecnología. No pueden aceptar la espera entre una imagen y la otra.

Será que los niños están copiando de alguna manera, la actitud de los adultos, es decir la incapacidad de esperar, no en este caso un dibujo animado, sino una espera en un consultorio o en un restaurant, o quizás la espera de un futuro que no llega, que no puede alcanzar?

¿Estamos transmitiendo la incapacidad de poder esperar? ¿La culpable es la tecnología? ¿Los niños de hoy, nos dicen que les faltan límites?

Como influye en estos chicos la desesperanza y la poca visión de futuro de sus padres, los cuales están inmersos en una sociedad, que pide y demanda el todo ya, pero no genera nada a cambio, es decir no genera expectativas de futuro tanto en lo laboral, como en lo económico.

Como influye en los niños que su madre y su padre trabajen 8 horas diarias, lleguen agotados y los niños demanden atención. ¿Estos padres pueden poner límites?

“Un país que le da la espalda a su infancia, le da la espalda al presente y al futuro”
Luisa Brumana, Representante de UNICEF Argentina.

Empezaré por celebrar en estos tiempos, el tipo de intercambio que nos permiten los PVA, que nos conducen directo, hasta con sus pequeños desvíos, carreteras secundarias y por qué no algún senderito de un cerro norteño, hacia nuestras grandes jornadas de septiembre. Las Nº 5: insiste en mí la resonancia de las palabras de Lacan: si somos serios hagamos serie. Entonces nuestro ya cotidiano Pensando, que es también un “escribiendo”, hace pasar algo de la soledad del pensamiento al Otro, tocándole la puerta para que escuche, en el mejor de los casos, y sea quién decide finalmente el sentido de eso que se dijo, así como funciona la interpretación lacaniana. Lo que sale no es lo que retorna, por suerte. Entonces llevamos más de 20 números de estas idas y vueltas que tienen distintas resonancias que retumban en varios puntos de nuestra geografía nacional, pero que a veces hacen sentir que no hay tales distancias, que lo que escribe un colega de Bs.As. “va muy bien” con lo que acaba de suceder en una entrevista de admisión en Tucumán o en Salta, así como cuando nos reunimos a trabajar armando nuestro panel sobre qué nos dicen los niños hoy, hay experiencias compartidas, cierto entendimiento que fluye en lo que fue el acto de cada uno. El pensando conecta y comunica estas vivencias, al modo ensayístico, “relax”, como una asociación libre que se hace mientras se toma un café con un amigo en algún rinconcito de Palermo, ¿viste tal serie en Netflix, no te hizo pensar en…?

Así, pensando en voz alta, aparece una idea ligada al argumento de las jornadas. Vulnerabilidad tiene en su etimología relación tanto con la palabra herida como con posibilidad. Entonces en un movimiento pendular que va de la época al sujeto, la reflexión apunta a situar cuales son las “posibilidades” de los sujetos contemporáneos. Nuestro tiempo está caracterizado por la caída de los grandes discursos, de los grandes significantes (S1) que comunizaban (generando anonimato, pero ordenando goces), y que hoy no operan como antes, quedando impotentes incluso para generar “masas” como lo analizaba Freud en la época del discurso del amo antiguo. El discurso capitalista, unido al empuje de la ciencia, en alianza con políticas neoliberales donde el Estado tiende a desaparecer como regulador, genera vulnerabilidades, pero del otro lado: ¿qué hay de los sujetos y sus invenciones sintomáticas actuales?

Muchos de nosotros acordarán que la clínica de hoy nos confronta con el desafío de nuevas invenciones donde el Edipo como brújula es condición necesaria pero no suficiente para entenderlas o para hacer una praxis. Pero ¿se trata de sujetos sin posibilidades o asistimos a nuevos anudamientos?; ¿y los niños?: ¿todos desorientados o con invenciones singulares que le permitirían un arreglárselas con esta época? ¿Podemos pensar que los chicos trans, los que consumen permanentemente juegos online y el contenido de los influencers y youtubers, los cosplayers, los adultos inmersos en las pantallas, serían modos contemporáneos de estabilización frente a lo insoportable del goce? Porque la clínica ha cambiado y con eso las transferencias y los modos de “hacer pareja” hasta con el analista, ¿no es esto producido por el capitalismo, navaja de doble filo que hiere pero que posibilita otras invenciones?; ¿coinciden en que hay más psicosis que antes, no serán – en cierto modo – producidas por el acceso del objeto a al cenit?... preguntas que se abren y que piden algunas respuestas a las que llegaremos, no totalmente desorientados porque tenemos un norte, un encuentro que puede producirse en septiembre 2020.

Pensando a partir de una serie de casos

La clínica con niños y adolescentes nos enfrenta a una clínica particular, no porque se trate de una especialidad, sino porque los niños y adolescentes son siempre actuales; dan a ver lo real de cada época.

Al consultorio suelen llegar padres exhaustos, sin saber qué hacer con sus hijos. Ya sea por demanda de ellos o demandas institucionales, llegan refiriendo graves “problemas de conductas”.

En gran medida la “gravedad” de estas conductas suele ser cierta, ya que nos encontramos ante actos de riesgo: violencia, consumos compulsivos, autolesiones, internaciones de salud mental, entre otros de parecido tenor.

Lo llamativo es que, ante las quejas de los padres, estos niños-adolescentes, no suelen presentar objeción, no se rebelan, sino que por el contrario lo afirman, al punto que luego de confirmar los dichos de los padres no pueden decir nada más: “es así…no sé por qué…no sé qué más hablar”. Parecen testigos de hechos que no los subjetivizan.

La época que transitamos está marcada por el declive de lo simbólico, de aquellos grandes ideales que orientaban a un sujeto, significantes lo suficientemente consistentes para direccionar un deseo. Hoy aquello ya no sucede. Lo simbólico ha dado paso a la predominancia de lo real, y de la mano, al ascenso del goce al cenit social.

Podemos pensar que allí donde estos jóvenes no encuentran un nombre donado por el padre, es decir un nombre familiar portador de una historia y de un deseo, aparece la búsqueda de hallar un nombre en lo social: toxicómanos, violentos, delincuentes, alcohólicos, suicidas, etc. En definitiva, nombres de goce.

Entonces, lo que uno encuentra se aproxima más a un hacer que a un decir. Lo que suele escucharse es una clínica de las pulsiones a la deriva; no tienen muy bien de dónde “agarrarse” más que de un modo de ser social. Modo de ser que anula la aparición de un sujeto con preguntas que resolver.

Allí los desafíos de la clínica actual. Pacientes que se presentan sin síntomas propiamente clínicos, sino más bien pegados (alienados) a un nombre de goce. Frente a esto ¿cómo ofrecer una alternativa que conmueva ese “no querer saber nada” que apunta a preservar sus modos de goce?

Considero que la apuesta es tomar en serio el “no saber qué más decir”, no como un acto de oposición ni de resistencia, sino como una verdad: no tienen nada más que decir ya que para ello responden con su ser. Falta la falta de palabras.

Entonces, desde nuestro lugar, funcionar como operador que inste a hablar, que exija -con la necesaria sutileza- la palabra, buscando provocar la aparición de un significante nuevo que sirva como una suerte de orientación a la deriva pulsional.

Se tratará, en definitiva, de crear las condiciones que permitan a un joven encontrar un significante propio por donde orientar el deseo; única forma para pasar de ser una serie de casos a un sujeto con su deseo.

Me llama la atención la cantidad de consultas de niños, por primera vez, que recibimos portando “informes” de las Instituciones escolares a las que concurren con descripciones escritas por los docentes que ya se orientan a un posible diagnostico (a veces TDAH, TOD o TEA).

Niños que llegan a nuestros consultorios ya “encasillados”, nombrados con significantes que remiten a patologías en forma sumamente ligera. Sugiriendo la escuela en estas primeras “derivaciones”, otro tipo de “acompañamiento” para el niño (A.T o Maestra de apoyo a la Integración).

Llegan así al consultorio padres angustiados que refieren que les han condicionado la matrícula en la Escuela a sus niños para el año próximo, en algunos casos ya en el Primer Grado, y exigidos del cumplimiento de un tratamiento psicológico que deberá ser informado semanalmente.

Podemos pensar aquí como una primera intervención la importancia y la especificidad de la clínica con niños que articula la metapsicología freudiana con el aporte de otros autores psicoanalíticos, los cuales sostienen que el niño es un sujeto en proceso de constitución psíquica, en crecimiento, en constante cambio, por lo cual no puede ser “encasillado” dentro de una categoría cerrada y estática tal como lo proponen algunos diagnósticos invalidantes actuales que los determinan de por vida.

“Consultan por un niño… Lo que molesta debe ser delimitado, clasificado. Son los padres (y la Escuela agregaríamos en este caso) los que dictaminan que un tipo de funcionamiento es patológico”. Janin, Beatriz, 2011.

Allí, como psicoanalistas podemos comenzar a trabajar con los papás, para abrir una posibilidad diferente en relación a estos significantes, un poder “despegarse” de la mirada y el discurso invalidante de esos “diagnósticos” en relación a su hijo, abriendo un camino en el cual comiencen a circular sus propias palabras en relación a éste.

Podemos pensar que la intervención del analista da parte a los padres en este “caso” ya que los padres forman parte de lo que le pasa al niño y del por qué consultan, devolviéndoles la palabra sobre su propio hijo, palabras de los padres que muchas veces han sido anuladas por otros que “saben” lo que le pasa al niño.

Siguiendo a Beatriz Janin, en su libro “El sufrimiento psíquico en los niños” podemos pensar que “nuestra tarea tendrá que ver con ayudarlos (a los padres) a ir armando su propio modo de albergar las angustias y los dolores de ese niño por el que nos consultan y de ir metabolizando ellos su propio dolor y la herida narcisista que produce el que un hijo no sea lo que se esperaba”.

El trabajo psicoanalítico tenderá a descentrar la demanda manifiesta, ir construyendo la posibilidad de cambiar el “foco” de lo que se decía desde la escuela y la misma familia sobre el niño, para dar paso a lo que el niño tiene para decir en cuanto a lo que le acontece.

Allí, a través del juego, de los dibujos, del modelado, se desplegará un escenario donde el niño expresará su subjetividad y a la vez la construirá. Siguiendo a Ricardo Rodulfo sabemos que el juego es esa escritura en donde el niño creará significantes que lo nombran y nombran lo que le pasa.

Aquí, el analista intenta que no existan diagnósticos rotuladores e invalidantes y que pueda establecerse la posibilidad de un tiempo de transformaciones. Que en vez de un diagnostico inmovilizador se pueda ir delimitando que conflictos están en juego, qué peso tiene lo intersubjetivo (o sea el funcionamiento psíquico de los que lo rodean), lo que su entorno dice y repite y entonces el niño también lo hace.

Amor o WiFi

Ahí andamos por la vida,
revisando el celular cada 5 minutos viendo
si hay amor o si hay Wi Fi,
lo que aparezca primero.

- Frase en un muro de Facebook -

Pienso que los distintos usos de las tecnologías que ubican al fenómeno de lo virtual en un parangón pocas veces visto, vuelven a poner sobre la mesa el anacrónico enigma del amor. Algunos casos me vienen a la mente:
1. Un matrimonio recuerda que en sus inicios se escribían cartas; la primera de ellas respondía a un anuncio en algún diario: “busco gente para conversar”.
2. Otra pareja ríe cuando cuenta que empezaron su relación vía Tinder.
3. Una mujer comenta que mantiene su correspondencia, vía redes sociales, de una ciudad a otra. Destaca algo: me encanta su voz.
4. Algo similar sucede con otros dos amantes; sus esporádicas reuniones están mediadas por los usos tecnológicos. Él escribió un libro y aprovecha sus disertaciones para descubrirla más allá del auditorio. A ella, el sexo no la conmueve, lo que le gusta es la voz.
5. Otra persona menciona que hace un par años entra en una plataforma diseñada específicamente para conocer gente con gustos afines. Le pregunto con cuántos de ellos se encontró. Refiere que sólo con dos en un año. Más adelante en el tiempo, afirma que la suma no ha sobrepasado en demasía el número inicial, que la pasó bien, pero se sigue cuestionando sobre lo que no funciona en estas ocasiones: a veces no es tan lindo, el otro es muy maricón, y ese que le gusta no le da bola.
6. Un hombre, en otros confines, relata sus avatares: no consigue dejarla, ni dejar de escribirle, tampoco puede cejar en el envío de mensajes de WhatsApp, abriendo una serie infinita de insultos confundidos entre palabras de amor.

Las redes sociales están ahí, como los Pokémon. Como Odradek. Hoy resulta muy difícil no topárselas, aunque lo que transportan no sea tan nuevo.

En mi tesis de licenciatura, que versaba sobre “el sujeto virtual”, me devanaba sobre los riesgos que implicaban los juegos de realidad virtual. El sujeto queda elidido en ellos. Algo semejante leía de Ernesto Sinatra en su libro “Todo sobre las drogas”. Allí señalaba un punto que considero maravilloso, y quizás atroz: el encuentro con lo traumático es ineludible. Cuando se corta internet, cuando un juego pasa de moda, cuando el chat deja de funcionar, o porque en algún momento alguien decide que la pantalla no le sirve más y quiere encontrarse, porque aparece el amor, o porque se va, como el wi fi. ¿Con quién se encuentra? ¿Con quién estaba?

Las redes sociales, y sus pantallas, tienen un aura de “pharmakon”, de droga o muletilla, en las que un sujeto puede quedar entrampado, enganchado, embrollado, encandilado. Pero, ¿pueden servir para el amor, cuando otras modalidades “han fallado”?

Esta encrucijada con lo virtual ya tiene historia. Se remonta por lo menos hasta el amor cortés y halla, luego, una suerte de epítome en el poeta Cyrano, que, bajo la pluma de Edmond Rostand, pone en tensión la cuestión del amor, cuando Roxane, en principio atraída por el aspecto de Christian, es conquistada por el ingenio del gascón de Bergerac, que se hace pasar por este último. ¿De quién se enamora Roxane?

Hoy, cuando desaparecen las cartas pero emergen los amores que dependen del wi fi, las máscaras de lo virtual traen novedades, aunque su programa no nos liberan de lo traumático y sus tropiezos. Entonces: ¿Qué diferencias trae aparejada esta época en la que reina la ciencia aplicada a las tecnologías y qué es lo que se repite de antaño? ¿De qué tipo de amor se trata, cuál es el orden de ese encuentro? ¿Qué sucede con la voz y qué lugar para un cuerpo que habla, para un ser hablante? ¿Acaso la proliferación de los medios de comunicación, en su reverso, posterga o elide el encuentro con lo traumático y nos vuelve más vulnerables? Quizás haya que develarlo a cada caso.

Acaso, la deriva de estos pensamientos encuentre partenaire para su puesta a punto en las V Jornadas Nacionales.

Leyendo los Pensando de los colegas, recordé un cuento de la enorme escritora Clarice Lispector “La imitación de la rosa”, este cuento está recopilado con otros bajo el subtítulo “Lazos de familia”. Aquí va algo de lo que alcancé a pensar.

El lazo social es una de las maneras en que Lacan habla del Otro. Del Otro en tanto cómo se arma para cada uno “la otra escena” a la que nos dirigimos cuando hablamos. El asunto es qué hacemos los analistas cuando ese “artefacto” no funciona produciendo desencuentro, malentendidos, lapsus, fallidos. Cuando no hay lazo social, las modalidades de aparición del desencuentro no entran en juego, entonces el empuje a lo idéntico de la totalidad, que no admite ni rechazo, ni falla, ni incertidumbre, no tiene la vía de lalangue frente al llamado de lo real por lo tanto el goce no admite ningún medio de representación.

“Laura se miró al espejo: … su rostro tenía una gracia doméstica… todo daba a su rostro… un aire modesto de mujer. ¿Acaso alguien vería en esa mínima punta de sorpresa que había en el fondo de sus ojos, en ese mínimo punto ofendido, la falta de los hijos que nunca había tenido? Con su gusto minucioso por el método –el mismo que cuando niña la hacía copiar con letra perfecta los apuntes de clase, sin comprenderlos - planeaba arreglar la casa…. y esperar a Armando. Ya en los tiempos del Sacre Coeur ella había sido muy arregladita y limpia … y un cierto horror al desorden. Lo que no había logrado nunca que Carlota… la admirase… Cuando le dieron para leer la Imitación de Cristo, con un ardor de burra ella lo leyó sin entender pero, que Dios la perdonara, había sentido que quien imitase a Cristo estaba perdido,… peligrosamente perdido. Cristo era la peor tentación. (_) Como había dicho el médico “tome leche entre las comidas… porque el estómago vacío provoca ansiedad… (-) ella, tomaba sin fallar nunca, obedeciendo … para que no pudiera encontrar en sí la menor incredulidad…. Oh que bueno estar de vuelta,… (_) No más aquella atenta falta de cansancio, no más aquel punto vacío y despierto y horriblemente maravilloso dentro de sí… Abrió los ojos y como si fuera la sala la que hubiera dormitado y no ella… Ah!! Que lindas son exclamó su corazón, eran menudas rosas silvestres que había comprado en el mercado… por osadía… sucedía que la belleza extrema la molestaba… dijo entonces a su empleada, ¿podrías pasar por la casa de la Sra Carlota y dejarle estas rosas? … cuando reunió las rositas húmedas en un ramo… las miró … irreprimible ella insinuó para sí: no lleves las flores, un segundo después el pensamiento fue … casi tentador: no las regales son tuyas. Laura se asustó porque las cosas nunca eran suyas. … lo que tenía que hacer era mandarlas sin ningún placer. Porque una persona debía tener coherencia… como viciosa ella miraba ligeramente ávida la perfección tentadora de las rosas. Entregó las rosas… se sentó… no, no estaba enojada… pero el punto ofendido en el fondo de los ojos estaba agrandado… “¿dónde están mis rosas se dijo?” Si se retira de una mesa limpia un objeto, por la marca que deja se ve que alrededor había polvo… las rosas habían dejado un lugar sin polvo y sin sueño dentro de ella… una ausencia que entraba en ella como una claridad. El la observó, … veía a su mujer … alerta y tranquila como en un tren. Que ya partiera.”

En este relato ficcional, podemos seguir el desencadenamiento de un llamado al Otro que responde con un pleno de sentido que anonada, (la tentación de la perfección) pero también nos deja ver que el modo de derrumbe es una respuesta, la que encuentra ese sujeto a pesar de la estabilización precaria o vulnerabilidad, y ahí para un analista hay una clave en lo que podría ser la conducción de la cura de un paciente psicótico. Lo mismo pienso con los niños, por grave que sea su presentación, estamos obligados éticamente a leer, que esa discordia es un modo de respuesta al purogoce de sentido, y no intentar rehabilitarlo de eso, como si se tratara de conducirlos hacia el Bien.

La Vulnerabilidad, hoy…

La invitación a las Jornadas de Salta 2020 y el título propuesto por la Comisión Organizadora despertaron en mí algunos interrogantes. Trataré de articular los ejes propuestos.

Definir el término “vulnerabilidad” nos remite a aquel estado de incertidumbre e indefensión frente a determinadas circunstancias que nos amenazan. El hombre pierde allí su certeza, viéndose impedido de resistir o atemperar las amenazas que pueden provenir de la naturaleza, de sí mismo o de sus semejantes.

Podemos decir también que pierde la capacidad de anticipar ciertas respuestas que antes lo ayudaban en su integridad, la imagen de sí mismo y su identidad, las cuales quedan perturbadas.

Retomé especialmente el texto de S. Freud “El Malestar en la Cultura”, de 1930. Allí Freud señala muy claramente que la desprotección y la incertidumbre nos rodean desde el mismo momento en que pertenecemos al mundo humano. De ello se desprende que la vulnerabilidad es inherente a la conformación de la misma vida psíquica. En otras palabras, es estructural.

¿Coincidimos hoy con dicha afirmación? Recordemos sus palabras: “La vida –tal como nos es impuesta – nos resulta harto gravosa, nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles”….” Para soportarla no podemos prescindir de calmantes: satisfacciones sustitutivas, sustancias embriagadoras e incluso el consuelo de la religión”.

Parecería que para Freud, para soportar la vida, tenemos alternativas.

Sin embargo, ya en 1920 en el texto “Más allá del principio del Placer” introduce el concepto de Pulsión de muerte como aquello que “altera” con la repetición, la búsqueda de felicidad y la homeostasis.

Así el hombre padece su cuerpo, su finitud y el lazo con los otros, desde el mismo momento en que se integra a la civilización.

En nuestra clínica, el sujeto demanda ayuda a su padecimiento, a su incertidumbre, a su dolor existencial. El Psicoanálisis y su consentimiento al dispositivo, le posibilitarán escuchar-se detrás de los dichos conscientes, y encontrar aquellos que insisten en la repetición que se anuda en el síntoma.

Cada vez, la función del analista con su ética y bajo su responsabilidad, le posibilitarán que su programa de goce se acoten, permitiéndole una vida más acorde a su deseo, una vida menos miserable.

Puedo concluir que frente a la actual vulnerabilidad que agudiza nuestro padecimiento, el Psicoanálisis se erige como la mejor herramienta para sobrellevarla.

Del Narcisismo a la Selfie

Analizar el fenómeno de la selfi implica pensar en la adolescencia ligada a la época. Una época atravesada por la tecnología y el consumo, de la hiperconectividad, del imperialismo de la imagen y de masas conformadas por Unos-solos.

Nuestros adolescentes no están ajenos a una época y además son más vulnerables al capitalismo y sus mandatos de goce y satisfacción inmediata. ¿Dónde reside su vulnerabilidad? en que se encuentran en una etapa de constitución subjetiva, donde las transformaciones del cuerpo biológico y el empuje pulsional conmueven la estructura, poniendo en jaque la propia imagen. El encuentro con el despertar de la sexualidad implica siempre un encuentro con lo real y sus consecuencias.

¿Qué particularidades presentan en la clínica nuestros adolescentes, a partir de pensar en una época donde imperan las imágenes? ¿y cuáles son las implicancias en el narcisismo, efectos y posibilidades de intervenir?

La adolescencia con sus cambios impacta sobre el narcisismo y la imagen, que atravesarán un proceso de rearmado que hoy incluye las selfis, con su marco que otorga cierto límite, orden.

La imagen como un significante que los orienta.

El adolescente busca una mirada de reconocimiento y aceptación a través de las selfis, en un movimiento subjetivo de construcción de su nueva imagen, como un compás entre lo viejo y lo nuevo, en donde la inestabilidad sobre la propia imagen es lo que impera.

Construcción que va de la mano del fantasma, de su consolidación, de una respuesta al “que me quiere” del Otro, que se va gestando, y que puede ser o no una defensa, funcionando como acote a la demanda inconsciente eternizada del Otro, demanda pulsional que siempre es vivida como exceso.

Por ello puede ser una etapa de excesos, cuando no hay suficientes recursos simbólicos en el armado de esa respuesta fantasmática, donde la imagen queda permanentemente alienada al Otro cultural, social, de pares, con sus imperativos y estándares en relación a la imagen.

Excesos en su valoración, como un significante ya sea de aceptación e inclusión, en la exposición de cuerpos, de escenas cotidianas divertidas, sexis, exitosas, glamorosas, que evocan la perfección de un yo ideal inalcanzable y capturados en la imagen siempre completa del otro.

Hipervaloración de la estética, la belleza, lo sensual, en detrimento de otros valores. El propio cuerpo en un lugar fetiche o de objeto de consumo, en un mundo omnivoyeur, como lo llamó Lacan, que promueve un goce solitario, sin crear lazos verdaderos, solo la propia satisfacción, el propio brillo narcisista.

¿Cómo sociedad tenemos herramientas para regular ese goce en exceso que se presenta por la vía de la imagen? Ciertamente estamos invadidos por la imagen y las tecnologías que promueven su culto.

¿Cómo regular esos excesos a los que están expuestos y que impactan de manera directa sobre el cuerpo-imagen, su narcisismo, su identidad?

En el rearmado de su imagen, prestarles vestiduras que puedan funcionar simbólicamente, otorgando valores como la dignidad, el respeto, o algún atributo o cualidad que funcionen dando seguridad y estabilidad, sin la necesidad permanente de conformar a las valoraciones colectivas y sus “likes”.

La vida como espectáculo a la espera de signos de amor, los vuelve cada vez más vulnerables, en un entramado donde lo público y lo privado desdibujan sus límites.

Alejarlos por tanto de la búsqueda de una satisfacción plena y sin medida, para encausar el deseo en una trama simbólica.

¿Los adultos, no somos vulnerables también?

Si, vulnerables, pero no la misma vulnerabilidad que un adolescente. No hablamos de una misma clínica. El deseo requiere el sostén que el fantasma puede darle y es la adolescencia el tiempo donde el fantasma está en proceso de construcción y consolidación, a diferencia del adulto. Por ello la clínica de la adolescencia se presenta en general más alejada de las formaciones del inconsciente y de análisis que impliquen su desciframiento, y nos acerca en cambio a las problemáticas del acto y a las derivas pulsionales que se manifiestan como impulsiones, excesos y adicciones.

Como sociedad y como analistas se presenta el desafío de regular y distribuir el goce, evitando que caigan en esos excesos que pueden resultar muy violentos, prestándoles un marco, un encuadre, a esa selfie.

Hay otros modos de satisfacción pulsional posibles, hay maneras de rearmarse que no implique quedar capturados en la imagen, en la mirada del Otro… de Instagram, TikTok, WhatsApp,… y hay que mostrárselas.

La época actual tiene diversas características que lo definen. La creación lacaniana del discurso capitalista nos muestra la vorágine de la época, el sin freno, sin límites.

En “El malestar en la cultura y en “tótem y Tabú, Freud ya nos advierte sobre el poderío de la pulsión de muerte. El más allá del principio del placer sitúa a la pulsión en un horizonte que tiende hacia la muerte.

Actualmente aparecen diferentes manifestaciones de esta pulsión de muerte: las toxicomanías, femicidios y otros actos de violencia.

Entiendo la vulnerabilidad como la precariedad de recursos subjetivos para afrontar sucesos vitales, y en la tendencia al acto-descarga comportamental y/o somático. Así, estos actos de violencia aparecerían como “expresiones” de la vulnerabilidad del sujeto.

Vivimos en una época de deslizamiento hacia una voluntad de un todo-goce, que adopta la forma de un mandamiento. Mandamiento que puede ordenar la muerte de lo otro diferente de lo mío. En su “teoría del capricho”, Miller señala que se trata de una voluntad que si bien responde al mandato de la ley, ese mandato es una ley insensata que es asumida por el sujeto. “Así lo quiero, así lo ordeno”. Es un capricho que escapa a la ley.

Fight Club (conocida como El club de la pelea) es una película de 1999 protagonizada por Edward Norton, Brad Pitt y Helena Bonham Carter. Norton interpreta al protagonista, un "hombre común", cuyo nombre no se revela, que está aburrido con su profesión liberal en la sociedad estadounidense, por lo que funda un "club de peleas" clandestino con un vendedor de jabones llamado Tyler Durden (interpretado por Brad Pitt).

La violencia en el club de la pelea no sirve para promover el combate físico, sino para que los participantes experimenten “sentimientos” en una sociedad en la que están entumecidos de otra manera. Las luchas representan tangiblemente una resistencia al impulso de ser "encerrados" en la sociedad.

“…Tú no eres tu trabajo. No eres cuánto dinero tienes en el banco. No eres el auto que conduces. No eres el contenido de tu billetera. No eres tus malditos pantalones. Eres la mierda obediente del mundo….”.

Esta frase promulgada por Tyler aseveraría el impulso de no ser encerrados en la sociedad. Ahora, me surge la pregunta: ¿el club de la pelea fue creado para escapar del encierro o es un modo alienado de estar en el sistema? ¿Es un proyecto para generar un caos o un modo obediente de estar en el mundo?

De lo que no quedan dudas es que se trata de un club de vulnerables, unido en identificaciones imaginarias.

Aparecería como desafío la restauración de la vía simbólica….

Era diciembre. El tiempo estaba más caluroso. Los niños, las familias, ya iban percibiendo el acercamiento del cambio de la rutina diaria.

Uno de esos días, afuera de mi consultorio, se sintieron gritos y corridas. Ruidos que hicieron eco en el extenso pasillo del edificio. De repente, de manera casi desenfrenada, golpearon la puerta.

Un niño. Un niño que gritaba: ¡Rápido! ¡Tengo necesidad de jugar! Frase que no pasó desapercibida, no solo para mí, sino también para aquellos vecinos que se asomaron como buscando un sentido a semejante alboroto.

Abrí la puerta del consultorio y me acordé de una canción infantil que decía algo así como “[…] abrir la puerta para ir a jugar […]”, pero, desde el espacio clínico, me pregunto: ¿qué más abrí con esa puerta?

Jugar, no es solo una acción. Es también una construcción. Construcción del lenguaje, construcción de lo imaginario y también de lo real. Es un despliegue de fantasías, de pulsiones, de deseos. Y al mismo tiempo es elaborar situaciones traumáticas, explorar el mundo, simbolizar, aflojar tensiones y crear situaciones placenteras. Es cultural. Permite encontrarse con uno mismo y ligarse a los otros.

Desde esta mirada, el juego se transforma para el niño en una herramienta fundamental para el armado de su construcción psíquica, herramienta que va sufriendo varias transformaciones según la etapa de la construcción subjetiva.

Actualmente, pareciera que no se le da tanta importancia al juego infantil. No todos los niños saben jugar. O por lo menos jugar de manera simbólica Existen actividades que mantienen al niño conectado, pero conectado a un aparato, a una línea, a un mundo virtual. Conectado y desconectado. Desconectado del mundo real. Porque para conectarse con el mundo real, es fundamental el papel del adulto. Es el adulto el que introduce al niño al mundo del jugar. Es el adulto el que posibilita el juego. Es el adulto el que, por medio de lazos afectivos transforma al niño en un “Ser jugado”.

Entonces, si el juego es una conexión ¿Qué consecuencias tiene la falta de juego en el niño? ¿Cuáles son los avatares de la vida diaria con la que se enfrenta un niño que le imposibilita jugar? ¿Qué lugar ocupa el juego en un espacio psicoanalítico?

En la clínica con niños, seguramente, no hay una historia para develar, sino una historia para armar, un lenguaje para descifrar e intervenciones que permitan construir. Es el juego el que nos va a permitir articular el mundo interno y externo de cada pequeño sujeto.

¿Cuál es el papel de los padres en este jugar? Tal vez, también ahí, según la peculiaridad de cada caso, la creación de un espacio de orientación, permitirá que en cada familia, se despliegue un espacio de comunicación, estructuración y diversión.

Termina el verano. Nuevamente comienzan las clases, las rutinas diarias, las actividades extras escolares, las reglas, las normas. Los niños dependen de los adultos. ¿De quién dependerá su jugar?

Tenía ganas de escribir algo para este Pensando, pero cuando leía la consigna que fuera una articulación teórica, me quedaba sin palabras. Me gusta la clínica, me gusta pensar los pacientes, reflexionarlos, mirarlos muchas veces desde distintos ángulos para que mi mirada no quede sesgada.

Entonces, busqué las hojas impresas sobre los ejes de las Jornadas para volver a ver cuáles eran los temas que abarcaban. Estaba en una mañana tranquila, sola, mientras mis hijos y mi marido dormían, y yo podía tener un rato para mí, tomando mate en el balcón y escuchando los pajaritos de una mañana de sábado anunciando el comienzo de un fin de semana de Marzo.

Había leído muchos Pensando sobre infancia, sobre diagnósticos, sobre necesitad de palabra. Por la etapa de la vida en la que me encuentro, mis preguntas van muchas veces por el lado de la crianza de mis hijos, la función de padres, de madres, las escuelas. Disfruto mucho recibir padres en mi consultorio con preguntas respecto de su función. Y ver también como, al comenzar a hablar, rápidamente se van desarmando los síntomas en los niños…nunca tan acertada la frase lacaniana de que el niño es síntoma de la pareja parental.

Entonces, en este torbellino de ideas, leo el primer eje: “Infancia: la palabra que nos hace falta”. Inmediatamente pienso en los padres. ¿Qué nos pasa a los padres? ¿Nos falta palabra para nuestros infantes? ¿Por qué cuando estamos cansados sucumbimos rápidamente a dejar que nuestros hijos se alienen frente al televisor, la tablet o el celular? ¿Por qué cuando, en la lógica de este mundo tan consumista, nos piden “me compras”, no podemos entender que cuando un niño pide algo, está pidiendo otra cosa? ¿Por qué en muchas escuelas se usan pantallas desde las 8 de la mañana con niños de edad preescolar? ¿Qué nos pasa a los adultos? ¿Qué nos pasa a los padres? ¿Qué palabra nos hace falta?

El lunes 2 de Marzo, fecha de inicio de la jornada escolar, mi hijo de 5 años fue diagnosticado con conjuntivitis viral. Un cuadro que lo mantuvo casi 3 días con los ojos cerrados. Un cuadro que fue muy angustiante para mí como madre, pero que en los momentos en que él se sentía un poco mejor, me invitaba a jugar. A Jugar porque no podía mirar la tele. Sus ojos se habían abierto a otras cosas… los niños de hoy juegan como los de ayer, los niños quieren jugar, jugar justamente es el rasgo de la infancia, los niños quieren hablar, quieren contar. El tema es si los adultos estamos en condiciones de escucharlos, de jugar con ellos, de hacer que la palabra no falte en ese diálogo intergeneracional que promueve el amor. Cuantas cosas nos estamos perdiendo, padres e hijos, cuando las pantallas se convierten en un “familiar” más.

Leyendo una noticia en la web me resuenan varias cuestiones. Y más aún hacer play en el video adjunto. Algo de lo que leía, veía y escuchaba motorizó la escritura de estas líneas, que bordearán algo de la temática propuesta por estas jornadas: Tiempos de vulnerabilidad, desafíos en la clínica. Agrego nuestra clínica, aquella que nos atraviesa, concierne y que desborda las cuatro paredes del consultorio, afortunadamente. Los niños de hoy, ¿que nos dicen? Les propongo compartir (e imaginar) que lectura hacer de esta niña protagonista de este video... En la imagen primera, antes de reproducir el video, se puede ver a un adulto y a una niña, abrazados y sonriendo. Play. Se escuchan risas, se los ve divertirse, entretenidos en una ficción que ofrece este padre a su hijita de cuatro años. Ficción que posibilita y permite transitar lo más angustiante, cruel, trágico como lo puede ser una guerra, donde estallidos de bombardeos se transforman lúdicamente/mágicamente en estallidos de risas… lo mágico que puede ser el jugar frente a aquello que atente la vulnerabilidad del ser hablante, el juego como recurso simbólico que resguarda, que amortigua algo del malestar que genera la cultura. Pensaba… que ofrecimiento tan amoroso el de este padre a esta niña, alguien que arma y brinda una realidad ficcional donde lo real de la guerra “bombardea” lo menos posible la subjetividad y realidad interna de la niña. Pensaba en las resonancias subjetivas que implica convivir en un contexto social de tal magnitud, resonancias no exclusivas por residir en un país sumergido en conflictos bélicos, sino que por el solo hecho de vivir, todos y cada uno de nosotros, intentamos hacer algo con aquello que nos angustia, nos duele, entristece, con aquello que muchas veces se torna insoportable. Como soportar lo insoportable, y acá el jugar como recurso simbólico que permite de algún modo hacerle frente, como lo es también la función del analista, quien aloja aquello que no funciona, que hace ruido, aquellas contingencias y eventualidades que porta la vida de niños y no tan niños.

Quienes operan desde el lugar analista, ofrecen un espacio de alojamiento, de juego, un lugar de encuentro donde los desencuentros que implica vivir pueden tener lecturas que van más allá de lo imaginario y especular, restando consistencia a la ferocidad de las imágenes que atan a los hablantes a lugares de puro sufrimiento y malestar. Allí los analistas invitamos a que se dispongan de otras versiones, más saludables y menos mortificantes, trabajando las ataduras que nos conducen a los modos de gozar imperante en cada uno. En esta línea de ofrecimientos, por qué no pensar que quién esté dispuesto a jugar, por el simple y complejo hecho de jugar, está proponiendo nada más y nada menos que hacer algo con “eso” que atenta lo más propio y estructural del hablante que es la castración, la no-relación sexual de la que nos habla Lacan. El desencuentro a diario y a toda hora al que estamos sometidos por el mero vivir nos exige de algún modo rebuscárnosla con esto, y allí cada uno hará lo que pueda.

Varias fueron las definiciones que he leído de la palabra vulnerabilidad, pero elijo quedarme con la siguiente: “Es el grado en que las personas pueden ser susceptibles a las pérdidas, a los daños, al sufrimiento y la muerte. La vulnerabilidad se relaciona con la capacidad del individuo a enfrentar eventos dañinos y peligrosos”. Me quedo con esta acepción porque pienso pone en juego la muerte y la vida, la convivencia de las pulsiones de vida y de muerte que Freud ha mencionado habitan el psiquismo, y que de algún modo cada uno de nosotros apostará por habitar su mundo algo más ameno, más amoroso, más saludable aún haciendo lugar a lo insoportable, a lo intolerable, a la angustia (estando advertidos que lo más trabajoso en la vida es hacer lugar a la pérdida).

Autismo y Adolescencia

Hace un tiempo vi en Netflix la serie norteamericana Atypical, creada y producida por Robia Rashid, la misma salió en el 2017, tiene tres temporadas y va por su cuarta. Cuenta la historia y los variados avatares de un adolescente Sam que es autista, de los autistas llamados de alto talento, y su entorno familiar, escolar y terapéutico.

Pensando en nuestras próximas jornadas y recuperando los dos significantes principales del título de las mismas: “vulnerabilidad” y “desafíos” me interesó introducir a partir de esta serie la pregunta por la adolescencia en el autismo: ¿Cómo es transitada en estos tiempos de vulnerabilidad? ¿Y qué desafíos clínicos nos instala a quienes acompañamos desde los dispositivos del campo de la Salud Mental y de la Discapacidad?

J. A. Miller en su texto “En dirección a la adolescencia” nos dice que es conveniente pensar a la adolescencia como una construcción y, más específicamente, como un artificio significante, estructurado por tres cuestiones fundamentales: la salida de la infancia, la diferenciación sexual y la intromisión del adulto en el niño. También nos orienta sobre lo nuevo en la adolescencia, señalando varios puntos al respecto, de los cuales destaco en esta ocasión el de la producción de una socialización sintomática en la adolescencia actual, es decir, la adolescencia como momento en el que la socialización del sujeto puede hacerse bajo los modos sintomáticos más diversos.

Pienso entonces en los sujetos con estructura autística donde las distintas soluciones sintomáticas que ellos encuentran para hacer con el lazo social son sumamente delicadas y habitualmente necesitan de dispositivos clínicos pensados en el caso por caso y armados cuasi artesanalmente, a partir de contemplar los sutiles detalles, los intereses específicos y las oportunas e inoportunas contingencias.

Atypical me parece que, salvando las distancias contextuales, socio-políticas e idiosincráticas existentes entre Estados Unidos y Argentina, es una serie que nos permite leer en audiovisual ficción el devenir de un sujeto autista y su tránsito por la adolescencia. Una manera más de hacer lectura de casos que nos posibilita pensar una clínica bien actual, presente, compleja, intensa y en expansión en la que nos toca intervenir y dar respuesta desde los equipo interdisciplinarios de Medifé.

Me interesa terminar esta reflexión citando a Eric Laurent quien en el último Foro Internacional de Autismo realizado en Barcelona en marzo del 2018 nos invita a continuar investigando sobre el autismo, a través de escuchar los valiosos testimonios de vida de jóvenes y adultos con autismo de alto talento, también los testimonios de sus padres e instituciones, ya que esos testimonios darían las pistas necesarias para afinar los conocimientos de la lógica del autismo en tanto entidad clínica y nos permitirían avanzar en los abordajes clínicos y pedagógicos precoces sobre el mismo. También nos propone preguntarnos desde dónde pensar el autismo? Nos responde desde algunas paradojas, y una paradoja central es que cuando se trata del autismo nosotros mismos debemos aprender.

Atypical es una serie que nos permite armarnos una idea, al modo de un testimonio ficcionado y que nos ayuda a volver a atar cabos, una vez más, entre nuestra práctica cotidiana y la formación teórica renovada. Sugiero que la vean!

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Referencias bibliográficas:
“En dirección a la adolescencia” Jacques Alain Miller, número 28 Textos del siglo XXI Intervención de clausura de la 3º Jornada del Instituto del Niño: “Interpretar al niño”, Francia marzo 2015.
“Marcas del aprendizaje y agujeros del lenguaje en el espacio autístico” Eric Laurent, Foro sobre Autismo: “¿Insumisos de la educación?” Barcelona marzo 2018.

PENSAR, HABLAR... Y ESCRIBIR.

“Pensar en voz alta”, empujado por las circunstancias actuales de la pandemia que puso en primer plano la “vulnerabilidad humana” , condición estructural que trasciende fronteras entre las que se perfila la condición de sujeto. La crisis del coronavirus articula dos términos “tiempos” y “vulnerabilidad”, uno nos remite a la época y sus consecuencias en las subjetividades, y el otro se liga a la hilflosigkeit que Freud nos anunció como condición de la naturaleza humana. Enunció así los peligros a los que estamos expuestos : la naturaleza , la relación con los otros y la Muerte en tanto significante Amo. Embargo por un malestar por el solo hecho de asistir como sujetos a la civilización. Aquí se anuda la condición de indefensión, característica estructural del sujeto en tanto viviente.

¿A qué registro asignarle al coronavirus su condición de amenaza a la existencia ?
Adelantándose a su época , Lacan develó en su “discurso del capitalista” los términos por los cuales una forma de lazo social revela la ausencia de la castración empujando a la desmesura y la acumulación sin límites. Achille Mbembe da un paso más allá en la crítica al capitalismo, señalando que en manos del neoliberalismo la política no solo está interesada en la domesticación y su productividad sino en la efectiva eliminación de los cuerpos, en erigir “mundos de muerte” y su legitimación social mediante discursos que apelan a la creación de subjetividades ajenas a la falta de leyes y al exterminio de la diferencia: la “necropolítica”.

Por otra parte, Lacan apeló al concepto de “época” para ubicar dos invariantes fundamentales a la experiencia del análisis : sexo y muerte. Como articulación entre las ilusiones de la religión y la eliminación de los cuerpos en la política.

Alejándose de cierto “psicoanalismo” Freud insistía que el Psicoanálisis no es Weltanschauung, pero si una acción ética que tiene al otro en cuenta en tanto semejante dándole la palabra. Como discurso, domestica la pulsión de muerte inherente a la naturaleza de nuestra existencia, propiciando las “condiciones” de mantenimiento de las diferencias y supervivencia del lazo social. Como ilustración de las particularidades de afectación de la pandemia , traigo algunos testimonios:

Me preocupa ya que tuve neumonía hace un tiempo y me duró un mes. Fue muy fuerte.
-Norberto. Bueno, me estoy quedando con mi papá dándole una mano y mañana prefiero no usar medio de transporte. Quizás podriamos tener sesion por telefono o skype. Como una alternativa...
-Hola, podría darme un horario porque quiero hacer una consulta urgente. Mi teléfono es....
Dejo a cielo abierto y para debatir... la universalización de los efectos de este real me condujeron a cuestiones que abrieron varios interrogantes , en primer lugar sobre la utilización de la tecnología en la práctica, cuestión a la que me había resistido hasta hoy.

Volviendo al origen Snoezelen

Pensando en el origen del método Snoezelen / Multisensorial, el mismo surge en Holanda en la década del ´70, basándose en la creación de una atmósfera estimulante, que lleve el exterior al interior de las casas, o ambientes donde se encontraban las personas, que no podían salir debido a la condición climática o a su discapacidad.

Snoezelen es la contracción de dos palabras Holandesas que significan: Snufflen: imaginarse y Doozelen: soñar, y se define como un despertar sensorial a través de la propia experiencia.

En la actualidad las Salas tienen un formato y diseño interactivo desarrollados para estimular los sentidos. En estos ambientes las personas se impregnan de variadas sensaciones controladas; olfativas, gustativas, auditivas, táctiles y motrices, que pretenden desarrollar aspectos cognitivos-ejecutivos.

En momentos como éste donde nos encontramos atravesados por una pandemia, que nos obliga a permanecer aislados, nos brinda la posibilidad de desarrollar lo mejor de nosotros como profesionales, personas y sociedad pensando que la única solución de cuidarnos y sanarnos es quedándonos en nuestras casas y siendo solidarios.

Al igual que otros profesionales, buscamos estrategias de intervención para poder asistir a las personas y sus familias en tiempos de Coronavirus.

Los métodos de trabajo cambiaron y ahora gracias a la tecnología podemos estar en contacto, brindándoles estrategias y herramientas para llevar a cabo en sus hogares, por el tiempo que dure esta situación y, haciéndoles saber que no están solos, que cuentan con nosotros en este momento.

Es ahí donde se vuelven a unir el origen del método y su finalidad.

Como Terapista Ocupacional especializada en salas snoezelen, utilizo esta herramienta junto a los niños que están en tratamiento. Ellos ya conocen los elementos de la sala y desde ahí, con ayuda de los padres, logramos crear ambientes en sus hogares que faciliten la relajación y alivien el estrés, intentando responder a las necesidades de cada uno, utilizando su entorno.

Ambientes que pueden modificarse según el momento del día, dedicado al juego dirigido, o dedicado a la relajación al momento del descanso.

Respetando la singularidad de cada caso, se modifican ambientes como la habitación, bajando el nivel de luz; el comedor, colocando un video relajante; realizando actividades online o juegos que solemos hacer en la sala, invitando a papás y hermanos a jugar; favoreciendo la interacción.

Este trabajo en conjunto familia-terapeuta estará focalizado en favorecer el uso de los sentidos, guiando la vivencia de experiencias sensoriales ricas y variadas. Fortaleciendo el vínculo en el hogar y acompañando para una mejor calidad de vida.

La serie de Netflix titulada Sex Education si bien está ambientada en los 90’ viene a mostrarnos entre risas y escenas tragicómicas algunos rasgos de la época. Realiza una crítica a la posición del adulto y de las instituciones formadoras: la falta de escucha, el no querer saber nada sobre “eso”, la dificultad frente a la diversidad. ¿Cuánto de esto nos atraviesa?

En esta serie el personaje principal ha leído algunos libros de su madre que trabaja como terapeuta sexual, y termina siendo consultado por sus pares en cuestiones referidas a sexo, le atribuyen un saber sobre su malestar y su sexualidad, frente a la angustia del encuentro con lo real de su propio goce (1). ¿Qué hace que un adolescente sea un referente frente a sus pares en cuestiones referidas a lo sexual?

Los que trabajamos con adolescentes escuchamos sobre los múltiples modos de goce, los encuentros con el otro, el sexo, el propio cuerpo. Experiencias sexuales consentidas, y también no consentidas. ¿Cuánto permitimos como adultos en esta sociedad que pueda hablarse y pasar por la palabra? En internet los adolescentes encuentran una variedad de información, pero en la realidad (no virtual) ¿cuánto de esto es asumido, aceptado, escuchado por los adultos como interlocutores de los adolescentes? Información no es lo mismo que saber, ya que éste último se construye en el lazo con el Otro. Esto lleva a preguntarnos entonces: ¿cuál es en la actualidad el lugar del Otro simbólico como orientador y facilitador del pasaje por la adolescencia?

Esta serie nos enfrenta a la urgencia de estar a la altura de los adolescentes de la época, tanto en el ámbito clínico como educacional. Y nos plantea implícitamente la pregunta ¿Estamos realmente escuchando? ¿Qué lugar le damos a la palabra? El rechazo de gran parte de la sociedad a la diversidad de género y a la ESI en Argentina nos confirma cuánto de la realidad supera a la ficción. Como afirma Eric Laurent: "hay que encontrar nuevos modelos que ayuden a la juventud a atravesar la adolescencia. La culpa es nuestra, no de los niños[…] (2)

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Referencias bibliográficas:
1- Lacan, J. "El despertar de la primavera", en Intervenciones y textos 2, Editorial Manantial, Buenos Aires, 1998, p. 110.
2- Laurent, E. "El objeto en el psicoanálisis con niños", en Hay un fin de análisis para los niños, Colección Diva, Buenos Aires, 1999.

Y ahora, ¿Qué hacemos con los chicos?

Aislamiento social obligatorio, ha sido el nombre con el que se impulsan las principales medidas del gobierno para evitar el contagio y propagación del COVID-19. La consigna mediática es “Quedate en casa”, ahora bien; surgen preguntas tales como ¿Qué hago con el tiempo? ¿Qué hago con el cuerpo confinado al encierro? Y ¿los chicos? ¿Qué hago con los chicos?.... El hogar, casa, departamento o mono-ambiente, es el lugar donde el aislamiento social nos “invita” a quedarnos y permanecer. La familia, cada una a su medida, se encuentra en un mismo espacio sin un tiempo ordenado por el ritmo que marca el trabajo o la institución, así como tampoco tareas claras, donde el adentro de la reclusión es igual al afuera –lejano y peligroso por estos tiempos-.

La pregunta: ¿Y qué hacemos con los chicos todo el día en casa? Trajo un sinfín de actividades para mantenerlos ocupados y darles un espacio entre su propio cuerpo y algún dispositivo electrónico. Las páginas de manualidades, tutoriales para hacer cosas sin moverse, “ideas” y hasta “rutina de actividades diarias” han sido de gran consulta en la web, como así también a los profesionales de salud mental.

Me pregunto si en estos tiempos, acaso los adultos no nos encontramos con el aburrimiento, la angustia, y extrañeza- por utilizar algunos nombres-. La rutina cotidiana marcada por actividades y el reloj biológico ¿No se ha visto afectada con las medidas sociales tomadas? Entonces nos preguntamos, ¿Por qué buscar un manual inacabado de tareas para llenar el tiempo de los niños sin dar lugar a que advenga el aburrimiento, o algún efecto irremediable de este encierro?

Pareciera entonces que algo de lo insoportable de la presencia del cuerpo del niño se hace presente, sin surgir una pregunta por parte de los adultos respecto a la pulsión y los modos en que la cultura la regula y pacifica, a partir de las actividades laborales que enmarcan los horarios de almuerzo, cena, dispersión, juego, baño, y todo lo que hacemos a diario.

La métrica del espacio no es lo que se pone en juego en el aislamiento social, sino lo que podemos (o no) hacer de ese espacio, que remite a una dimensión sin bordes del afuera, es decir, sin entrar, salir, extrañarse, buscarse, esperarse de cada miembro de la familia.

El desafío entonces no será compartir charlas y momentos adeudados con los niños y jóvenes, sino cómo hacer de esta cercanía inevitable, un momento para sostener el lazo social…

Ante este panorama, se tratará más bien de encontrar una solución propia que permita transitar este particular momento despojados de check list que cumplir en cuarentena. Para ello, los psicoanalistas nos disponemos como siempre a la escucha singular de cada malestar.

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Referencias:
• Freud, S. (1939): El malestar en la cultura. Editorial Folio S.A Barcelona. (2007)
• Freud, S. (1915): Pulsión y destinos de pulsión. Obras completas. Tomo XIV. Amorrortu editores. Buenos Aires.

Tiempos fuera del tiempo?

Justamente y sin preveerlo, el tema que nos convoca refiere a la palabra “vulnerabilidad”.

Cabe preguntarnos: Cómo se inscribirá está experiencia de cuarentena, de aislamiento social, de pandemia, en cada singularidad?

Lo desconocido nos coloca, nos acomoda y nos deja ahí, impávidos. En el espacio interno de nuestra cotidianidad. Ahí donde se aloja la intimidad, el descanso, y también la oscuridad , lo siniestro. La salud está en riesgo: la física afuera, la mental, adentro.

Este tiempo fuera del tiempo nos ubica en este lugar, en donde no nos conocemos. Permitamonos construir está experiencia, tomando aquello que sabemos, los recursos que están, que conocemos y que traemos consigo desde antes, para poder armar está nueva vivencia. Reedifiquemos el lazo social que se volvió virtual, pero no por eso perdió su valor simbólico. Se resignifico en el aislamiento.

Lo que debemos hacer para sobrellevar este momento llega desde todos los ámbitos. Tantas voces, tantos discursos que aturden el propio deseo, que se encuentra mezclado con el temor del enemigo invisible que deja expuesta nuestra vulnerabilidad humana. Puedo saber que hacer? Que miedos arcaicos y nuevos nos genera está situación de pandemia en lo singular? Tantos interrogantes surgen, sobre todo en nosotros, los analistas.

Al saber podemos construirlo día a día. Confíando en los recursos yoicos que fueron construyendo nuestra subjetividad. Confíando en el lazo social. Confíando en que el tiempo se volverá tiempo y quizás, solo si nos lo permitimos, está nueva experiencia nos devolverá una mejor versión de quienes somos, y qué deseamos.

Memes, Obesidad y Coronavirus

Desde que comenzó a circular la información sobre el coronavirus, también comenzaron a circular un sinfín de memes, chistes sobre el antes y el después del coronavirus, muchos mostraban como íbamos a quedar obesos a lo largo de la cuarentena, distinto de aquellas imágenes que se usan para vender tratamientos del antes y el después de los para adelgazar. Los gordos y los obesos han sido desde siempre discriminados, objetos de burlas y maltrato social.

Todos somos conscientes de la presión social que hay sobre la imagen del cuerpo. En estos momentos queda al descubierto el “fantasma social” al respecto. Qué nos pasa? Qué es lo que viene quedando afuera, que hay que, quedarse adentro? Algo retorna de un modo siniestro.

Me encontré pensando que hace muchos años la Obesidad ya fue declarada una epidemia en el mundo. Sobre la que es muy difícil actuar, dado que cambiar hábitos es una de las mayores dificultades para los seres humanos, el virus de la obesidad ingresó de la mano del sedentarismo y del consumo excesivo de comida poco saludable.

La obesidad es multifactorial me interesa reflexionar sobre el factor social de la misma, situando como uno de los síntomas propios de la epidemia de la obesidad es justamente el aislamiento social. Perteneciendo los pacientes obesos (por el Síndrome Metabólico) en estos momentos al grupo de riesgo frente a el Coronavirus. Se duplica el riesgo. Se duplica el estigma. Se duplica el aislamiento. Ya se habla del estigma que sufren los que se infectan con el coronavirus.

La espera de la vacuna contra el Coronavirus nos pone en una perspectiva de alguna salida a la pandemia.

Contra la Obesidad no hay vacuna, hay operaciones, las cuales no son la solución al 100% de la epidemia, ya que sin cambio de hábitos no hay recuperación. Es una enfermedad crónica.

Según la OMS, la obesidad ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial, y cada año mueren, como mínimo, 2,8 millones de personas a causa de la obesidad o sobrepeso (datos del 2017).

Para poder cambiar hábitos, incluidos los mentales, hace falta una gran toma de conciencia de parte de quienes padecen la enfermedad por un lado y por otro una toma de la propia responsabilidad en la recuperación de la misma. Una de las cuestiones que más dificulta la recuperación de la obesidad está relacionada con la mega oferta de comida en la calle y en la vida social. El virus está afuera, en lo que comemos y no adentro.

Este momento de cuarentena y de aislamiento social nos vuelve hacia adentro de nosotros mismos, pero también a la casa, a los hijos y a un sin salida, no se puede abrir la puerta para salir en la búsqueda de nuestros deseos, entonces se abre la puerta de la heladera, ahí el fantasma al acecho de quedar devorados y obesos. Ahí los Memes.

#Mequedoencasa

¿El nuevo imperativo de goce o una respuesta frente a la angustia?

Desde Europa y hace 6 años, Miller nos decía que se trataba de dejar atrás el siglo XX, para renovar nuestra práctica. Que el mundo había sido reestructurado por dos factores históricos, dos discursos: el discurso de la ciencia y el discurso del capitalismo. Y que desde su aparición, han logrado destruir los fundamentos de la tradición.

Antes, nos recordaba Miller, cuando la naturaleza era el nombre de lo real, se podía decir, como lo hizo Lacan, que lo real siempre vuelve al mismo lugar. Por lo tanto lo real, en dicha época, se caracterizaba por no sorprender.

En su última enseñanza Lacan formula "lo real es sin ley". Esto testimonia una ruptura total entre naturaleza y real. Podemos decir entonces, que no hay saber en lo real, está desprovisto de sentido. El saber es una elucubración fantasmática sobre un real.

Hoy, 6 años después de aquella indicación de Miller de renovar nuestra práctica, la retomo para intentar introducir un tiempo para comprender. No hay dudas que con esta pandemia el mundo nuevamente cambió, es un acontecimiento histórico: podríamos decir que de manera sorpresiva una contingencia se impone y “el mundo dejó de girar”. No sabemos las consecuencias subjetivas que dejará, como impactará en la singularidad y en los modos de enlazar los cuerpos. Como se hará para que el mundo vuelva a girar y que los lazos se restablezcan. Como restablecer las actividades que fueron abolidas de manera disruptiva y que dejaron a los sujetos expuestos a un real sin velo, casi en un estado de perplejidad que solo la angustia genera. Verificando brutalmente el hecho de que el Otro no existe. Y por lo tanto, que no hay Otro que sepa qué hacer frente a ese real. Podremos decir entonces que a cada uno le tocará inventar ahí, elucubrar un saber, fantasmático por supuesto, que le permita hacer frente a esa angustia y así encontrar la causa o el responsable de ese real, desconociendo el hecho de que lo real es sin ley, y por tanto sin causa.

Claramente ¡no sabemos cómo será! Lo que si verificamos es la cantidad de propuestas “para hacer en casa” mientras esta pandemia nos tiene a todos confinados al aislamiento obligatorio. Recetas de todo tipo para aprovechar y “no perder el tiempo”, que nos empujan a estar obligados a hacer, y si no se hace lo suficiente lo que retorna es el sentimiento de culpa por no estar a la altura de esas exigencias.

Hace tiempo comprobamos que la tecnología, bajo la egida del capitalismo, no ha liberado ocio alguno, sino por el contrario, ha borrado las fronteras entre el ocio y el trabajo, empujando a los sujetos a una productividad infinita haciendo de esto un circuito infernal en que quedan atrapados.

Entonces me pregunto, ¿cómo pensar el #mequedoencasa?

Podremos decir que este imperativo de goce, este empuje superyoico que se verifica y confirma, de la mano de la tecnología, sería una manera de hacer frente a la angustia, a este real que se impone y no tiene ley y con el que cada sujeto tendrá que poder inventar. Es decir, elucubrar un saber, una “respuesta” que sabemos es fallida. Pero, en otro sentido y tomando lo que nos plantea Marie-Hélène Brousse1 , es por medio del deseo “la única herramienta que los cuerpos hablantes tienen a su disposición para tratar lo real”. El deseo es, entonces, lo que a cada uno le permitirá hacer o no uso de él para arribar a un nuevo saber hacer.

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Referencias:
1- Marie-Hélène Brousse Encontrar en el mismo impasse de una situación la fuerza vital del deseo (ECF)

Mis reflexiones datan de mediados de febrero....

Las noticias alarman sobre un nuevo virus, al que- al parecer- todos somos vulnerables…

Tomando en cuenta la propuesta de trabajo para estas jornadas 2020 en Salta que en su invitación refieren a las consultas que estamos recibiendo, las consecuencias de las crisis, y nos pone en un tiempo de vulnerabilidades, de sujetos vulnerables, pensaba si esta población vulnerable está en relación a estos tiempos de crisis o es inherente al ser humano, ya que siempre nuestros pacientes, a nuestra consulta, acuden los vulnerados.

Es muy interesante analizar la particularidad, o el rasgo que identifican a esos grupos de personas vulnerables, pero todos somos sujetos vulnerables, por una u otra razón, lo somos. Como aquella genial frase que reza "de cerca nadie es normal", tampoco nadie escapa a la vulnerabilidad, todos tenemos una herida, un punto débil.

Rastreando el concepto pude ver que se pueden distinguir dos grandes definiciones de la vulnerabilidad humana: una antropológica, inherente a la fragilidad del ser humano y otra socio política, derivada del grupo, genero, condición económica, etc. Esta vulnerabilidad antropológica es con la que nos encontramos a diario, nuestros pacientes llegan heridos, lastimados, angustiados. La otra vulnerabilidad- la que se agrega, por ejemplo en estos momentos la edad o las preexistencias de salud, se agregan a esta vulnerabilidad primaria, pero son dos conceptos y dos universos diferentes, en uno hablamos de la condición humana aquello que nos es común, aunque se ponga en juego de modo diferente para cada uno. En el otro modo de entender la vulnerabilidad la pensamos como una condición que diferencia a unos de otros, que deja en desventaja a algunos más que a otros.

La vulnerabilidad que tiene que ver con la finitud y con la muerte nos toca a todos..

Eso también nos convoca a pensar y escribir, porque poner palabras donde hay vacío, es necesario.

Tendremos mucho que hacer para estas nuevas jornadas, ¡a trabajar!

Y para estos días de cuarentena les dejo en la voz de Pedro Aznar unos versos:

"El camino da mil vueltas, pero acaba siempre en lo mismo, el hombre juega su concierto con la vida toda. No somos dueños de nada, estamos de paso por aquí…"

Claro que no es indiferente el modo de pasar.

Sin duda Winnicott no vacilaria en calificar lo que estamos viviendo en estos días como una “ruptura de la continuidad existencial”, es decir, una pérdida más o menos repentina de nuestras coordenadas de orientación ordinaria, una conmoción del orden silencioso y confiable de nuestra cotidianeidad. Y sin embargo, aun en las situaciones más dramáticas, entiendo que Winnicott (tan cerca, tantas veces, de Camus) pensaría que no está mal sacudir -en esa conmoción, seguramente forzada por la crisis- algunas de nuestras certidumbres más naturalizadas y someternos a un esfuerzo de pensamiento crítico, en fin, a poner en marcha un reordenamiento de los valores que dan sentido a la convivencia y a la vida. En este sentido, creo que la noción de solidaridad y de “cuidado de sí y de los otros” se ponen en primer plano. El “esfuerzo de pensamiento” mencionado más arriba, también supone -y obliga como gesto político- una responsabilidad subjetiva ligada a la creatividad (que para este autor no es más -ni menos- que darle un nuevo orden a lo que se nos presenta, por costumbre o comodidad, como algo ya establecido de una manera razonable y totalmente incuestionable…), ya se sabe, como él mismo lo expresa “la mera cordura es pobreza” (o como leí por estos días en relación a la pandemia “cuando esto termine no volvamos a la normalidad, ese fue el problema!”.

“Tiempos de vulnerabilidad: desafíos en la clínica”.
La vulnerabilidad ante la captura imaginaria.


Poco ortodoxa es una ficción que representa una realidad actual. Se inspira en la situación de una mujer y en el corte que ella puede hacer con lo que Freud (1927) llama “las ilusiones de una religión”. Poco ortodoxa es una mini serie (2020, Netflix) que pone de relieve la vigencia de la problemática que comienza a plantear Freud y que Lacan ratifica de que el acceso al deseo no es una cuestión sólo individual.

La serie nos invita a ingresar en la vida actual de una comunidad jasídica, judíos ortodoxos que residen en un barrio de Brooklyn. Es un relato que expresa que las imposiciones de la moral y de la religión que se levantan contra las voluntades y elecciones del sujeto datan desde el inicio de las civilizaciones y continúan hasta ahora, en algunos contextos de manera más imponentes que en otros.

La protagonista, inmersa en todo el simbolismo de la religión y determinada por todos los mandatos que de allí se le imponen, vive en un conflicto constante entre responder a esa demanda que viene del otro y atender a su propio deseo. La regulación de los intereses individuales y de los vínculos llega al borramiento del sujeto, al punto de que ya no puede cuestionar ni los mandatos a los que está sometido ni sus propios intereses.

Si bien el yo comienza a estructurarse a partir de la imagen del otro, en esta instancia no hay un sujeto diferenciado. Lacan (1960) dice “subrayo los señuelos del semejante, en la medida en que de ese semejante como tal nacen los señuelos que me definen como yo”. Lo que el sujeto quiere, lo que se cuestiona y lo que desea no está contemplado en ese reflejo del otro. Es un reflejo capturado en el otro. Lo vemos en Poco Ortodoxa. Muchos reflejos de una misma máquina simbólica que repiten no sólo imágenes – misma vestimenta, mismo peinado, misma barba en los hombres, mismo pelo en las mujeres- sino que reproducen el discurso y los mandatos de la gran máquina asegurando su continuidad.

Lacan en el seminario de la Ética señala que la transgresión de la Ley lleva al sujeto a un riesgo donde a la vez encuentra como garantizada su potencia. En la escena donde la protagonista viaja en taxi y que ya ha atravesado el umbral que la lleva hacia sus propios argumentos y cuestiones (por habérselos cuestionado antes), vemos en el rostro esa sensación de temor por correr el riesgo de dejar todo lo que ha conocido hasta ahora, lo que aparentemente le daba seguridad y le prometía la felicidad, y la potencia que se avecina al correr ese velo y abrir los ojos a un mundo elegido subjetivamente, desde un deseo que viene del ella y no hecho desde la imagen del semejante.

Estas capturas en el plano imaginario, en los discursos y promesas –ilusiones- del otro no sólo provienen o pueden venir de una religión. En nuestra práctica clínica podemos escuchar a un sujeto cuyo discurso y deseo están alienados, es decir donde no está el sujeto sino otro. Otro actual, histórico, con nombre propio o sin él, pero presente al fin. El desafío como analistas es causar al sujeto en la vía de su deseo y de su pregunta, captar la vulnerabilidad de perderse ante aquel otro, ante aquello otro que lleva a “ese vacío que ya no sé si es mío o de alguien” (Lacan, 1960: 239).

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Referencias:
- Freud, Sigmund (1927). El Porvenir de una ilusión. Obras Completas. Tomo XXI. Amorrortu editores, 1986.
- Lacan, Jacques (1954). El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Seminario 2. Paidós, 1983.
- Lacan, Jacques (1960). La ética del psicoanálisis. Seminario 7. Paidós, 1988.

Más allá de la Pandemia, Más acá del Deseo

Desde algún lugar de esta sociedad del cansancio, de esta consabida realidad, la hoguera de almas de nuestra civilización baila al compás de una pandemia letal. Esta última ha generado todo tipo de indicios de padecimiento subjetivo en aquello que llamamos cuerpo, puesto que nos ha enfrentado a la única certeza que acaso abriga el ser hablante: nada más ni nada menos que la propia finitud. Ese Real arrojado a nuestra ex-sistencia, que hoy lleva el nombre de Coronavirus, no sólo amenaza franquear nuestras barreras orgánicas e inmunológicas sin respiro, sino que, de antemano, hace llover signos subjetivos en detrimento de nuestra alma.

La guerra contra lo invisible del virus activa lo más invisible de nuestro ser, pero no por ello sin consecuencias lacerantes visibles desde el malestar: insomnio de diverso grado, ataques de pánico, hipocondría, y toda una serie de cuadros clínicos que no se dejan examinar por artefactos científicos ni microscopios. No obstante, el cambio de rutina, la pérdida de la noción espacio temporal, y en el caso del colectivo de psicólogos, la adaptación activa de nuestra parte a las nuevas tecnologías, han generado una reorganización de nuestras prácticas y transmisiones (docentes, charlas, talleres).

Desde la descripción precedente de esta época es donde más se nos convoca, no solo a repensar nuestra practica desde diversos artefactos y plataformas digitales (¿Zoom, Skype, Videollamada común y silvestre?), sino, además, a seguir relanzando el deseo, a saber: no solo el propio deseo de analista, sino el de aquellos ciudadanos que manifiestan estas fallas epistemosomáticas (Lacan, 1966).

El espacio de escucha que se ofrece desde nuestro lugar, puede acaso generar, no solo un sesgo continente de las Inhibiciones, Síntomas y Angustias, de aquel sujeto vulnerado, que pulsando sin cesar vocifera con los retazos de palabras que caen de su ser, sino además, relanzar el deseo como antídoto a lo tanático que nos abriga día a día, a reconstruir su realidad, esa que ha quedado conmovida imaginariamente por el bombardeo de novedades inéditas, esa que abruma por su potencia y expansión a nivel mundial, y esa que, sin más, desafía cualquier pensar frente al sin sentido.

Hilvanar desde otros hilos las hipótesis simbólico-imaginarias, aquellas que tejen nuestra realidad cotidiana (y la de nuestros pacientes), cuyo combustible sea seguir en pie con aquellas cuestiones que dan vida a la existencia y los años, será acaso, el desafío cotidiano, codo a codo, sin tapabocas o barbijos de por medio, cuyo horizonte reza: neutralizar la pandemia interna y andar-sin-vencer.

¿NEUROSIS EN CUARENTENA?

Algunas de estas breves reflexiones son el resultado del intercambio que hemos ido teniendo, con los miembros del Equipo de Mar del Plata al cual pertenezco.

Uno de los legados de Lacan fue “no retroceder frente a la psicosis”. Y así lo hemos hecho, abriendo toda una gama de posibilidades teóricas y terapéuticas para el abordaje de dichas estructuras. Imagino a Lacan ahora diciendo “no retroceder frente a la atención remota”, como la han llamado, frente al abordaje del análisis con los recursos tecnológicos con los que contamos. Y fuimos pudiendo con el correr de los días, pero sin dejar de pensar que quizás tengamos que empezar a teorizar algunas diferencias, al igual que en las estructuras neurosis-psicosis. Y al igual que en las estructuras, las diferencias no implican imposibilidad, o que una tenga mejores recursos que la otra. Pero si, considero que diferencias. ¿Estas diferencias podrían incidir en la presencia del analista?. Sabemos que presencia del analista, no se refiere a la presencia física. Lacan habla en el Seminario XI de que la misma presencia del analista es una manifestación del inconsciente. La voz, por ejemplo, es una manifestación de la presencia del analista. En relación a la voz, una colega recordaba ayer una propaganda de Movistar, en donde le acercaban a un niño un celular, con la voz de su madre, sin imagen, ya que no existía la video llamada, para que pudiera dejar de llorar. Y el slogan decía: “Cuando llega tu voz, llegas vos”. Es por esto que coincido en que un excelente recurso es la voz, cuando es posible, sin la mediatización de la imagen de la video llamada, entendiendo que por otro lado, hay pacientes que necesitan “vernos” al menos en una pantalla.
Otra cuestión que surgió en el Equipo, fue que una colega mencionó algo así como: “El mal común atempera las neurosis individuales” atribuyendo a Freud esta teorización. Me quedé pensando, porque algo que había llamado mi atención, es que había algunos pacientes en los que había escuchado una suerte de “rápida mejoría” desde el comienzo del aislamiento obligatorio. Sin olvidar el caso a caso, en algunos pacientes es cierto que el aislamiento es casi una forma de vida, por lo que esa sensación de extrañeza que mencionaba anteriormente no es tal; en otros la mejoría viene de la mano de la falta de exposición ante situaciones fobígenas, ya que la vida para algunos esta llena de situaciones a las que deben estar expuestos y para las cuales no cuentan con los recursos psíquicos necesarios. Es decir, lo que quiero consignar, es que también la posición subjetiva con respecto a este aislamiento es individual y los efectos que esto provoca, también lo son. Ahora bien, lo que menciona Freud en “Psicología de las Masas y análisis del yo”, es que la neurosis vuelve asociales a sus víctimas, sacándolas de las habituales formaciones de masa. Ahora por el contrario, señala Freud, si se produce un violento impulso en la masa, las neurosis ralean, y en algunos casos, por un tiempo pueden desaparecer. El Covid 19 podría ser ese violento impulso en la masa.

Resonancias sobre Amélie Nothomb

Para quien nunca ha oído de ella, Amélie Nothomb nació en Kobe, Japón, en 1967. Algunos relatos, sin embargo, dicen que lo habría hecho un año antes en Bruselas, con el nombre de Fabienne-Claire. Varios de sus libros son autobiográficos. Se puede recorrer a través de ellos, el intento de construcción-apropiación de un cuerpo, desde su nacimiento hasta la actualidad. Amélie comienza siendo un tubo, al cual llena y vacía de comida. La pubertad llega para deconstruirlo; emerge la inanición como respuesta. Tras una profunda pérdida de peso: un cuerpo cadavérico esperando la muerte. Es en ese momento en donde aparece la escritura como recurso para ordenar, para ubicar algún borde o relieve. En Biografía del hambre detalla, con la agudeza que la caracteriza, el impacto que produjo en ella el encuentro con los cambios corporales que la pubertad propicia: “Seguía siendo un tubo, pero en mi espíritu se iniciaba ya la dislocación de la adolescencia. Una nueva voz habló dentro de mí, y sin amordazar a las precedentes, fue la interlocutora definitiva que me acostumbro a pensar en dos voces. (…) Mi cuerpo se deformó. En un año crecí doce centímetros. Me salieron pechos, grotescos en su pequeñez, pero ya eran demasiado para mí: intenté quemarlos con un mechero. (…) cree la Ley: el 5 de enero de 1981, día de Santa Amélie, dejaría de comer. (…) Después de dos meses de dolor se produjo finalmente el milagro: el hambre desapareció, dando paso a una alegría torrencial. Había matado mi cuerpo.”

Biografía del hambre testimonia el modo en que la autora se sirve de la escritura, para poner un manto de palabras sobre aquello que de otra manera no se pudo recubrir. En este libro da cuenta de lo que podría nombrar como su curación-solución: “A los quince años y medio, una noche, sentí que la vida me abandonaba (…) A pesar de los gritos de mi cabeza, mi cuerpo se levantó, fue a la cocina y comió. (…) La anorexia me había servido de lección de anatomía. Conocía ese cuerpo que había descompuesto. Ahora se trata de reconstruirlo. (…) la escritura contribuyó a que así fuera.

Existe un vacío estructural con el que todo sujeto, en su íntima vulnerabilidad, tendrá que vérselas. Todo arte se caracteriza por cierto modo de organización alrededor de un vacío. El escritor es alguien que frente a ese vacío, escribe; para encontrar su propia manera de habitar el lenguaje, como todo sujeto. Ningún sujeto puede sustraerse del encuentro con un real, sin sufrir. El oficio de escribir se encarna en un cuerpo que hace de la marca de su singularidad una narrativa propia, una voz propia. La escritura es un modo de hacer con lo real que deja una marca, una huella de lo propio allí 1. Por esto es que la escritura no es la simple asociación de ideas, sino que implica un trabajo corporal. En palabras de Clarice Lispector “escribir es una maldición porque obliga y arrastra, como un vicio penoso del cual es imposible librarse. Y es una salvación porque salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba.” Escribir es, entonces, un asunto libidinal y en él se percibe el saber hacer del artista; “no se puede escribir sin la fuerza del cuerpo.” 2 Nothomb es un testimonio de cómo, vía la escritura como invención singular, se intenta hacer algo con ese real.

“Yo escribo para soportar la vida. Y para soportarme. Vivir dentro de mí es terrible. Necesito, para soportarme, un mínimo de cuatro horas diarias de escritura creativa y cuatro o cinco horas más de escritura de cartas. Si no me atengo a esa disciplina, entro en proceso de autodestrucción. No puedo fallar ni un día". Amélie Nothomb.

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Referencias:
1 Mora, Victoria. Rodolfo Walsh. Escribir contra la muerte. 1ª ed. CABA: Modesto Rimba, 2018.
2 Duras, Marguerite. Escribir, Tusquets, Buenos Aires, 2010. Pág. 26.

Corona, el virus

Marzo del 2020. Un agente infeccioso microscópico unicelular invade el mundo. No es ciencia ficción. Es lo real que nos acecha, y nos conmueve órdenes imaginarios y simbólicos, bajo el nombre de virus. Destronarlo no parece nada fácil. Infeccioso, silencioso, mutante y asesino llegó aquí. El COVID-19. Con nombre y apellido, el pequeño se presenta como un monstruo grande que pisa fuerte. Es por ello que, en nuestro país desde el 20 de Marzo del 2020, se decretó el aislamiento como obligatorio. Como en el cuento de los tres cerditos, hay que meterse adentro de la casa para estar a salvo. Porque el lobo está y puede hacer estragos.

Hay dos fantasías neuróticas que pude escuchar en estos días frente a la irrupción del virus. El de la omnipotencia narcisista, que lleva a pensar: “no me va a pasar nada, total…yo me cuido”. Y el otro, ¿no es tenido en cuenta?. El otro se ausenta cuando uno cree únicamente y en demasía, aquello que piensa. En esta versión están los que salen igual a la calle, piensan que va a estar todo bien, que el mal lo tienen el otro, y ellos tienen una inmunidad especial.

La versión opuesta es la de aquellos que están esperando lo peor y sienten una angustia catastrófica. Una analizante lo expresaba así: “No veo la salida. ¿Cómo vamos a salir de esto?”. Tolerar la incertidumbre no se hace fácil para los que miden cada paso que dan.

Si “no pasa nada” o “pasa lo peor” suele pasar que se la pasa muy mal. Sea por la vertiente renegadora o panicosa, son dos formas extremas que puede adquirir el neurótico en tiempos de crisis que lo pueden dejar muy ensimismado. Si se piensa que no pasa nada, se puede actuar contra mí mismo o contra el otro. Si se piensa que pasa lo peor, se puede no actuar lo cual también resulta nocivo. Se me ocurre que una vertiente puede conducir al acting o al pasaje al acto y la otra, al síntoma, la inhibición o la angustia. Neurosis traumática o de guerra en el siglo XXI. Guerra contra un enemigo invisible y omnipresente, que viaja cual Banda de Moebius por el aire, pero se nos puede meter adentro. Mal que circula en los bordes de un adentro y un afuera que es preciso reducir por el bien de todos. Pienso que esto que digo, valdría para la Pulsión de Muerte que nos habita a los hablantes.

Freud vivió en época de guerras y pandemia. En 1920, hace exactamente 100 años, pierde a Sophie, una de sus hijas, a causa de la gripe española y tuvo las fuerzas de seguir escribiendo. Su célebre texto: “Más allá del principio del placer” es de esa época. Mas allá: el displacer, la tensión, el horror, la muerte. ¿Cómo anudar en ese más allá, un deseo?

Recuerdo la película “La vida es bella” en la que un padre a través del juego protege a su hijo del horror del exterminio nazi. El juego y la palabra en esa inmensa obra artística, apaciguan los efectos de un real descarnado, sin velos.

Una respuesta posible a cómo anudar un deseo en este tiempo, o en este “más allá” del placer, me lo expresó claramente una niña de 8 años que su juego me invitó a ponerle velos a lo que se me ocurre llamar: trauma viral actual.

En una sesión por videollamada, dibuja con entusiasmo algo que no dudó en colocar sobre la pantalla, que decía: “Coronavirus, te vamos a sacar la corona”. Me río con su ocurrencia y le digo: “¿Y a quién le podemos poner la corona?” a lo cual toma un objeto que tenía a mano y se lo coloca en la cabeza. Concluyo: “Ahora sos vos la reina”. En esa sesión me había enseñado cómo logró dormir sola en su pieza, con una soga que su madre le dio para que se vayan a dormir separadas, teniendo cada una un extremo de la misma y tirándola en caso de querer comunicarse. Con la soga va logrando elaborar la pérdida de su madre, tal como ocurre en el juego del Fort-Da en el que el niño tira del carretel para luego lanzarlo. Me pareció ejemplificador de este momento actual. Lo que nos enlaza hoy más que nunca es la distancia. Estemos juntos, en la distancia, como esta niña nos muestra, y si se me permite fantasear, que es tan importante como el jugar, que con entusiasmo por nuestra labor analítica, podamos finalmente coronar la vida.

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Bibliografía consultada:
- Freud, S. (1907-1908) El poeta y los sueños diurnos.
- Freud, S. (1919) Introducción al simposio sobre las neurosis de guerra.
- Freud, S. (1919-1920) Más allá del principio de placer.

Y un día nos despertamos y el mundo patas para arriba, ¿el reino del revés? ¿ es un sueño o una pesadilla? de que se trata? De repente nos encontramos rodeados de pandemia, virus, Covid, muertes, infectólogos ...Lo que hasta ayer era habitual, en un abrir y cerrar de ojos quedo raro y complicado. Un real intempestivo que nos sorprende y entonces ¿será algún orden de ficción necesario para enmarcarlo?

Como Alicia en el País de las Maravillas, estamos en un nuevo territorio, desconocido, un espacio que abre dos dimensiones: por un lado, la curiosidad ligada a cierta aventura a transitar sin mapas preexistentes y por otro lado el miedo. Aquel que acecha, real o imaginario, asociado a lo que no tiene fronteras establecidas, la sensación de desprotección y peligro que invade el cuerpo y como dice Irene Domínguez “la razón es súbdita de los monstruos”. Una amenaza del afuera que hace resonar en lo más íntimo aquello desconocido que nos concierne.

Saer dice que la ficción no es opuesta a la verdad más bien es un tratamiento de esta. La ficción permite poner a la luz la complejidad de la verdad, multiplicar al infinito su posibilidad de tratamiento “se sumerge en su turbulencia, dejando de lado la actitud ingenua de querer saber de antemano “(1) de eso también se trata la experiencia del análisis.

Como Alicia en su recorrido quizás podríamos dejarnos enseñar, sin taponar con saberes previos que hoy más que nunca están en jaque. Y en ese recorrido mismo un saber se constituirá para bordear un vacío. Con empalmes y cortes en el trayecto.

Consentir al asombro, permitir la contradicción, el sinsentido y lo desconocido como un tratamiento posible.

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Carroll Lewis:” Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas”.1865
Domínguez Irene: Alicia con Lacan: Un homenaje del Psicoanàlisis.Colochosblog.wordpress.com -2015
Saer Juan José:” El concepto de ficción”. Ensayo. Seix Barral Los tres Mundos. (1) pagina 11-junio 2014-4 º Edición.

Deseo y goce en tiempos de pandemia

Si el discurrir lenguajero es guión de nuestro oficio cotidiano, el consultorio es el escenario habitual en el que se desarrolla nuestra práctica como analistas. Clausurado éste por el arrasador agente infeccioso que hiere el corazón de la sociedad capitalista global, nos vemos empujados a implementar la atención virtual, con la sorpresa de que la gran mayoría de los pacientes parecen de pronto encontrarse de mil maravillas, prescindiendo de nuestra escucha tecnológicamente mediada “hasta que las cosas se normalicen.” Este argumento esgrimido por muchos pacientes, junto con intercambios valiosos con colegas en Mar del Plata, me llevaron a pensar en un posible efecto apaciguador que parece tener la cuarentena. Hasta los lobos marinos ocuparon las calles vacías del puerto para tomar sol.

Decir que el goce del Otro no existe es decir, en rigor, que no existe el Otro, sin que ello inhiba el suponerle un gozar. Ahora bien, si al Otro le toca también quedarse en casa puede suceder que se produzca un efecto de acotamiento sobre este fantasma y que se genere cierta estabilización imaginaria; hay un comunismo del malestar, una privación colectiva que hace que en cierta manera estemos todos en la misma, acá y en la China, combatiendo a nuestro virulento huésped.

De todos modos, transitadas ya varias semanas de confinamiento, la singularidad despunta y algunos pacientes consideran y demandan entrevistas online. Freud, cuándo no, nos abrió el camino también de la atención remota, con sus cartas a Fliess, con el análisis de Juanito, y su honestidad intelectual hizo que se dispusiera a poner la teoría patas arriba cuando la clínica lo obligaba a repensar sus ideas, haciendo del psicoanálisis un discurso en movimiento constante.

Como un real que irrumpe, el covid19 es atemperado por la red significante que suscita, incluyéndose en las marcas del sujeto. Así, una paciente, muy ansiosa por el virus, sueña que toma mate con su mamá y una amiga, dándose cuenta luego del descuido, interpretando que en realidad lo que su madre no ha logrado “contagiarle” es entusiasmo, cuidado y afecto.

Si bien en tanto estamos analistas sabemos que hacemos semblante del objeto a, pensaba que, con la atención virtual, se produce tal vez un efecto siniestro ya que nos reducimos fácticamente a ser mirada y voz, sin el soporte resonador, empatizante del cuerpo. br>
El aislamiento social es el distanciamiento cuerpo a cuerpo. Cuerpo a cuerpo se generan muchísimas cosas: chispas y chispazos, devenires pulsionales, descargas económicas de goce que quedan escotomizadas en gran medida por este modo de atención. En el consultorio podemos poner o no el cuerpo según la circunstancia como suele decirse, pero el cuerpo está allí, recordándonos siempre que nuestro oficio no es aséptico. Por mi casuística pandémica, los pacientes piden mayormente videollamada. En atención online bien podemos mirar la pantalla o la cámara, y por esta suerte de esquizia técnica se hace imposible mirarse a los ojos con el paciente. Las cosas nos miran, dice Lacan en el seminario 11, y con este tipo de atención nos damos cuenta de ello. Así tal vez se ponga más de manifiesto la partición fundante entre el ojo y la mirada, al tiempo que existe también cierta pérdida de espontaneidad en el intercambio verbal.

Como los puercoespines del apólogo freudiano, no podemos hoy estar cerca porque nos lastimamos con nuestras púas víricas, pero ¿cuán lejos podemos estar sin que se ralentice en exceso nuestra naturaleza deseante?

Los dispositivos tecnológicos en el consultorio

En el intercambio de ideas por el Covid 19 y la posición de proseguir los análisis intermediados por la tecnología, surgió en mí el obstáculo del no encuentro de los cuerpos en la escena analítica, considerando ese encuentro irreemplazable. No observar la gestualidad, las interferencias en la voz y en sus inflexiones, los cortes de la señal y el congelamiento de las imágenes demandan del analista recursos de invención para favorecer el despliegue del discurso. Pero la posibilidad de sostener con nuestra presencia los análisis hace que pueda pensarlo más amablemente, como un recurso temporal para abordar el impacto subjetivo del Real traumático que nos atraviesa.

Y en esto pensaba cuando releyendo Don Quijote de la Mancha me encontré con lo que puede haber sido en Freud- tan admirador de la obra de Cervantes del año 1605, que estudió el español para poder leerla en su idioma original- inspiración para la creación de la técnica y Dispositivo Psicoanalítico.

Cuando El Quijote y su Escudero encuentran a Cardenio desnudo y loco por la pérdida de su amada Luscinda, le ofreció su escucha y ayuda: ”Y saber de vos si el dolor que…mostráis tener se podía hallar algún género de remedio…Y juro por la orden de caballería que recibí… que si en esto, señor, me complacéis, de serviros…remediando vuestra desgracia, si tiene remedio, ora ayudándoos a llorarla…”

A lo que Cardenio les planteó lo que pareciera ser posteriormente la Regla Fundamental del Psicoanálisis. Los llevó a un prado cercano y tendiéndose en el suelo, y sin mirarlos les dijo:

“Si gustáis… que os diga en breves razones… mis desventuras, habeisme de prometer de que con ninguna pregunta…interrumpiréis el hilo de mi triste historia, porque en el punto que lo hagáis… se quedará lo que fuere contado”.

También hace referencia a un cuerpo que habla, ese cuerpo que observamos en la escena analítica. Le pide a su Escudero con su brillante sensibilidad que se dirija a su amada Dulcinea para que le hable de él y observe su gestualidad que dará cuenta de su sentir más allá de sus palabras:

> “Ten memoria, y no se te pase de ella cómo te recibe: si muda las colores… y turba oyendo mi nombre… y si está en pie, mírala si se pone ahora sobre el uno, ahora sobre el otro pie… Finalmente, hijo, mira todas sus acciones y movimientos, porque si tú me los relatares como ellos fueron, sacaré yo lo que ella tiene escondido en lo secreto de su corazón acerca… de mis amores toca: que has de saber, Sancho, si no lo sabes, que entre los amantes las acciones y movimientos exteriores que muestran cuando de sus amores se trata son certísimos correos que traen las nuevas de lo que allá en lo interior del alma pasa.”

Y para terminar quisiera plantear que no sé si Freud también sufrió un encantamiento por la lectura de Amadís de Gaula, pero sí que alguna identificación con El Caballero de la Triste Figura posibilitó que podamos nutrirnos de lo que nos brinda su locura por el desarrollo del Psicoanálisis.

La vulnerabilidad de perseverar

La experiencia de intentar escribir la clínica en tiempos de cuarentena, la imagino como cabalgar un tigre nada amigable.¿Cómo contar lo que pienso en voz alta?

Forma crónica o viñeta, o diario, en primera persona singular. O implicar semejantes con el nosotros. Distancia cercana de la segunda persona, el tú, el vos: donde nos sentimos convocados.

Que se vuelve normativo o rogativo en el ustedes; a distancia de pájaro él, ellos, allá lejos la tercera persona. O el impersonal se, donde para todos es para nadie.

Tratar de pensar, y más, escribir, construir algo sobre un agua en movimiento.

Soy donde no pienso.

En la práctica analítica, sabemos que no es saber la respuesta, y vamos de la impotencia a la imposibilidad. Reconocer que no hay, no hay, no hay, abre nuestra soledad al lazo. Nos une el espanto. Y con suerte, porque no hay garantías en esto, también nos une el amor. Las pasiones se vuelven algodonosas, imprecisas, hundidas en la neblina del tiempo sin mojones del aislamiento, su voz deviene balbuceo, un guaguagua, como el de los adultos en Charly Brown.

Los medios masajean con su mensaje, del lejano Oriente a las cada vez más cercanas Italia, España, Nueva York, Guayaquil... sus pilas de cadáveres de cifras incontables.

Desde el pulmón de manzana suben las discusiones de los vecinos, también las vocecitas de algunos niños jugando.

Mientras, en el espacio de escucha virtual que nos atrevimos a abrir, uno que otro analizante logra hablar, producir, moverse. Inventar. Presencia de su analista mediada por una imagen a la cual ni mirar, sólo sentir que está ahí.

Voy a intentar decir lo que pasa con el espacio de consultorio y diván al cual trasladarse, subir escaleras, saludar, pasar y finalmente estar ahí en cuerpo, todavía. Ese camino ha mutado en: confirmar cita virtual, discado, tono y apertura de pantalla. Lo que crece sin parar es la añoranza por caminar.

Ubico lo que escucho en trayectorias de la impaciencia a la aventura, no son recuerdos, sino más vale fragmentos musicales, hay más sorpresas, y más bromas.

Me pregunto por el cuerpo. No sólo de cada analizante, por mí cuerpo me pregunto.

Descubro mi lentitud nueva, mi necesidad de aire, me parece sentir crecer una implicación en esa escucha, una pregunta por quiénes somos, y un agudo sentimiento de vida, física, corporal, aunque los cuerpos de este lazo permanecen más entre paréntesis que en la clínica habitual. Los ojos se cansan, al cabo del día se nota más. La mirada más o menos libre queda confinada a satisfacerse en pantallas y pantallitas. No sólo el cuerpo de la mirada es restringido, sino el alma que sale por los ojos.

Escribir aún imperfecto, es obligado como forma de contar el tiempo. Escribir sobre lo que nos pasa en la clínica, es abrirse al lazo, a la crítica, al cambio, al mundo.

Es aceptar la vulnerabilidad, es sentir el cuerpo en los dedos que mueven la pluma, o las teclas.

El corona vulnerable

Es en tiempos de la guerra del 14 que una gripe se convirtió en pandemia y Freud en el 17 escribe su texto “Duelo y melancolía”, respondiendo a hechos muy concretos edita este texto, tal recuerda German Garcia.1

Enfrascados en esta gripe, la nuestra en particular, con un nuevo orden que conlleva en sí mismo una ley para todos, letal, que no advierte de singularidades sociales y económicas. La que nos envía al aislamiento enfrentándonos con la soledad. Convertida en un otro que tapabocas, dejándonos sin aliento y palabras. Millones de veces hemos pensado que significa el sintagma nominal Lacaniano "el Otro no existe", nombrando que no hay Otro simbólico, a esto respondemos con ficciones para hablar. Hoy frente a esta verdad cercana a lo letal ¿nos podemos quedar sin palabras o rearmar otra ficción como salida?

Es lo mortífero que nos acecha no dándonos tregua, la medida preventiva es confinarnos en nuestros hogares y permanecer obligatoriamente aislados, sino seremos alcanzados por el virus o contaminar al otro semejante como nuestro vecino, amigo o familiar.

Nada más pesado para nuestra condición humana. Cada uno portadores de un arma mortal, es ahí que comencé a centrarme en el antídoto humano, esa otra arma preciosa, transmitida por Freud, que no sin la pulsión de muerte salva a lo humano. Presurosa apelo al ser del sujeto del psicoanálisis y entonces respondo con el instrumento más valioso del psicoanálisis que denominamos deseo, deseo del analista que no es querer el bien del paciente sino orientarlo como sujeto de la palabra. Ya nada queda oscuro en mi función de analista, contaminado por el covid 19. ¿Cómo hacer vivible lo insoportable para el ser tomado por el virus? Ahora será el virus que con esta arma vivible, que es el deseo por el Psicoanálisis se convertirá en vulnerable, este covid al cual el sujeto le da batalla rescatando lo más singular, encontrando aquello que lo puede salvar de quedar tomado por un desconocido que nos hace perder los elementos propios que eran hasta ahora tutores o regían nuestra vida cotidiana. Siempre pero siempre tal cual la posición freudiana será el deseo que hará conmover el obstáculo hasta en el lecho de muerte, como aquel paciente que ante la inminencia de su desaparición no permitió el contacto con sus lazos más importantes y fue luego de una intervención del analista quien dice “que vas a esperar estar muerto" a lo cual el sujeto despierta de su letalidad diciendo "esto que es una broma de Tinelli", sale de su aislamiento contactándose con su familia, "viviendo" los momentos previos a su deceso.

El ingenio del significante, el amor al significante, vivifica, esto no lo registra en su composición el virus y acertamos con su falla. No vendrá por ti como señalaron miembros del gobierno, tampoco lo iremos a buscar, si hacemos uso de la herramienta más fuerte y viva que es el psicoanálisis podremos interrogar a cada uno de los sujetos tomados por un nuevo significante, que globaliza quebrando hasta las subjetividades más duras del planeta.

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Referencia:
1 García, Germán, Actualidad del trauma, Grama, ediciones, 2005

El malestar sin tiempo

Desde ayer estoy pensando en un recorte de una paciente, que me dice “se perdió la relación al tiempo, siento que sólo hay presente, ni pasado, ni futuro” la realidad de su situación actual la confronta a una convivencia de 24 horas los 7 días de la semana con su única hija, diagnosticada de trastorno borderline o trastorno de la personalidad. Entendí en parte la lógica de su comentario atravesado por esta situación de confinamiento tal como ella lo describe. La segunda vez que en su relato utiliza la expresión “estoy confinada”, puntúo al modo de una pregunta ¿con-finada? La paciente se advierte de esta escansión y relanza el relato de la odisea que le implica compartir los días, con esta hija desvitalizada, inconsistente, sin proyectos ni posibilidad de sostenerlos, impedida de realizar tareas mínimas en el hogar. Una finada es una persona muerta. Escogí un párrafo del libro “Desaparecer de si” de David Le Breton que describe en parte esta situación. ”Las obligaciones de la identidad se hacen demasiado pesadas de llevar y requieren un alivio simbólico, una búsqueda de desaparición provisional sobre todo cuando el joven tiene dificultades para construirse. Suspensión de si mismo”.

La paciente convive y convivimos en estos tiempos sin tiempo, además, con la muerte posible de un semejante, que en el peor de los casos puede ser un ser querido, un allegado, un conocido. Cómo sobrellevar el dolor de esa amenaza frente a algo siniestro que deambula por el mundo sin restricciones ni fronteras. Esto cambia, modifica y/o altera la relación al tiempo, el futuro se vuelve incierto y el pasado, como argumento de las neurosis queda suspendido en un presente coagulado por la emergencia. Quizá cierta detención del tiempo productivo, algo de lo que se habla mucho en estos días, deja ver con mayor claridad aquello que estuvo siempre para ser visto. Escuchando a un filósofo, evoco una frase de Shakespeare, “el tiempo esta desquiciado” fuera de quicio (fuera de orden) y pone frente a la mirada el desorden que muchas veces la urgencia del rendimiento solapa.

El dolor es tan antiguo como el hombre, quien si bien busca la felicidad, permanentemente es acechado por el malestar, la falta de armonía entre lo que anhela y lo que encuentra, entre la necesidad y su no satisfacción, entre lo que espera y aquello que lo sorprende.

Freud alude en el “Malestar en la cultura” a tres frentes: el cuerpo vulnerable a la enfermedad y a la finitud, el título de las próximas jornadas aluden a este aspecto, los embates del mundo exterior que le hacen sentir su pequeñez e indefensión y las relaciones con sus semejantes, fuente de profundas injusticias. Siempre pertinente volver a este texto para tratar de entender la controvertida relación entre malestar y cultura.

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-Freud, S. (1930 [1929]) El Malestar y la cultura
-Le Breton, David (2016) Desaparecer de sí

# Quedateencasa

Los hashtags son términos asociados a temas o discusiones para vincular los mismos en redes sociales como Instagram, Facebook y Twitter. Cuando se publica la combinación, se transforma en un enlace que lleva a una página con otras publicaciones relacionadas al mismo tema.

# Quedateencasa, actualmente resuena, se escribe, se escucha diariamente.

Significante interesante para pensar en relación a los adolescentes. Aquellos que se encuentran atravesando una etapa de separación, de duelo del cuerpo infantil, de necesidad de identificación con sus pares.

Su vida gira en torno a un afuera de su núcleo familiar y hoy se encuentran con este mandato social que dice quédate en casa, al cual tienen y deben hacerle caso, ¿cómo hacen?, si su vida es por fuera de lo que suceda en su casa, ¿cómo lo toleran, como manejan su angustia frente a esta realidad que los atraviesa?

Los adolescentes aceptaron automáticamente la posibilidad de la atención remota, ¿comienzo a hablar en su idioma? se visualiza el disfrute de esta nueva dinámica de trabajo, se los nota relajados, es su mundo la comunicación vía red social, al que hoy me permiten acceder, compartir su malestar y ser casi como una bocanada de aire fresco para la convivencia constante con uno o ambos padres.

Se escucha su padecer por estar adentro, por no poder salir, no verse con sus amigos, novios/as, solo la imagen que le devuelve el teléfono alivia algo de sus necesidades, estar afuera es su mundo, salir del seno familiar y hoy lo que se impone es todo lo contrario.

La tecnología que siempre es su mejor aliado hoy cobra mayor relevancia, es su ventana hacia el mundo, les permite ver, saber, mirar, escribir, hablar y escuchar.

Nos une, nos acerca, nos aleja, nos permite conectarnos, aliviar la angustia.

Tener la posibilidad de la atención remota habilita la palabra y la escucha para acompañarlos a soportar lo impuesto, aceptar una orden sin poder negarse, aunque si padecerla.

Adolescente / # quédate en casa, pero con una red social que acompañe, que los habilite a mirar para afuera, que les permita continuar generando lazo social y su salida exogámica necesaria.

Lo frágil de un decir en la consistencia del mundo

Hace muy pocos días atrás, en un tiempo cuando no me interesaba mucho por siglas como Covid 19, escuché a una niña de menos de cinco años que en la calle decía a viva voz a quien supuse su Otro Materno: “Estamos en un mar de viento “.

Efectivamente el viento de ese mediodía era tan envolvente que se podía decir que todos nadábamos en él para movernos. No pude interrogarla por cual sentido tenía esa exclamación para ella ya que en ese instante ella dependía de la voluntad del Otro y yo a su vez llegaba tarde a mi consultorio. Nuestros caminos se bifurcaron y a mi me quedo la interrogación del uso del lenguaje en ese giro que expresó la infantil sujeto. No tanto si eso era un uso metafórico, hay quien puede decir que no, o una simple combinación de palabras, sino de que el caso a mí me hizo efecto de una diferencia de sentido o, mejor dicho, de un des sentido en tanto irrumpió en mi mundo homogéneo de lo cotidiano, de lo habitual.

“La niña de golpe, desconectando a la cosa de su grito, eleva el signo a la función significante” 1 podemos decir parafraseando a Lacan en sus Escritos. El signo, que tampoco es la cosa, es esa realidad con la que nos adormecemos en tanto formamos una comunidad y el grito de la niña a viva voz es lo que reprimimos para no escuchar ya que subvierte esa realidad que nos ubica en un cotidiano común. Es la introducción de la existencia de un Significante que se articula con nuestro orden simbólico pero que tiene una existencia fuera de la cadena en tanto es acontecimiento real de un decir. En este sentido los niños son aquellos que como los poetas o los locos (y en algo cualquiera está loco, sin que eso implique una definición de su ser) son quienes mas vulnerables se encuentran por esta posición a ser forzados a adaptarse al sentido común sea por la vía terapéutica o por la pedagógica, ambas en su más amplio espectro.

Esta extrañeza fugaz del mundo en tanto imaginario que nos gobierna, es una experiencia contingente por la aparición azarosa de un nuevo significante fuera de las leyes de la convención social que nos deja patitiesos o tocados en el ser. El ser entendido como una falta, no un ente sustancial 2, sino ese vacío fugaz que nos conmueve o conmociona cuando cae el sentido compartido con el otro. Es el advenimiento del sujeto que Lacan leyó en la ética freudiana del Donde Eso estaba, Sujeto debe advenir 3.

Me pregunto si en este momento donde el discurso de la ciencia tiene el ultimísimo significante amo de la fórmula, del genoma, del virus etc. no pueden estos sujetos con su grito frágil y silenciado ser quienes mejor preparados se hallan para soportar un real desbocado que socava el contrato racional a la vida social.

Como no tengo una respuesta definitiva a la interrogación, prefiero dejar escrito que me dejo la voz viva de esa niña...

¡Estamos en un mar de viento! dijo ella sin saber quién lo decía. Escuché su voz de 5 años y supe ya que yo nunca podía decirlo aun sabiendo lo que decía. Siguió caminando de la mano de una mujer pronunciando mas cosas como esas, pero yo ya no la escuché. Llegaba tarde a nada. Con esta sola palabra suya me marcó la distancia entre su decir y lo que oí.

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Referencias:
1. Lacan, J.M. Escritos 2. Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano, pág. 785. Siglo XXI editores. Bs AS 1987.
2. Frydman, A. V. La subversión de Lacan, una introducción a la noción de sujeto, pág. 96. Ediciones Continente. Bs As 2012.
3. Freud, S. Lección XXXI. La disección de la personalidad psíquica, pág. 3146 Obras completas. Biblioteca Nueva. Bs As 1984

Más allá de la cuarentena…

Una adolescente llegó a la consulta solicitada por ella a sus padres. Motivada por un malestar de escuela. Incomodidad ante lecciones orales. Aun siendo una destacada estudiante. Se presentó rígida, seria, distante y desconfiada durante dos meses de entrevistas preliminares, cara a cara, presenciales y en el consultorio. Apenas podía expresar algo de forma entrecortada y con muchos silencios. Un día, al retirarse dijo: “- ¿Qué vas a pensar si te cuento que me pasaron cosas horribles?” Le propuse extender la sesión pero no aceptó. Se fue diciendo: “- Nada, era sólo para saber”. Pensé que no podía adelantar el tiempo. Sólo sostener la escucha y promover el decir. Por algún motivo ella había pedido un tratamiento.

De inmediato y sin previo aviso irrumpieron el coronavirus y la cuarentena. Le propuse continuar con video llamadas de Whats App. Esta modalidad me pareció en consonancia con el trabajo aún muy incipiente que se venía desarrollando. Así llevamos a cabo una sesión de atención remota.

A la semana siguiente no atendió a mi llamada de video pero escribió un mensaje: “¿Puede ser sin camarita?” Por supuesto, respondí. Comenzó diciendo: “- Anoche tuve un sueño. Me desperté temblando. Quería gritar y pedir ayuda pero no me salía la voz. Quería escapar pero no se movían mis piernas”. Pudo relatar el sueño. Un personaje siniestro y fantástico, aun exterminado y expulsado, revivía y retornaba repetidamente, cada vez con más fuerzas hasta hacer desfallecer las suyas. No le decía palabra alguna. La manoseaba sin manos. Sólo con su mirada obscena.

Sin mediar la camarita pudo seguir hablando y produciendo asociaciones que dieron pie al inicio de un nuevo tiempo de labor clínica.

Quedé pensando en su síntoma de inicio que habría entrado en transferencia a través de un sueño. Algo nodal se jugaría en ella en la exposición a la mirada de los otros en la lección oral. En consonancia, su fantasma se habría presentado en la escena de la pesadilla de forma plenamente condensada. En el objeto mirada, quizás el encuentro, la juntura de la angustia y el deseo en la singularidad de esta jovencita. Mirada, como mirada del Otro.

Puedo hipotetizar que se trata de un inicio de análisis porque se ha instaurado la transferencia simbólica aun mediada por la atención remota. Relevante es señalar que justamente para el relato del sueño, ella restó el video y mi mirada. Preservó su palabra. No pude anticiparlo al proponerle sesiones con video llamadas. O quizás me hubiera apresurado. Previamente a esto, sólo aposté a que siga hablando aunque casi nada dijera.

Remota o presencial, considero que la modalidad utilizada no cercena la posibilidad de un análisis. Su habilitación está dada en los fundamentos de la clínica psicoanalítica. Vigentes y actuales más allá de la cuarentena…

Escucho-escucho

Con la situación de ASPO, iniciamos sesiones virtuales con una paciente de 9 años. Luego de varios intentos de comunicación fallidos por inconvenientes técnicos (al padre se le rompió el celular, no funcionaba wassap en el suyo, no tenía señal de internet) utilizamos el celular de la tía ya en tres ocasiones.

Lo primero que la paciente intentó fue dar continuidad a los juegos que jugábamos en el consultorio y a través de los cuales se daba el despliegue de una fantasmàtica en relación a la angustia que la ubica en el tratamiento.

Quiere jugar al dominó, pero no se puede. El dibujar se torna difícil debido a falta de inmediatez entre lo que hace y lo que muestra y la calidad de la imagen torna complejas las intervenciones sobre sus productos.

El juego de garabato (el de Winnicott) que solemos jugar y que siempre ella demanda como escenario para las cuestiones que se le dificultan poner en palabras, presenta el mismo problema.

Le propongo entonces un juego heredero del juego del garabato, el de la frase incompleta, podríamos llamarlo. Ella dice una palabra, solo una, yo la repito y agrego otra y así sucesivamente. Las frases suelen completarse por ella con más de una palabra dando así un sentido anticipado a una historia que, luego de “perder” según las reglas del juego, completa con un relato.

Estos relatos permiten cierto acceso a un discurso sobre su padecimiento en continuidad con lo que se venía abordando en las sesiones presenciales, sobre la cuales no ahondaré en este escrito.

Pero además le permite hablar de que está desganada, abúlica, triste, dice que estos días son todos iguales, que no hizo nada lindo ni diferente, que pasa mucho tiempo durmiendo y mirando tele.

En un momento se detiene la señal de internet y cuando regresa no aparecía en la pantalla la imagen de la niña, pero se escuchaba su risa.

Tapaba la cámara del celular y decía: “No te veo!” “Se va la señal” Le sigo el juego y esto le provocaba risa, verdadera algarabía. “Escuchaste? ¿Qué fue eso?” Pregunta sobre un ruido. “Tenés que adivinar”. Y el ruido era un juguete que hacía un sonido agudo.

Se inaugura entonces un juego nuevo: adivinar qué ruido es, a través de internet, pero sin vernos, tapando la pantalla alternativamente. Un escucho- escucho, en lugar de un veo-veo.

La pantalla nos sirve a condición de no utilizarse y de que la mirada no quede allí atrapada para pueda advenir algo de la espontaneidad del sujeto en el juego.

Para la pregunta por si los niños juegan con la aparición de las nuevas tecnologías, la sesión con esta niña extraordinaria me tienta a contestar que sí, que claro, que todo objeto puede entrar en la dialéctica de la alienación –separación que se escenifica en los juegos de la infancia.

Y que también será posible un lugar para un analista que pueda escuchar a un sujeto más allá de la captura tecnológica que el mundo informatizado nos propone a todos y no insistir con la obviedad de la imagen como necesaria para la instalación de la transferencia, ni para producir un cuerpo.

El encierro que habita.

Intentaré plasmar en este breve relato el efecto que las sesiones por vía remota, generaron en el análisis de una niña de 7 años. Fue su mamá quien tras el pedido de la paciente habilitó la posibilidad de continuar el tratamiento gestionando los horarios y un espacio de privacidad y tranquilidad para M.

Me sorprendió el pedido de esta niña, pero a sabiendas de que justamente es la demanda la que constituye al analista comencé a pensar cómo continuar el trabajo con M. pantalla y distancia mediante.

Siendo que la niña ha utilizado siempre el juego como recurso principal, pienso en alternativas posibles para implementar por vía remota: dados, juegos de palabras, tutti frutti, ahorcado, batalla naval, etc, etc, hasta incluso nuestro preciado recurso del dibujo.

Sin embargo en la primera sesión encuentro a M. lista, con una formación de animales y muñecos delante de sí, muchos de los cuales había llevado en ocasiones al consultorio. El juego se desprende de lo que ella va proponiendo. Además está ansiosa por mostrar su habitación, sus útiles escolares y libros. Ante mis preguntas responde sobre lo que le genera el aislamiento, las tareas y la por demás conflictiva relación de sus padres.

Los padres de esta niña tienen una larga historia de peleas violentas, denuncias mutuas, separaciones y reconciliaciones. Entre este vaivén de idas y vueltas se encuentra M. Ella es dócil, acepta todo, no se queja y hace grandes esfuerzos a fin de no generar un conflicto más que termine en un distanciamiento entre los mismos. Es reservada y necesita un espacio de mucha confianza para poder decir algo al respecto, cosa que por lo antedicho no puede hacer con sus padres.

Algo sucede en esta niña con esta modalidad de sesiones virtuales, el juego va disminuyendo e intercalando frases del tipo “mis papás se pelearon, él se fue a dormir a otro lado y al otro día volvió. Me pongo muy triste. Me ilusiono cuando viene y me desilusiono cuando se va.

Es ella quien va tomando cada vez más la palabra sin necesidad de que yo le pregunte. Es ella quien va recortando la escena como quiere, recorta lo que miro y donde me ubica: “pará que te subo así ves mi casita, para que te llevo acá, esperá que te acomodo, mirá esto, mirá aquello.”

En la última sesión el juego no aparece, sus padres volvieron a discutir. Esta acostada y solo veo su cara. Comienza a hablar de lo sucedido, de recuerdos de su hermana mayor, de un episodio traumático de cuando tenía 3 años. Rememora peleas que tuvo que presenciar cuando era más chica lo que dio lugar a conversar sobre la responsabilidad que sentía en relación a las peleas de los padres, como así también la dificultad para hablar con ellos sobre las cosas que le pasan.

Por otro lado, la madre me transmite que M. esta contestadora y rebelde, y que manifestó ante ella sentirse triste e incómoda en relación a las peleas.

Nunca antes pensé que fuera posible sostener un análisis con una niña por vía remota, sin embargo bastó ofrecerse como objeto en la transferencia para que M. pueda poco a poco tomar la palabra e ir aliviando así el doble encierro que la habita: el que deviene de la pandemia y el de callar para no generar conflictos y que en consecuencia su padre se vaya.

“Uniré las puntas de un mismo lazo” F.Paez

Campana

Pensé en voz alta sobre la producción de nuestra colega Norma Villella: “ El corona vulnerable” y escribí:

¡Que fuerza tiene el texto! Esa fuerza que es la propia palabra del sujeto, que no es en soledad que se produce, no está aislada. Y vale en relación a otra. El mundo del significante: Presente, hasta en la carcajada compartiendo en imágenes a través del tik tok con un ser querido.

Y mientras la naturaleza nos impone un aislamiento geográfico, espacial. Nosotros, los analistas afectados también por esta realidad que nos enfrenta con pérdidas y frustraciones. Decimos ¿por qué no? : ¿Quien dijo que TODO se ha perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón.

Porque estamos hechos de palabras, de las propias que se han iniciado a partir de otras de alguien que nos la ha ofrecido y a las que nos hemos agarrado con ganas. Ganas de alimentarnos, ganas de vivir.

Y pienso: Como un documento inalterable: Yo vengo a ofrecer mi corazón.

Colegas, comparto con ustedes la letra de canción de Fito Páez.
¡Abrazo! Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón
Tanta sangre que se llevó el río,
Yo vengo a ofrecer mi corazón
No será tan fácil, ya sé qué pasa,
No será tan simple como pensaba,
Como abrir el pecho y sacar el alma,
Una cuchillada del amor
Luna de los pobres siempre abierta,
Yo vengo a ofrecer mi corazón
Como un documento inalterable
Yo vengo a ofrecer mi corazón
Y uniré las puntas de un mismo lazo,
Y me iré tranquila, me iré despacio,
Y te daré todo, y me darás algo,
Algo que me alivie un poco más
Cuando no haya nadie cerca o lejos,
Yo vengo a ofrecer mi corazón
Cuando los satélites no alcancen,
Yo vengo a ofrecer mi corazón
Y hablo de países y de esperanzas,
Hablo por la vida, hablo por la nada,
Hablo de cambiar ésta nuestra casa,
De cambiarla por cambiar, nomás
Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón

Entre presencia y ausencia

Vulnerabilidad, significante que nombra este tiempo tan especial. Desde hace pocos meses, el mundo está inmerso en un mar de incertidumbre frente a la pandemia causada por el SARS-CoV2, que nombra la enfermedad COVID19 “coronavirus”.

Nuestras vidas se han visto conmocionadas, de un momento a otro fueron escindidas las libertades, se decreta el confinamiento, aislamiento social, luego lo nombramos en un tono menos inquisidor distanciamiento social, modo único hasta el momento de controlar la pandemia. Pandemia causada por el coronavirus, hoy significante amo del discurso, no sólo del discurso de la ciencia, también del discurso político, religioso. Todos hablamos de él, todos estamos atravesados por él.

Este corte, hiato abrupto es lo intempestivo de lo real que irrumpe ya que no lleva un orden y es sin sentido.

Los sujetos quedan en un gran impasse, intentando maniobrar frente a lo desconocido, los modos de goce entran en un atolladero… las reglas de juego no son las mismas. Hay un duelo por realizar.

E. Laurent dice “En nuestra civilización, sabemos “explícitamente, implícitamente, ignorándolo, inconscientemente, pero [sabemos] que el Otro no es más que un semblante (…) Es a partir de la ausencia del Otro que garantizaría la realidad de la ciencia que surge un otro real para el sujeto que vive en el lenguaje. Es el de la angustia, la esperanza, el amor, el odio, la locura y la debilidad mental. Todos estos efectos y pasiones estarán en el punto de encuentro de nuestra confrontación con el virus; acompañan a las “evidencias” científicas como su sombra”

Esto se constata, el Otro es inconsistente, sin embargo es convocado a decir algo, los autorizados como los comités científicos, no pueden avanzar más que en dictar normas de higiene y el confinamiento, que son insuficientes, la pandemia avanza… y lejos estamos de alcanzar cierto bienestar. Los diferentes discursos evidencian su fragilidad. Ante dicha carencia el sujeto se dirige al analista en busca de un otro que aloje su malestar, se interroga ¿qué hago? ¿Cómo hago con esto? Esperando una palabra que lo ayude a reordenarse en esta angustia.

M. Bassols señala “hay que saber no salir”, sí una frase inquietante, sin embargo, es como se deberá encontrar la mejor manera de habitar, transitar y permanecer este confinamiento.

La pandemia style, se me ocurre este neologismo, ha causado y causa pérdidas, sobre todo en un ámbito tan sensible como la educación, jardines, escuelas, universidades, se encuentran en el silencio más oscuro, el bullicio de las aulas y de los recreos caen en el mutismo, en la sombra del silencio sin un tiempo estimado para el reencuentro. La defensa frente a la angustia, pone en marcha distintos dispositivos (zoom, aula virtual, WhatsApp, etc.) para de alguna manera continuar con la transmisión de un saber. Atestando los correos electrónicos y grupos de padres para dar las actividades. Padres desorientados y por qué no desorbitados por la cantidad de trabajos y reuniones, se encuentran en la encrucijada de cómo cumplir su función sin convertirse en educadores de los hijos; sumándose sus propios trabajos bajo la modalidad “home office”, todo esto se desarrolla en un mismo tiempo y lugar.

Sin lugar a dudas es un momento inédito de la civilización, y nuestra práctica también sufre los efectos pandémicos, ya que el encuentro con el analista, toma un nuevo color, un nuevo lugar, pero sostenido por el lazo transferencial.

La presencia del analista hoy con su cuerpo, con su voz, queda tras la pantalla de objetos electrónicos. Nuestros pacientes, los que consienten al encuentro que impone la época, manifiestan su sufrimiento, por el encierro, la ausencia de lazos, interrupción laboral y muchos más, solicitando algún tip o simplemente ser escuchados para desahogarse; agradeciendo seguir contando con la posibilidad del encuentro para hacer frente a una invasión de goce difícil de tramitar.

Un punto clave para seguir avanzando es lo que nos señala M. Bassols “La experiencia de lo real en la que nos encontramos no es pues tanto la experiencia de la enfermedad misma sino la experiencia de este tiempo subjetivo que es también un tiempo colectivo, extrañamente familiar, que sucede sin poder representarse, sin poder nombrarse, sin poder contabilizarse. Es este real el que le interesa y trata el psicoanálisis”

Hoy el tiempo es sin cronología, todo pareciera transcurrir en un nivel de aplanamiento perdiéndose la noción del tiempo y el espacio.

J. Lacan en su texto El tiempo lógico, plantea la inclusión del tiempo en la lógica, ésta posee tres momentos: el instante de la mirada, en el que estamos cautivos y resulta enigmático, luego vendrán el tiempo para comprender y el tiempo de concluir, mientras la incertidumbre nos indica que debemos aprender a no salir!

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Bibliografía
• M. Bassols, “La ley de la naturaleza y lo real sin ley”. Publicado 20 de Marzo 2020, Zadig España
• M. Bassols, “Indeterminación y certeza”. Publicado 01 de Abril 2020, Zadig España
• J. Lacan, “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma”. Ed. Siglo XXI Editores Argentina S.A. 2003. Bs. As.
• E. Laurent, CORONAVIRUS: “El Otro que no existe y sus comités científicos” Publicado 19 de Marzo 2020, Zadig España.

Hay palabras…. y palabras.

Me llega una charla Ted “Las palabras y el silencio”1 . En pocos minutos Anna Kazumi Stahl nos habla de la potencia del silencio frente a la creencia exagerada en la palabra y la idealización del relato lineal, narrable, definible. Del mismo modo resalta lo determinante del azar. Las palabras crecen en el silencio, nos dice. Ofrecer silencio permite escuchar y propone dar aire a esta época de tanta palabra.

Enseguida recordé unas líneas de los ejes de las jornadas: la palabra que hace falta, la que es necesaria y no está, la que el niño no puede apropiarse. ¿Tanta palabra y la palabra falta? ¿Serán éstos dos modos diferentes de pensar la palabra en la época?

Sabemos que reina el ideal de decirlo todo, abundan saberes y técnicas para lograr objetivos. Abundan las palabras, pero cuál es su alcance? Se vuelven letra o son volátiles y, como dice el dicho, se las lleva el viento?

Para que la palabra tenga alcance necesita de un contexto, un tejido de palabras; de eso está hecho el lazo social y si el lazo se debilita ¿cómo impactar?.

En varios momentos de su seminario Lacan hará referencia al Otro de la palabra, a los otros de los cuidados que dejan marcas que el sujeto leerá; a la acción de los padres que se articula en un significante que ordena la neurosis; a la importancia de un deseo que no sea anónimo. Esos intercambios con otros van tejiendo una trama hecha de palabras deseos, goces y síntomas. En esos lazos alguien admitirá cierta huella en función de la cual armará una vida, articulándose la singularidad a una ficción. Eso orienta.

Entiendo que se destaca la importancia de que ciertas funciones sean encarnadas. No se trata sólo de palabras al viento sino de palabras dirigidas a un otro con lo dicho y lo no dicho que ponen en juego. Palabras habitadas por la imposibilidad.

Será ésta la palabra que falta?

Un ejemplo de estos días me resultó esclarecedor. Relata una directora de secundaria que ante el aislamiento preventivo y obligatorio las escuelas armaron rápidamente y cada una como pudo un formato virtual. Primer objetivo: enviar tareas a los alumnos y mantener la continuidad pedagógica. Tiempo de adecuación y desborde. Llegan mensajes a cualquier hora, chats con “la dire” a las 12 de la noche! Los alumnos responden a su modo, la escuela entra en funcionamiento. El sistema exige, controla. Pasado un tiempo algunas cosas interfieren en el desarrollo esperado, alumnos que no se conectan, tareas no entregadas, chicos que extrañan la escuela, otros que expresan dificultades y malestares diversos respecto de la vida en sus casas. Falta eso que se da en la escuela, ese intercambio donde los chicos le cuentan cosas de su vida a algún profe. Se decide repensar, no inundar a los alumnos con tareas y buscar modos de alojamiento de lo subjetivo que desborda el plan. No dejar vacante esa función.

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Bibliografía
1 Anna Kazumi Stahl: “Las palabras y el silencio” TEDxRiodelaPlata

Entre paréntesis y etcéteras

Y de repente el mundo se detuvo, atónito asistió a lo inaudito. Cuando algo de lo real irrumpe y se torna realidad, nos sorprende siempre con la guardia baja. Aguardar un real es claramente un oxímoron, ya que se presenta allí donde uno nunca lo espera. Es una mala cita, de esas que no se olvidan, por las marcas que deja, por las sacudidas que propina. Ingresamos en una suerte de paréntesis del cual ignoramos el momento de cierre. Corte abrupto que disloca, entre otras cosas, la temporalidad; somete a suerte variable los ritmos circadianos de cada quien. Es decir, tiene incidencia directa en el organismo biológico, acarreando efectos de los que ya somos testigos.

La incertidumbre de los paréntesis abiertos nos aproxima a algo del orden de lo inacabado, porqué no, de lo inmortal. Pero a su vez, promueve un profuso etcétera nutrido de enunciaciones, saberes, contra-saberes, interrogantes, negaciones, cavilaciones, que difieren más de lo que convergen. Estos etcéteras se desperdigan en una asíntota exponencial que no encuentran curva. De esta manera, y sumergidos en una vorágine sin precedentes, los sujetos quedan a merced del bombardeo mediático (des) informativo (fake news). Se escucha por allí que la pandemia desata una crisis, que por esta vez, no tiene relación directa con el sistema capitalista (dejo aquí de lado, cualquier teoría conspirativa). Acuerdo en parte, ya que si bien es atribuible a una mutación natural, se produce en un momento histórico enmarcado en coordenadas muy precisas, que denuncian la saturación de dicho sistema, y lo implacable que puede resultar (sobre todo para los más vulnerables).Pese a ello, no estoy tan seguro que este sistema se asuma derrotado, tiene la capacidad de regenerarse, tal vez más hostil, más estragante, más injusto.

Mientras tanto, cuando el ser humano se detiene (o lo detienen), natura avanza complacida. La madre tierra respira. Testimonio de ello, medusas con tono burlón, se pasean displicentes por los canales de Venecia reflejando la necedad del hombre. Especies varias (flora y fauna) en riesgo de extinción renacen con el avance de la pandemia y el retroceso humano. Paradójicamente, ese renacer que nos excluye, se torna esperanza.

Así las cosas, quizás sea tiempo de reinventarlo todo (o casi), una vez más. Otra vez. Un paréntesis ofrece esa bocanada de aire (tan necesaria), esa pausa que da tregua (que no asfixia). Quizás la medida del etcétera cronometre el tiempo para saber si somos capaces de aventurarnos a torcer ciertos destinos a sabiendas de que el ser humano es el único ser vivo que atenta contra sí mismo. Ya lo evocaba Freud.

El virus nos da esa extraña oportunidad, una vez cerrado el paréntesis, de comprobar si el humano es capaz de dar ese salto que inevitablemente lo ubica en un lugar distinto. Punto de partida novedoso. Desconocemos cual. Probablemente otro.

Después, a pesar y por todo, Borges nos dice “ser inmortal es baladí, menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse inmortal”. Es en ese campo de tensión, donde debe darse el combate discursivo. Al final, solo quedarán las palabras, las vueltas que damos con ellas, para por fin acomodarlas de otro modo. Y escribirlas. Es así, que cuando dejamos este mundo, aún continuamos inscribiendo nombres en las lápidas.

En estos tiempos de incertidumbre, vulnerabilidad, perplejidad que toda la sociedad está viviendo, esta invitación a “pensar en voz alta” llega a mí como un modo de poner palabras a este real que irrumpió en nuestras vidas, de repente, sin aviso, sin tiempo de ver.

Es interesante escuchar en los pacientes, amigos o gente que nos rodea qué respuestas van dando, inventando, para transitar este aislamiento obligatorio. Aislamiento sólo físico ya que parece que estamos hiperconectados con los otros, más que antes y de modo constante. No sólo el barbijo, el alcohol en gel, el agua y jabón son fundamentales en estos tiempos, sino internet! En muchos hogares internet pasó a ser la vedette de la casa, se trabaja de forma remota, se realizan las tareas escolares, las rutinas de los deportes, se reúnen con amigos, colegas, familia y hasta se festejan cumpleaños compartiendo el espacio virtual.

Confinados en nuestros hogares estamos “a salvo” de ese virus invisible que se pasea por las calles, que genera miedo y horror ante las imágenes impactantes que los medios nos muestran de cuerpos muertos, apilados, en hileras en fosas “colectivas”.

Lacan decía que un psicoanalista debe estar a la altura de la subjetividad de la época. El covid-19 como real nos enfrenta a inventar nuevos modos de hacer en la clínica. La tecnología es parte de nuestras vidas y ahora, cual elección forzada, es parte de nuestra práctica clínica.

¿Qué práctica clínica es posible en tiempos de pandemia? A los practicantes del psicoanálisis se nos presenta la posibilidad de realizar las sesiones virtuales y entonces comienza el debate, si lo que allí ocurre es psicoanálisis, si es para todos, si con adultos, si con niños. Para algunos esta modalidad es demasiado “fácil” en tanto están en un click en su análisis, para varios es una práctica utilizada desde hace unos años, para otros es la primera vez.

En 2004 durante el congreso de la Asociación Mundial del Psicoanálisis en Comandatuba, luego de un trabajo colectivo de las Escuelas, se presentan los “Principios directores del acto psicoanalítico”. (1) El primero de ellos comienza “El psicoanálisis es una práctica de la palabra. Los dos participantes son el analista y el analizante, reunidos en presencia en la misma sesión psicoanalítica. El analizante habla de lo que le trae, su sufrimiento, su síntoma (…) El analista puntúa los decires del analizante y le permite componer el tejido de su inconsciente…”

De qué presencia se trata, qué ocurre con el cuerpo, se trata de la misma experiencia en un consultorio, etc. son los interrogantes que nos atraviesan. Es la ocasión para revisar conceptos. En breve contaremos con una casuística que nos permitirá verificar si los principios que rigen nuestra práctica se juegan allí. De algo estoy segura, debemos dejarnos enseñar por la clínica.

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Bibliografía
(1) http://ampblog2006.blogspot.com/2006/09/principios-rectores-del-acto-analtico.html

Las variantes del Aislamiento

Este tiempo de Aislamiento Social Preventivo y obligatorio, nos atraviesa a todos, aunque no a todos por igual. Al atender a los pacientes, en forma virtual, me pregunto en qué punto del análisis lo encontró a cada uno esta cuarentena, qué se moviliza o que se obtura, como consecuencia del aislamiento y de esta manera particular de atención.

En algunos pacientes el tema del Covid-19 y sus consecuencias no entran en las sesiones, transcurren como un continuo de la sesión presencial en el consultorio. Pero me voy a detener en algunas viñetas clínicas, en las cuales, es más marcado el impacto de lo que nos acontece. Y para ello me voy a servir del nombre con el que se ha denominado oficialmente a la cuarentena: Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. Y cómo en cada uno de estos casos el acento recae en alguno de estos significantes.

A Carla, la cuarentena la encuentra en cuarentena. Una cuarentena que ya lleva un tiempo. Está separada y tiene dos hijas. Sus padres la sostienen económicamente. El aislamiento social la tranquiliza, la unifica con los otros, borra las diferencias. Al igual que ella, ahora, los otros tampoco salen; en su imaginario nadie trabaja ni sociabiliza. En cada anuncio presidencial sobreviene la angustia, por temor a que el aislamiento social se levante y ella vuelva a ser la distinta, la excluida del cuerpo social, al que en este tiempo se siente pertenecer.

Damián tiene 65 años y un diagnóstico de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), por lo cual hace tres meses dejó de fumar. Por su edad y condición de salud, inició el aislamiento una semana antes al 20 de marzo. `Me cuidan´, refiere. En las primeras semanas no solicita atención remota. `Yo prefiero presencial´, afirma. Luego accede. Su imagen en la pantalla, captura mi mirada. Está impecablemente vestido, camisa celeste con chaleco al tono: `Hay que cuidar la imagen´, me dice. La imagen también me lleva a recorrer su casa: `vamos´ de la cocina al comedor y de ahí al dormitorio. Este recorrido se acompaña de su hablar verborragico. No se detiene, no toma aire para hablar. Me es difícil intervenir. Primero creo que la tecnología ha fallado y mi voz no le llega. Pero es su hablar incesante el que no le permite escuchar. Se queja de los vecinos, a los que espía por el balcón, porque salen sin necesidad y no se cuidan, descuidando a las personas en riesgo. Como puedo le señalo lo que veo y escucho. El coronavirus lo encontró casi con un pie en el avión para visitar a su hijo que vive en Europa. El aislamiento preventivo lo cuida y lo protege del fantasma de la muerte que lo angustia, del miedo de no volver a ver a su hijo. Cuando intervengo, toma aire y de esto es de lo que habla, olvidándose de los vecinos.

A Pablo lo enoja que el aislamiento sea obligatorio. Le pregunto que haría si así no lo fuera. Se sonríe. Ubica que quedaría de su lado la decisión de salir a la calle o no. Esto lo enlaza con otras decisiones que tuvo que tomar en relación a otros `encierros´: la internación psiquiátrica de su madre, siendo él muy joven; y la de su esposa, coincidente con el inicio de la cuarentena.

Por último Marina, de 25 años, quien vive con sus padres (que están separados bajo el mismo techo), sus dos hermanos menores y su abuelo. Desde hace algunos años, ella es el único sostén económico del hogar, de ahí su consulta, porque no encuentra su lugar y no puede distanciarse de la exigencia familiar. Viven en una casa sin puertas, sin intimidad. En las primeras semanas de cuarentena no encuentra un espacio para llevar a cabo las sesiones virtuales y se acomoda en una frase familiar: `todos juntos, para adelante´. Sostengo mi presencia a través de mensajes de whatsap. Hasta que Marina puede tomar distancia, se encierra en el placard, y tenemos la primera sesión, desde la cuarentena, en forma telefónica. Se encerró para poder salir.

El aislamiento nos aúna, pero desde cada subjetividad es diferente, remitiendo a la historia y fantasmatica de cada quien. El análisis intenta leer la variante, la diferencia de cada aislamiento para que a partir de allí no se produzca un aislamiento psíquico dentro del encierro real.

El hombre común no existe

En estos días de aislamiento e incertidumbre, encuentro de casualidad las palabras de Jacques Lacan en una entrevista que da en el año 1974 a la revista Panorama. Cada una de esas palabras me resultan maravillosas, una orientación preciosa para la clínica. Otras me resultan una lectura adelantada a lo que sucede hoy en el mundo. En fin, recomiendo su lectura!

Tomo un breve fragmento. Le preguntan por “el hombre medio”, promedio, el supuesto hombre “común”. Lacan no tarda en responder y desbaratar cualquier pretensión de hombre modelo universal, y dice: Desembaracémonos de este hombre medio el cual, primero, no existe. No es más que una ficción estadística. Existen los individuos, eso es todo. Cuando escucho hablar del hombre de la calle, de los sondeos, de los fenómenos de masa y otras cosas parecidas, pienso en todos los pacientes que he visto pasar por el diván a lo largo de cuarenta años de escucha. No hay uno solo que sea parecido a otro, ninguno con la misma fobia, la misma angustia, la misma manera de relatar, el mismo miedo a no entender. El hombre medio, ¿quién es? ¿Yo, usted, mi conserje, el presidente de la república? (Jacques Lacan, 1974)

Encuentro en esa contundente respuesta una indicación clínica precisa y acorde a los tiempos que corren. Efectivamente, no hay un sujeto igual a otro. No hay sujetos “comunes”. Nadie sufre del mismo modo el aislamiento obligatorio en este tiempo de coronavirus. Y además, no todos los sujetos sufren o tienen miedo en esta circunstancia. Hay quienes pueden referir algún alivio. En otras palabras, hay tantas respuestas subjetivas a la pandemia y al aislamiento como sujetos hay. Y el lugar del analista, siguiendo a Lacan, puede ser el de aquel que se deja sorprender por las respuestas del sujeto; respuesta siempre inédita que agujerea cualquier “promedio”. Lejos de encontrar parámetros universales para reflexionar sobre nuestra práctica, se trata de poder escuchar los detalles, lo más singular e irrepetible de cada quien.

Se puede aprender bajo la forma de la regularidad, se puede aprender bajo la forma de la verificación pero se aprende y tal vez mejor (...) bajo la forma de la sorpresa. (J-A. Miller, 1999). Estos tiempos ponen de relieve ese aspecto sorpresivo de la clínica, que no se deja predecir ni atrapar por ningún manual ni protocolo.

Dejarse sorprender, cada vez, como modo de resguardar lo singular.

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Referencias bibliográficas.
- Inédito de Lacan. Entrevista en la revista Panorama, Jacques Lacan. http://elpsicoanalisis.elp.org.es/numero-27/entrevista-a-jacques-lacan-en-la-revista-panorama-1974/
- Miller, J-A. Los Inclasificables. Ed. Paidós, 1999.

El aprendizaje en tiempos de pandemia

Pandemia, cuarentena, aislamiento social preventivo y obligatorio. Palabras que vienen resonando en nuestras mentes desde hace un tiempito, que parecen ya tan conocidas, pero que son novedosas, nuevas para nosotros. Sabemos que tenemos que quedarnos en casa, que tenemos que cuidarnos. ¿ Pero sabemos como manejar tantos aspectos que la atraviesan? . ¡Son muchos y diversos!.

Como psicopedagoga, me pregunto, a modo de realizar un recorte de todo lo que nos está pasando como sociedad y en el interior de cada familia. LOS CHICOS, en casa, con tareas, en ocasiones que responden a tener que cumplir y que no se acomodan a los distintos modos y tiempos de aprender. ¿Qué sucede con este nuevo desafío que nos impone la cuarentena?¿Cómo construye el niño el aprendizaje? A veces tienen un adulto en casa que los ayuda a cumplir con las tareas, pero en otras ocasiones no tienen esa posibilidad, porque quienes los acompañan por diversos motivos no pueden, o son niños que requieren de un abordaje especifico, de una configuración de apoyo específica para aprender.

Cuando un niño va a la escuela encuentra un espacio de intercambio intersubjetivo con los semejantes. Aprende con los otros y a partir de la mirada de los otros. ¿Cómo pensamos los procesos de aprendizaje en tiempos de distanciamiento, donde la mayoría de las intervenciones escolares están hechas desde la virtualidad, en un momento del desarrollo evolutivo del niño, donde aprende explorando, jugando, creando, compartiendo?. Realizan actividades a partir de tareas que llegan por watsapp o alguna plataforma. Tienen que copiar, resolver y entregar. ¿ Todos están aprendiendo?. ¿Es importante que las reciban? Creo que sí, que ayuda, es lo que tenemos que atravesar en este momento. Pero podemos enriquecer estos espacios en casa para que los niños puedan potenciar su desarrollo cognitivo. Aprender no es solo aprender contenidos escolares.

Ir a la escuela es importante para ellos, porque es el acceso a relaciones extrafamiliares. Pero este es un momento pasajero que tienen que atravesar. Las familias pueden generar espacios nuevos de disfrute, resignificar tiempos y espacios anteriores, aprovechar que estamos en casa y organizar nuevas rutinas, comer juntos, contarles cuentos, propiciar espacios lúdicos y creativos, pero donde circule la palabra, la mirada positiva, donde se valore sus logros y estimule el deseo por seguir aprendiendo. No todos los momentos del día hay que darles algo para hacer, ese momento que no tienen ninguna obligación y que muchas veces los adultos consideramos que se aburren, son esos momentos donde van a investigar, crear, ese es el momento donde van a aprender. “Necesitamos una carencia para volvernos creativos” palabras expresadas por Boris Cyrulnik.

En este momento de incertidumbre lo chicos no están ajenos a dudas, miedos, además de las obligaciones con la escuela, por lo tanto generar espacios que posibiliten crear y divertirse, son espacios enriquecedores, que les permitirá elaborar y entender circunstancias adversas desde un lugar positivo. A ser resilientes, tener la capacidad de de adaptarse a las situación que estamos viviendo y salir fortalecido de ella.

¿ Cuál es el rol del psicopedagogo en este momento?. También tuvimos que resignificar los espacios terapéuticos y adecuarlos a las diferentes edades, modos de aprender y circunstancias familiares. Trabajar con los chicos es un desafió constante que requiere de creatividad para generar interés y deseo de aprender, pero ahora a la distancia. Tenemos la posibilidad de orientar a las familias a como llevar adelante los aspectos mencionados anteriormente y otros que se les presentan en estos tiempos de aislamiento. Trabajar con las escuelas en un espacio de articulación que posibilite que nuestros pacientes puedan aprender desde una mirada inclusiva, partiendo de la premisa que todos los chicos pueden aprender cada uno en sus tiempos y modos particulares.

“ Aprender es descubrir que algo es posible” Krishnamurt.

La Palabra en Tiempos de Aislamiento

El coronavirus irrumpió y desató una pandemia que modificó radicalmente nuestras vidas.

Aparece una nueva norma a respetar, el aislamiento social obligatorio juntamente con una catarata de informaciones acerca de la cantidad de infectados y muertos a nivel mundial, nacional y local. La escena del mundo cambió, lo que para nosotros era normal se ha convertido en peligroso. La sociedad se encuentra sumida en un estado de vulnerabilidad extrema.

Nos encontramos ante un real imprevisible, invisible, incontrolable que se presentó de manera desmadrada y con el cual no hay un saber hacer.

Surge la emergencia de una angustia colectiva. Claro está, que si bien se trata de una pandemia universal, el significante coronavirus operará de modo particular en cada sujeto.

Una paciente que trabaja en salud se preguntaba: “...qué va a pasar con mis hijas si me pasa algo?”. Está hablando no solo de la preocupación por sus hijas sino también de su propia muerte.

Freud expresa: “...la muerte propia no se puede concebir, tan pronto intentamos hacerlo podemos notar que en verdad sobrevivimos como observadores. En el fondo, nadie cree en su propia muerte o lo que viene a ser lo mismo, en el inconsciente cada uno está convencido de su inmortalidad” (1)

Con relación a la guerra Freud considera que en ella se ha de desechar el tratamiento habitual que se le da a la muerte, esta aparece, no se deja desmentir. La muerte ya no es una contingencia.

En esta paciente a partir de tomar conocimiento de colegas fallecidos, la muerte dejó de ser una contingencia. La posibilidad de su propia muerte se hizo presente, la muerte real, no simbólica ni imaginaria, la que no tiene representación. Surgió en ella un elevado monto de angustia.

Aquí el coronavirus estaría operando al modo de la guerra, guerra contra un enemigo invisible.

En tiempos de confinamiento en los que irrumpió el miedo, la angustia, la desesperación se hace imperioso la presencia del análisis. Dice Lacan: “El psicoanálisis es reino de la palabra, no hay otra medicina, otro remedio.” (2) Contamos con la ventaja que la palabra no ha caído en las garras del coronavirus, no ha sido afectada por el aislamiento, mantiene su condición de posibilidad. Nuestras palabras continúan transitando, siempre determinadas porque dependen del Otro y del lugar que ocupan en un discurso. Como analistas ofrecemos una escucha diferente para que surja una palabra implicada, en el sentido de la que corresponde al sujeto del inconsciente, palabra plena, la llamaba Lacan en “Función y campo de la Palabra y del lenguaje en psicoanálisis”.

Si bien, nuestro dispositivo se ha visto alterado, debemos apostar a crear, analistas y analizantes, un encuadre remoto que pueda permitir el encuentro con una palabra implicada, donde la angustia pueda circular.

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Referencias bibliográficas.
(1) Freud S. (1915) De guerra y muerte. Temas de actualidad. (2) Entrevista a Jaques L. en la revista Panorama (1974)

“Un lector puede preguntarse: ¿Cuál es la relación del escritor con el lugar y la gente sobre los que escribe?

El acto de escribir no es sino el acto de aproximarse a la experiencia sobre la que se escribe; del mismo modo que, cabe esperar, el acto de leer el texto escrito es un acto comparable de acercamiento.

Aproximarse a la experiencia, sin embargo no es lo mismo que acercarse a una casa. “La vida no es un paseo por el campo”. La experiencia es indivisible y continua, al menos en el transcurso de una vida y tal vez en el de muchas. Nunca tengo la impresión de que mi experiencia sea solo mía, y con frecuencia me parece que me ha precedido. En cualquier caso la experiencia se repliega sobre sí misma, se remite a su pasado y a su futuro mediante los referentes de esperanza y miedo; y utilizando la metáfora que se encuentra en los orígenes del lenguaje, está continuamente comparando lo parecido y lo diferente, lo pequeño y lo grande, lo cercano y lo distante. Y así el acto de aproximarse a un momento dado de la experiencia implica escrutinio (cercanía) y capacidad de conectar (distancia). El movimiento de la escritura se parece al de las lanzaderas en los telares: se acerca y se aleja una y otra vez, viene y se va.

Lo misterioso no es exactamente lo que se oculta de forma deliberada, sino, como ya he señalado, el hecho de que la gama de lo posible siempre pueda sorprendernos. Y por ello, hay poca actuación: los campesinos no representan papeles como lo hacen los personajes urbanos. No se debe a que sean “simples”, más sinceros o carentes de astucia; sino sencillamente a que el espacio entre lo que se desconoce de una persona y lo que todo el mundo sabe- y éste es el espacio de toda actuación- es demasiado pequeño.” John Berger, Puerca Tierra

Atravesada por la relectura de Puerca Tierra… Escribir en voz alta, dando lugar a que sea la mano quien alza la voz, provocando tal vez de entrada un equívoco, ese del carácter contraintuitivo al que Lacan nos convoca, en contra de las evidencias de nuestros conocimientos, poniéndonos en falta cuando pretendemos plantear el saber del inconsciente como un saber que va de suyo.

Hoy atravesados por una pandemia que se extiende de una manera tan vertiginosa, me es difícil pensar…Esta situación nos expone más que nunca delante de las pantallas, iluminados por las mismas con posibilidades de quedar encandilados. Confinados a no salir quédate en casa, teniendo posibilidad tal vez solo de dejar salir nuestra voz, nuestras palabras dichas, escritas gesticuladas delante de estas pantallas…Y entonces me pregunto por la escucha, esa escucha que posibilita que algo pueda escribirse. Esa que hoy debe encontrar su lugar en el intersticio de esta virtualidad.

Leyendo los aportes de los distintos Pensando en voz alta que van llegando, me parece importante visualizar como se va produciendo la escucha. Una escucha convocada por las diferentes libertades de quienes dicen –puede ser llamada sin video? –Necesito verle la cara, sino no puedo hablar. Y a la que cierto acto da lugar.

Y entonces una cita a vuelo de pájaro que me acompaña también estos días. Jean Allouch en Nuevas observaciones sobre el pasaje al acto: libro que me parece muy interesante de leer. Nos plantea un problema técnico frente al psicoanalista aquel que se posiciona como guardián del marco y el protocolo

“…un analista que debiera mantener a toda costa “el marco” estaría impedido de ejercer. La razón de ello es que muchos momentos decisivos de un análisis no se dan dentro del marco, sino al franquear sus supuestos bordes. Mantener fluctuantes esos bordes a veces tiene el efecto de permitirle al analizante que vaya a buscar al analista, que interrogue su posición en la transferencia”.

El Aislamiento de los Cuerpos

El aislamiento social, preventivo y obligatorio invita a pensar dos aspectos muy interesantes:

Primeramente que el aislamiento es un aislamiento de los cuerpos. No hay aislamiento de la subjetividad. De hecho hay mucha gente más conectada que antes, no solamente con aquellas personas que hace mucho que no ven con quienes, paradójicamente, en medio de una pandemia se vuelven a hablar, sino más vinculados también con aquellas personas que conviven en un mismo seno familiar. Aislamiento o no aislamiento no depende de hacia donde se mueve un cuerpo sino, en lo que al sujeto respecta, donde se dirija subjetivamente.

El aislamiento referido como sintomatología fenomenológica del neurótico difiere ampliamente de las posibilidades existentes de una situación en la cual no estamos incomunicados. De esto hay un sustento real, lo virtual. No es cierto que lo virtual no sea real, y que lo anatómico corporal si lo sea. Por ejemplo, en una clase alguien puede estar dormido, su cuerpo está presente pero la persona no está. Estamos muy convencidos que el cuerpo arrastra a la subjetividad y sin embargo, muchas veces, el cuerpo es un obstáculo a la comunicación.

El segundo aspecto es que el aislamiento lleva a confrontar con uno mismo, a chocar con la propia realidad. Aquella que en lo cotidiano solapadamente se tapa con actividades con las que el sujeto se suele atiborrar, esquivando los aspectos que repudia o que generan disconformidad. Síntomas en los que la implicación siempre es distante y en el que éste paréntesis obligatorio nos empuja a rever como conectar con las formas de goce. Un goce que, a veces, conlleva no hacer nada.

¿Podemos permitirnos no hacer nada en una sociedad tecnócrata de consumo que condena el ostracismo?, ¿Qué pasa con quienes “entrenan” toda su vida para una cuarentena?, ¿La tortilla se vuelve y son acaso ahora los mejores preparados para esta situación? Aquellos que no caen en la irascibilidad ante la convivencia permanente y disponen de recursos para disfrutar haciendo lo que les da la gana.

¿Comprenden madres y padres a esos niños que atraviesan su primera cuarentena?, ¿Qué lazo social hay cuando se trata de horizontalidad?, ¿Cómo se sostiene una equivalencia de voluntades?, ¿Es asimilable el modo de goce de las distintas personas que conviven? Y me refiero no solo a parejas sino también a las parentalidades, donde la forma de recuperación de una porción de goce puede no ser la misma entre jóvenes y adultos, reinando la incomprensión. Absurdas situaciones en las cuales se idealiza el goce del otro. Al respecto me pregunto: Cuando Bill Gates aterriza en su jet privado sobre África, ¿su goce es mayor al del adolescente que retoza en su cama al ritmo de un reggaetón en cuarentena?

Voces que escuchan in-vulnerabilidad1 y deseo

Un otoño en la cuidad de Bs. As vi la película Blade Runner. Eran épocas oscuras e in-viernos difíciles. El film quizás no era muy alentador, pero para esos tiempos que vi-víamos al menos era una forma de escape. Recuerdo preferir ese mundo entre moderno y caótico, quizás hasta intrigante, al que atravesábamos en dictadura.

Coincidencia mediante, el año 2019 la volví a ver, esta vez me sorprendí al ver que la película planteaba ese futuro en dicho año. Los años transcurridos desde el estreno del film hasta hoy, le darían otro contexto a la historia. Diversos humanos y replicantes, humanos mas que humanos, habitaban ese mundo. Retuve en la memoria la ultima esce-na, en la que Roy, uno de los androides, con su mirada particular, de ojos y recuerdos implantados, le dice al Blade Runner, quien esta a punto de “cazarlo/desconectarlo”, y en el momento de ser salvado por Roy de caer al precipicio:…” es toda una experiencia vivir con miedo, eso nos hace esclavos”…

Hoy puedo pensar en ese precipicio como un entre -medio en el que transcurren la vida y la muerte, miedos y angustias. En las palabras de Roy importa mas el transitar la expe-riencia y las emociones, el estar vulnerable. Quizá en ese instante con la proximidad de la muerte, Roy creyó sentir como” humano”. La muerte como promesa. Quizá nada sea mas riesgoso y vulnerable que estar invulnerable.

Vulnerable habitar lo frágil.

Según P. Preciado 2 , el que vive en márgenes, Roy en el film, el que busca deconstruir su experiencia. es el que llama “monstruo contemporáneo”. El migrante, es capaz de per-formatear la diferencia como acción política, no como víctima.

Lo imprevisible e incalculable de la vida y la muerte, y de las versiones de los modos de goce y del deseo, nos deja vulnerables, abiertos a la posibilidad de transitar precipicios y experiencias transformadoras. Roy puede aceptar su muerte o desconexión en el mo-mento mismo que parece anhelar sentir miedo, eso lo haría sentirse esclavo o vivo.
Lo informático hoy atraviesa la vida cotidiana y también la escena analítica (3) hay una nueva relación de la palabra y de los cuerpos. Lo presencial se juega de otro modo, la significación y el sin sentido tienen hoy una experiencia inédita. e imponen otros modos de goces y lazos. Es necesario alojar los márgenes de la variación subjetiva, in-ventar formas de huida y otros modos de anudamiento. La clínica hoy resiste a través de la línea telefónica, donde la voz como forma de extensión del cuerpo y de lo presen-cial, denota aun la ausencia como semblante del objeto a en el discurso del analista. El analista atraviesa esos bordes en cada sesión como monstruo migrante, cyborg, en las que las transferencias digitalizadas, alojan diversos modos de subjetivación y distintas formas de habitar lo in-vulnerable. No callar el miedo quisiera Roy. Es el deseo es el q resiste una vez mas.

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Referencias bibliográficas.
1- Lo invulnerable abarca a lo vulnerable, ni uno ni otro tienen ni genero, ni plural. Es el prefijo "in" el que pone en negativo al vulnerable. En este caso preferí el guion entre ellos a modo de denotar la relación entre los términos y un medio en el que pensar.
2- Preciado, Paul. La sonrisa del cocodrilo desde el departamento de Urano.
3- Lacan, J. El reverso del psicoanálisis, Ya Lacan habla de las letosas y gadgetes.

Algunas frases

Estamos viviendo una pandemia, en estado de cuarentena obligatoria. Algo que experimentamos por primera vez. En estos tiempos, puede verse gente con barbijo, o máscaras que se cruza por la calle, mirando al otro con desconfianza. Portador potencial de un arma invisible que podría rozarlo, herirlo o hasta obligarlo a jugar una pulseada con la muerte. Tomar las cosas de ese modo, implica transitar lo que dure la pandemia como algo hostil, peligroso, amenazante. Le da a la pandemia, un tinte de estado de guerra.

Pensando en voz alta, vislumbro alrededor de esa temática, numerosas tramas para escribir ficción. Cuentos, novelas, guiones de películas. Se presta para escribir historias apocalípticas, lecturas sociológicas, reflexiones filosóficas , ciencia ficción. Esbozo algunas frases sueltas, que entiendo podrían articularse en esas historias.

En la jerga popular tener coronita es el privilegio de unos pocos. Tener Corona Virus, no tiene nada de privilegiado. Vivir con la amenaza del coronavirus, es una universal que nos atraviesa a todos los mortales contemporáneos. Es unánime.

La palabra vulnerabilidad deriva del latín vulnerabilis. Está compuesto por vulnus, que significa 'herida', y el sufijo -abilis, que indica posibilidad, etimológicamente, vulnerabilidad indica una mayor probabilidad de ser herido.

Los promedios, las estadísticas, las tendencias, las probabilidades son indicadores que generalizan, que aproximan, pero que no aportan precisiones. Las estadísticas, son esa ciencia, que ante el hecho de que una persona coma dos pizzas, y otra persona no coma nada, concluye que dos personas comen una pizza cada una.

Podría pensarse que la vulnerabilidad alude a estar en riesgo. La vida es riesgo. Así como llega la vida, sin pedirla, sin certezas, así también se puede ir. De un instante a otro. Siendo viejo, joven o niño. Estando sano o enfermo, siendo deportista o sedentario. Con pandemias o sin ellas. Más allá de lo que digan las estadísticas. Más allá que la amenaza se concrete o no, mientras perdure la amenaza del COVID-19, la mayoría de los proyectos quedan truncos o congelados. Y tiene consecuencias.

"El hombre propone y Dios dispone" dice el refrán popular. Para los que crean en Dios, se topan con un padre todopoderoso que suelta la mano de sus hijos, que descarga su ira sobre ellos. Él es el que dispone la circulación de la pandemia. Y genera desconcierto, ansiedad, angustia sobre sus fieles.

Cito un fragmento de una novela inconclusa: Vivir con carencias no es agradable. Vivir una vida monótona y rutinaria, es poco halagüeño, pero vivir sin esperanzas, sin ilusiones, sin futuro, es aplastante. Es la insoportable pesadez de ser, no tener y esperar. Y esperar. Y seguir esperando. Pero no saber qué. En realidad se sabe qué se espera en esas situaciones. Que termine la espera. Que llegue el fin de la espera. Y se espera el fin. Y muchas veces, el Fin llega. Pocas cosas son tan cumplidoras como la muerte. Si se la llama con insistencia, inexorablemente llega. Es cierto que si no la llamamos igual llegará. Pero me refiero a esos momentos en la vida en dónde no se sabe hacia dónde ir, para qué vivir, y para qué seguir. Donde la realidad mortifica, enferma, hace bajar los brazos. Y la enfermedad está siempre presta a instalarse. Ese es su microclima ideal.

Vulnerabilidad, Amenazas, Privaciones, represión, angustia, ansiedad, miedos, desesperanza, ficciones, realidad; serán condimentos de la trama a redactar.

El hombre propone, hasta que lo real se impone, para creyentes y no creyentes, podríamos repensar. La tarea que tenemos y tendremos por delante como analistas, es vérnoslas con los efectos que producirá esta imposición de lo real en nuestros pacientes. Qué podremos hacer con ese real.

Esto no es ficción. Es real. La historia está por escribirse.

DESPERTANDO UN POCO DEL ENCIERRO

Fines de abril y ya han pasado más de 40 días de confinamiento, aislamiento o cuarentena; significantes de este tiempo para nombrar el encierro que estamos obligados a cumplir. Abro como todos los días mi correo, mis redes y todas las plataformas que hoy se han vuelto los medios de encuentro con los otros y hallo, una vez más, la invitación a escribir, y esta vez un deseo de no dejarla pasar.

La pandemia se instaló como un real que no vimos llegar, y nos dejó sin palabras y sin aliento. Una sensación me acompañó un largo tiempo: todos los días parecían domingos. Como si se hubiera producido cierta detención del tiempo aunque el tiempo seguía transcurriendo, y me lo hacían notar las hojas amarillas que veía caer desde mi ventana o los sweaters que tuve que bajar porque el otoño ya nos abrazaba.

Una imagen aún me parece apocalíptica, como si la ficción se volviera realidad: las calles están siendo habitadas por sujetos con barbijos o “tapabocas” –su nombre hoy es casi indistinto– que, si bien están aggiornados con flores, colores o lunares, igualmente es una escena que no deja de producirme cierto horror. Distanciamiento social, alcohol en gel, saludos con el codo, uso de barbijo, todas “medidas de bioseguridad” que nos ponen a distancia del otro, porque el otro pasa a ser un poco sospechoso. Y pienso: ¡Qué difícil es acostumbrarse a esta “nueva normalidad”!

Frente a estos cambios intentamos apelar a un Otro que nos diga de qué se trata todo esto, cuándo terminará o cuándo podrá volver –si eso fuese posible– algo de nuestra antigua normalidad, ya que creemos que dar sentido podría aliviarnos un poco esta angustia o malestar que acompañan estos días. Pero nos encontramos con la impotencia de que cuanto más queremos dar sentido, más nos alejamos de él, y el desorden de lo real se vuelve patente con esta pandemia que nos acecha.

Lo real del tiempo definitivamente se ha trastocado y el real de la pandemia ¿no nos deja a todos un poco vulnerables frente a su virulencia? En este punto el título de las jornadas se me vuelve un tanto premonitorio: “Tiempos de vulnerabilidad: desafíos en la clínica”.

¿Atender por teléfono? ¿Tener sesiones por videollamada, skype o zoom? Si bien he atendido excepcionalmente alguna consulta por teléfono, atender por medios virtuales era algo inédito para mí. La clínica como yo la practico es del uno por uno, y las respuestas dadas con estos dispositivos también lo están siendo, pero siempre respetando los tiempos subjetivos de cada parlêtre. Así, sin dejar de creer profundamente que, “el tiempo de la palabra con la presencia real del cuerpo del otro en la realidad” 1 de la sesión analítica es irremplazable, este momento se volvió un poco un desafío, dejándome sorprender e inventando cada vez formas de encuentros posibles en los tiempos que corren.

¿Qué pasará después? Es una pregunta que no cesa para mí. Hay un antes y un después de esta pandemia, hay un corte donde ya nada será lo mismo, y nosotros ¿seremos los mismos a la salida de esta experiencia? El momento de concluir aún lo siento lejos.

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Referencias bibliográficas.
1-Bassols, Miquel. Conversaciones sobre psicoanálisis y la época: Luis Salamone con Miquel Bassols. https://www.youtube.com/watch?v=Rvo_QmgOisc

Reflexiones a partir de una experiencia Testimonio en primera persona

Intervalo
Peso de las piedras, de los pensamientos
Anhelos y montañas
no se miden igual
Todavía habitamos otro mundo
tal vez el intervalo (...)
Philips Jaccottet.
A partir de una situación que me tocó vivir.

Un día.
Es jueves, mi hija de 4 años comienza con un episodio de fiebre y dolor de garganta. Frente a la situación epidemiológica que estamos atravesando, me preocupo y al segundo día llamo al médico para que venga a verla. En ese momento se me informa que al referir como síntoma la fiebre, automáticamente se activa el protocolo por presunto caso de COVID.

Lo que se viene...
Nos vinieron a buscar con una ambulancia, nos llevaron al Sanatorio, la revisaron a mi hija y le toman el hisopado para analizar COVID. Ahí nos informaron que debíamos permanecer aisladas en una habitación hasta tener el resultado. Miedo, incertidumbre, angustia, preocupación, ansiedad e impotencia son algunos de los afectos-efectos presentes en ese momento.

El aislamiento del aislamiento. Encierro del encierro.
Esas horas fueron eternas y muy duras. Tratar de explicar, de jugar, de acompañar, de divertir y no desesperar. Tan solo tratar.
En ese momento pensé ¿qué pasa con las madres-padres-cuidadores que no tienen recursos?, ¿qué pasa con les niñes en tal situación?, ¿qué efectos tiene esto sobre el psiquismo del niñe y del adulte?.
¿Cómo ayudar?, ¿Cómo alojar un mínimo de singularidad?

Entrar en el protocolo es salir de lo singular. Entrar en el protocolo es una concatenación de situaciones que arrasan la subjetividad. Entrar en el protocolo es entrar en un vacío real.
En ese momento pensé, ¿porqué tenemos que estar acá, pudiendo tener un lugar para esperar el resultado?. Nosotres en una situación de privilegio, teniendo prepaga, casa, techo y comida, teniendo. ¿Qué lugar para les que no tienen? ¿Qué lugar para les qué no pueden? ¿Qué lugar para los que nunca tienen lugar?
Cuidado y resguardo para nosotres, ¿descuido y desigualdad para otres? ¿Lugar para unes, olvido y silencio para otres?
¿Qué lugar dentro del protocolo?
¿Qué lugar?

“Siempre,
nunca,
todo,
nada,
¿no hay demasiada pretensión en esas palabras? (…)”
Matias de Rioja.

¿Cómo cada uno?

El imaginario cotidiano se ve interceptado por una variación global, irrumpe una pandemia y con ella una nueva versión de la distribución de los cuerpos, la temporalidad y las prioridades. Nuevos modos de vulnerabilidad atraviesan la escena. Fragilidades preexistentes se sirven del avatar epidemiológico para añadirlo según su constitución subjetiva.

Respecto a lo singular

El interrogante de cómo cada uno da respuesta, queda determinado por el modo previo de estructuración condicionante. De todas maneras, lo inédito del contexto requiere un quantum de invención.

¿Cómo cada uno significa esta novedad y la instala en su mundo? ¿Cómo hace en y con el mundo a partir de ello? Son preguntas que podrán orientar el acontecer de la práctica clínica.

La cuestión que nos evoca es la misma que todas las veces… ¿cómo transita cada sujeto la circularidad pulsional?, ¿qué posición en el recorrido que parte del uno, para pasar por el campo del Otro y retornar?, ¿cómo maniobra este circuito?.

Cada sujeto inventará su modo de atravesar esta particular trama y le dará lugar, de acuerdo a la singularidad de su sentido. Ya sea que éste ande por un anudamiento neurótico o que naufrague por una lógica delirante, (o entre ellas tantas variantes como sujetos haya).

Respecto al universal

Respecto a consideraciones generales… provoca curiosidad: ¿qué resonancia tendrá, la nominación utilizada por la política y /o salud pública en relación a los significantes: aislamiento social/ distanciamiento preventivo.

Qué uso hará cada uno y que implicancias tendrá, por ejemplo para…

La infancia que no abraza más que en el seno endogámico, que no toca, que no explora, que no circula por el espacio público. Que su escenario de lazo se reduce a una propuesta educativa virtual. Y que su presencia podrá tornarse amenaza para las generaciones mayores.

Qué consecuencia para la juventud en la interrupción de la cercanía, donde el intercambio se significa como posible foco de contagio y la sugerencia es la evitación.

Cuál el devenir para el adulto al cual se le pluraliza la virtualidad como instancia casi unívoca de intercambio social y laboral (al ser excluido del mencionado “personal esencial”). Previamente a la pandemia se acrecentaban gradualmente los motivos de consulta referidos a los efectos del home office, concebido en principio como un privilegio pero asociado posteriormente a bastas remociones sintomáticas.

Ni hablar de los interrogantes respecto a los que ya se hallaban al borde de la cultura, en la marginalidad en donde no cabe el legado “quédate en casa”.

Qué consecuencias tendrá hacer del virus un partenaire privilegiado, de índole imaginario (ya que la mayoría no lo porta en el organismo) rigiendo el obrar cotidiano de acuerdo a esa referencia.

Que el malestar es inherente a la cultura es un legado que se confirma cada vez y el covid-19 no será la excepción. Dar lugar al enigma es una posibilidad; si hay algo que confirma esta entidad viral es que la sorpresa puede estar a la vuelta de la esquina, sin anticipación alguna. La contingencia comanda, con lo cual podría dejarse caer el afán del saber supuesto, sin que por eso no tengamos nada para decir. La palabra cuida y cuidar la palabra vela por el deseo.

“Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.” Alejandra Pizarnik, 1971.

Que el lenguaje está allí, que preexiste a la entrada que hace en él cada sujeto puede no ser una novedad para quienes estamos familiarizados con Lacan. Sin embargo, la instancia de la letra en el inconciente y el modo en que algunos sujetos intentan insertarse en el lenguaje, es decir de habitarlo, es singular. Puede que entonces sea una pregunta en la práctica clínica el pensar con qué inscripciones cuenta el sujeto e intentar así situar y acompañarlo en su singularidad.

Una pregunta como esa, junto con la de ¿qué posición como analista? Y también la de ¿cómo maniobrar con la transferencia en la clínica de la psicosis con niños? Fueron sin duda las que ordenaron el tratamiento con N, quien actualmente tiene 12, durante 2 años.

No es la idea de este escrito hacer un recorrido de lo trabajado durante ese tiempo, sino poder ubicar el modo en que N intenta situarse en el lenguaje y cuáles son algunos de los recursos que le permiten sostener sus invenciones.

A su vez, el modo en que como analista intenté acompañar sus creaciones, poner el cuerpo en tanto N inventaba el suyo. Puede que sus modos no tengan por qué considerarse de su creación en el sentido estricto de lo que la palabra (creación) sugiere- ¿o acaso no estamos todos familiarizados con ese modo de hacer comedia que se titula “stand up”? – y aun así me atrevo a afirmar que este “ponerse de pie” ha sido para N su modo de sostenerse, de pie, frente a la presencia de un otro. Como analista poner el cuerpo allí pudo ser convertirme en el público de la comedia, prestando aquél.

Acabo de introducir así al “stand up” como recurso en que N se inserta en el lenguaje. Practicaba, durante las sesiones, los discursos y dramatizaciones que haría luego frente a los otros, sus compañeros de grado. Este modo de hacer borde quizás más sofisticado dejó atrás a aquellas prendas como guantes y capuchas con las cuales parecía que intentaba hacerse de un cuerpo, se trataba de invenciones sobre qué hacer con esas partes-órganos.

Decimos entonces que la posición del analista puede convertirse en la ayuda a la invención de recursos para sostener el cuerpo y, además, un lugar donde el sujeto se prepara para lo social.

También se trata de invenciones que le permiten al sujeto identificarse, inventarse un saber-hacer-allí donde el Otro no existe. En ese sentido “el sujeto es empujado en particular a instrumentalizar el lenguaje” 1 (claro que a veces esto no sucede y entonces nos encontramos con un sujeto que padece de la incidencia del órgano-lenguaje sin poder inventar de ningún modo.)

El modo en que N ordena al mundo y le permite así el lazo social parece estar lejos del preestablecido por las normativas escolares y familiares que lo rodean; y son sus soluciones singulares las que le permiten un stand up (¿de la vida?) al tiempo que se sostiene (de pie). Sus propias ficciones se entraman en ese discurso de una ironía comediante, siendo así a quien sus compañeros describirían como aquel que hace la clase ‘más divertida’.

Para N él es “la oveja de otro carril”. Esa identidad parece haberle permitido relacionarse con los otros a partir de una forma descarriada (y para nada dentro de los modos esperados por su familiar y el ámbito escolar) en ese stand up que ensaya en el consultorio y que no es sin la presencia de un otro. Se trata de otra identidad, no la del “niño autista” que su madre le nombra, sino la que él construye.

Acompañarlo y seguirlo en sus invenciones, sin intentar normalizarlo fueron las apuestas que ordenaron la práctica.

Durante el último año de escolaridad primaria, el evento más esperado y que alarmaba a la madre del niño era el viaje de egresados, donde se esperaba que se relacionara “adecuadamente” con sus compañeros.

(Al regreso del viaje escolar a la costa) Dice N: - “vimos el amanecer de un universo agradecido”. Repite esta frase con un énfasis particular.

A diferencia de Alejandra, la palabra no decía ni más ni otra cosa. N estaba diciendo exactamente lo que quería decir. 2

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Referencias bibliográficas.
1- Miller J.-A, “la invención psicótica”, Virtualia, marzo 2007, p.8
2- Lacan en el Seminario III (Las psicosis) dice acerca de las interpretaciones verbales que no construyen ningún sentido, que “se trata de un sabor particular en el que ciertas palabras cobran un énfasis especial, una densidad que afecta la forma del significante”

¿Un llamado (al recreo)?

Aquí estoy. Me dispongo a escribir. Es decir, a redactar "algo" en función de lo que escucho (mucho) últimamente.

Se impone en mi cabeza la imagen de las Escuelas: sillas vacías, pupitres vacíos, aulas vacías. Espacios/recreos vacíos.

Establezco comunicación con varias familias (en el marco de "entrevista/orientación a padres"). Allí expresan, en su mayoría las madres, estar desbordadas en torno a la enorme demanda/exigencia que les provoca "lo escolar": miles de PDF que deben imprimir, un sin fin de actividades con fechas programadas para poder ser entregadas, dictados de palabras por Zoom, armado de afiches/láminas, lectura de libros, manualidades varias, y un etcétera ilimitado.

Expresan (con gran preocupación) al respecto: "No llegamos a completar todo, no podemos con todo lo que mandan, no es suficiente nunca lo que hacemos. Entregamos algo, y enseguida ya mandan más y más. Todo el tiempo mandan cosas.

Mi hija/o se desconcentra, se pone nerviosa/o, se aburre, se va, se enoja, no quiere".

Me detengo, pienso. En éste punto, ¿Cuál es el rol de las instituciones escolares en el marco del aislamiento social?

¿Podría pensarse que las familias quedan tomadas por una especie de demanda sin límite?

Se genera en las familias una sensación de "estar en falta" (casi constantemente). Se vislumbra que lo escolar, en éstos tiempos que corren, no da respiro, aturde, ahoga, frustra, asfixia.

Niños, niñas y adolescentes dan una respuesta frente a ésto: no hacer y extrañar. Lxs escucho decir: "No, no hice la tarea. Ni lo empecé. No llegué a entregarlo. No lo terminé. No tenía ganas. No puedo. Extraño a mis amigxs. Extraño salir. Extraño juntarme".

¿Qué es "lo escolar"? ¿De qué se trata ésta "Escuela por Zoom/Escuela virtual"?

La Lic. Beatriz Janin (en el marco de una Conferencia de la APBA) menciona que "La Escuela" es mucho más que la transmisión de conocimientos. Refiere que es un lugar social, de encuentro. De encuentro con pares/compañerxs/amigxs. Expresa que "el recreo" se vuelve fundamental en niñxs y adolescentes cómo un modo de vínculo/intercambio con otrxs.

También menciona que tanto las madres como los padres se quedan ocupando ahora el triple rol de "padre/madre/docente" (y ni hablar de las exigencias económico-laborales que también los atraviesa), desempeñando esta función las 24.hs del día, por los 7 días de la semana. Ésto, sin dudas, se vuelve sumamente angustiante para ellxs (y para lxs niñxs/adolescentes también).

¿Y entonces? ¿Cuál es nuestro rol como profesionales de la salud mental en éste (abrumador) contexto?

¿Quizás el lugar que tendremos que ocupar es el de "dar un respiro/dar un recreo"?

¿No es allí donde de algún modo se nos convoca (inconscientemente)?

Frente a una escuela por zoom que se impone (al parecer) como mera transmisora de conocimientos, considero que se vuelve primordial volver al recreo. Volver a jugar, divertirse, reírse, explorar, crear, armar, desarmar, imaginar, estar con amigxs (aunque sea desde la pantalla). Si el aislamiento es físico, pero no emocional, es importante poder reflexionar sobre éste punto.

Quizás nadie esté en falta, sino más bien "lo que falta" son recreos. Si se pretende que tanto niñxs como adolescentes se conviertan en meros ejecutores de la tarea, se estaría arrasando gravemente con su subjetividad.

¿Por qué se les exige concentración y "buen" rendimiento en éste escenario inédito que nos toca atravesar?

¿Y entonces? ¿Podremos colaborar con el hecho de "crear recreos"?.

Notas de pandemia

Escena uno: Un paciente me contó que el centro de día para gerontes donde él trabajaba cerró.

Antes me había comentado que muchos de ellos manifestaban que el centro les había cambiado la vida, que habían pasado de estar “tirados” a “tener ganas”.

Me descubrí pensando a partir del impacto que esto me había generado. Súbitamente un significante apareció: Pensando en voz alta.

Sigo asociando y me encuentro con La transitoriedad de Freud y El Seminario 6 de Jacques Lacan.

Escena dos: Luego de 70 días de aislamiento junto a mi familia recibimos una sorpresa del jardín de Juan, mi hijo de 5 años. Dos señoritas con barbijo, nariz de payaso y gorros de colores se acercaban a dejarle una sorpresa. Juan empezó su día con una sonrisa.

A modo de puzzle fueron apareciendo en mí estas representaciones.

Freud en el texto citado dice que el valor de la transitoriedad es el de la escasez en el tiempo. La restricción en la posibilidad del goce lo torna más apreciable. Y Lacan en el Seminario 6 habla del dolor de la existencia cuando no la habita nada más que la existencia misma, y cuando todo, en el exceso del sufrimiento, tiende a abolir ese término inextirpable que es el deseo de vivir. 1

Me pregunto qué será de aquellas personas que perdieron ese lugar que de alguna manera despertó en ellos ese “deseo de vivir”. No olvidaré la sonrisa de Juan cuando le dije que en la puerta había dos payasos.

Ambas escenas se entrecruzan en mi pensamiento. La vejez. La infancia. El deseo de vivir. La belleza de un gran gesto. Dos lugares que alojan. El centro de día. El jardín de infantes. Una vida por delante. Una vida en los albores de su fin.

Culmina Freud su texto hablando de las pérdidas sufridas durante la guerra: No es maravilla que nuestra libido, así empobrecida de objetos, haya investido con intensidad tanto mayor lo que nos ha quedado, ni que hayan crecido de súbito el amor a la patria, la ternura hacia nuestros allegados y el orgullo por lo que tenemos en común. Pero aquellos otros bienes, ahora perdidos, ¿se nos han desvalorizado realmente porque demostraron ser tan perecederos y tan frágiles? Entre nosotros, a muchos les parece así, pero yo, en cambio, creo que están equivocados. 2

Y prosigue Creo que quienes tal piensan y se muestran dispuestos a una renuncia perenne porque lo apreciado no acreditó su perdurabilidad se encuentran simplemente en estado de duelo por la pérdida. Sabemos que el duelo, por doloroso que pueda ser, expira de manera espontánea. Cuando acaba de renunciar a todo lo perdido, se ha devorado también a sí mismo, y entonces nuestra libido queda de nuevo libre para, si todavía somos jóvenes y capaces de vida, sustituirnos los objetos perdidos por otros nuevos que sean, en lo posible, tanto o más apreciables. 3

Me pregunto por aquellos sujetos devenidos deseantes ¿habrán investido otros objetos? El tiempo los apremia. Tiempos de sustitución y de reconstrucción posiblemente ya no les sean factibles.

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Referencias bibliográficas.
1- Jacques Lacan. El Seminario. Libro 6. El deseo y su interpretación. Página 107. Editorial Paidós. Buenos Aires.2015.
2- Sigmund Freud. La transitoriedad. Tomo 14.Pagina 309. Editorial Amorrortu. Buenos Aires
3- Idem

Departures

“La nada eterna no está nada mal, si llevas la ropa adecuada”

Woody Allen

“Departures” (partidas), es una película japonesa del director Yomiro Takita, que muestra con elegancia y belleza, a través de una ceremonia llamada nokan la concepción de la muerte y también de la vida, propia de Japón. El nokan es una ceremonia en silencio, donde no hay entrega de ningún producto, se trata de movimientos relativos al cuerpo del difunto, para devolverle las particularidades significantes y de este modo ser reconocido por sus familiares. A través del ritual se restituye los detalles y signos propios de la subjetividad, preparándose así para la despedida.

Rolando Barthés en “El Imperio de los Signos” dice que en Japón todo acto, todo gesto, parece estar enmarcado. Hace una lectura de los embalajes; la envoltura deja de ser el accesorio desechable del objeto transportado, para convertirse él mismo en objeto, accede así al lugar de algo precioso. Se puede pensar en la ceremonia con la que sirven el té: despliegue artístico, delicado, cuidadoso, para finalmente un pequeño vertimiento que gracias al ceremonial toma el valor de un elixir.

El haikú es un poema japonés que apela a la ruptura de sentido, él no quiere decir nada, su ejercicio es pura designación, designa el vacío…

Vestido
Disfruta cada encuentro
Porque puede que no vuelva a suceder.
Llevo puesto un vestido de palabras
---un vestido rojo en mi muerte.
(Maki Starfield, poeta y artista japonesa)

En Japón hay un respeto a la nada, contrario a Occidente, donde se valora la abundancia; el gran consumo que nos permitiría huir de toda pérdida.

Parafraseando a Octave Mannoni: “…tengo la impresión que es en el cambio de actitud para con la muerte que debe buscarse el origen de los demás cambios”.

En estos tiempos de vulnerabilidad, el individualismo moderno está diseñado para divinizar el “empoderamiento”, en una ideología solipsista, desdeñando la fragilidad que nos constituye. Este desprecio por la pasividad y la dependencia humana respecto de nuestros semejantes, asociado a la “falta o fallida productividad”, nos convierte en incapaces de incluir nuestra última presencia en el ciclo vital.

Me propongo usar el término ceremonia para denominar aquello que se produce en la experiencia analítica. El ritual constituye un paralenguaje actuado (Levi Strauss), sirve para sacralizar la actividad. Articula gestos, palabras, construyéndose un espacio “sacer” donde se lleva a cabo la ceremonia atemporal del inconsciente. En ella, la tarea inalcanzable del encuentro con el objeto que encierra, similar a la función de la caída de los velos en la danza de Salomé. Así en este orden ceremonial, en movimiento inverso a la ceremonia del nokan, en un espacio heterotópico (Foucault) donde pasado, presente y futuro se unen, se hace visible lo oculto, aquello que J. A. Miller llamó el gran detalle en psicoanálisis, la castración.

Es en la sesión analítica que un espacio profano y sagrado a la vez, da lugar al despliegue de las escenas míticas en toda su ominosidad; el tiempo adquiere eternidad. La nada, el vacío pueden alojarse, haciendo posible una revolución emancipatoria, abriendo oportunidades al amor; a decir de Lacan “dar lo que no se tiene a quien no es”.

También en el amor, la ceremonia cumple una función principal; una manera de dar, ese algo particular, un signo frágil, sutil y fugaz.

Lo esencial es invisible a los ojos

Luego de algunas pocas semanas de escuchar lo que sucedía en otras partes del mundo con el COVID-19, y a partir de algunos casos aparecidos en nuestro país, un decreto nacional nos convocó a todos los sujetos a un aislamiento social, preventivo y obligatorio. En ese momento, surgieron muchas preguntas en relación a cómo íbamos a continuar escuchando la clínica, si es que se podía pensar en continuar. Encontrando como única alternativa la virtualidad que nos permiten las tecnologías de comunicación, ¿habría pérdidas con respecto a lo presencial? ¿de qué pérdidas estaríamos hablando? ¿surgirían nuevas producciones en los pacientes? ¿sería sustentable a lo largo de un tiempo prolongado?

Desde ese momento, circularon a través de los medios saberes generalistas, medidas de prevención y cuidados homogéneos, opiniones de expertos, e información acerca de los síntomas del virus (fiebre, cansancio, tos seca) y los efectos emocionales del confinamiento (irritabilidad, depresión, ansiedad, alteraciones en el sueño). En cuanto a nuestro lugar como analistas ¿cómo sería nuestra escucha en relación a la pandemia?

En “El malestar en la cultura” Freud plantea que la sustitución del poderío individual por el de la comunidad representa el paso decisivo hacia la cultura, y advierte que se necesitaría un equilibrio adecuado entre las reivindicaciones individuales y las colectivas. Ante el fracaso de este ideal, bastarse a sí mismo es lo contrario de cultura, la que conlleva malestar y desencuentro. Esta autonomía de la pulsión de muerte constituye el mayor obstáculo con el que tropieza la cultura. Es entonces que Freud pasa de ésta al individuo. Nuestro lugar como analistas es escuchar las transformaciones de Tánatos en palabras, enunciaciones y silencios del sujeto.

Tomando posición frente a esta nueva realidad que nos atraviesa a todos, a esta irrupción violenta de lo real, me remití a uno de los aspectos más genuinos del psicoanálisis, que es la singularidad por sobre lo colectivo, cercando el modo de goce de cada sujeto, el cual es uno sólo para cada quien y distinto de cualquier otro. A partir de una escucha y un hacer artesanal, orientado hacia el sujeto y lo singular, a la clínica del caso por caso, a la no reducción del sujeto a un organismo, y al énfasis en la causalidad psíquica, lo fundamental es ubicar la posición del sujeto en sus dichos, lo que dice sin saber que lo dice, su enunciación. Lo esencial en nuestra escucha analítica es invisible a los ojos de los discursos científicos, estadísticos, políticos y epidemiológicos.

La era de la paja digital: ¿un vaticinio freudiano?

A propósito de los malestares actuales de la cultura, enuncié tiempo atrás en una clase a modo de ocurrencia -en el sentido del Witz freudiano- que esta era “la era de la paja digital porque el contacto (virtual) reemplaza al contacto (real)”.

No casual sino causalmente y del todo homólogo a la libre asociación del analizante que de libre no tiene nada por el determinismo del inconsciente y sus leyes, poco después re-encontré un trabajo de S. Freud de 1928 en el que el padre del psicoanálisis exactamente un siglo antes se anticipaba a mi planteo, enunciado en tiempos del Big Brother Digital.

Todo un vaticinio freudiano. Lejos de los panópticos vigilantes de las instituciones de secuestros foucaultianas de la Modernidad, hoy estamos sometidos al control no de los cuerpos sino de las mentes.

Una fina arquitectura digital de una Psicopolítica del poder ya anticipada en el concepto deleuziano de sociedad de control.1

Puesta al servicio de atrapar algorítmicamente nuestros objetos posibles de deseo bajo la forma de las rimbombantes letosas lustradas con el brillo agalmático del falo.

En el escrito freudiano referido2, Freud homologa el jugar con la masturbación remarcando la acción de toqueteo, en ocasiones compulsivo, presente en ambas acciones. “Mi hijo está constantemente tocando el celular”, se quejan los padres en las primeras consultas.

Largas horas conectándose con contactos pero sin-tacto; la prescindencia del otro corpóreo no lo hace prescindente como objeto del fantasma erótico.

La masturbación, definida como goce del idiota para Lacan, ¿Será, por lo tanto, como goce del cuerpo y como tal asexuado lo que permite tolerar la no proporción sexual?

Ya que lo que “se llama el goce sexual está marcado, dominado por la imposibilidad de establecer como tal, ese único Uno que nos interesa, el Uno de la proporción sexual”.3

¿Será el despertar de esta primavera un despertar que aún necesita prolongar un poco el aletargo adormecedor del invierno? ¿Y que la navegación en las redes digitales facilita?

La posibilidad de procrear ubica al ser humano en la continuidad de la cadena de la especie pero también lo enfrenta a la posibilidad de la propia muerte. De allí aquello del orgasmo como petite morte: Muerte y Sexualidad conjugados en un mismo acto.

“¿Por qué no vivir entonces en el delicioso y confortable mundo de la cibernética? Que evita el encuentro con el Otro sexo.”4

La navegación en las redes para el adolescente puede ser también una especie de guarida, de refugio en el mundo de la fantasía.

Por ese motivo, en estos tiempos de forzado encierro con sus padres a causa del virus letal Covid- 19 como nuevo real que nos acecha y privados del contacto real con sus pares, bien podemos suponer que las redes digitales hoy son una especie de antídoto frente al universal virus de todos los hablantes-ser: el virus de la endogamia.

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Referencias bibliográficas.
1 Byung-Chul Han: “Psicopolítica del poder: neololiberalismo y nuevas técnicas del poder”. Herder edit. Barcelona, 2014.
2 Freud, S (1928): “Dostoievski y el parricidio”, pág 190, T. XXI, Amorrortu edit, Bs As 1996.
3 Lacan, J (1972-1973): “Seminario XX: Aún”, pág 14, Paidós edit, Bs As, 1997.
4 Díaz, Guillermina y Hillert, Rebeca: “El tren de los adolescentes”, pág 85, Lumen Humanitas edit.Bs As, 1998.

“La comunicación en tiempos de Pandemia”

Corren días inmersos en una dinámica vertiginosa. Días en donde todo aquello sobre lo que teníamos el control, de repente se suelta las amarras y fluye muchas veces sin que podamos siquiera caminar a la par. La rutina, los horarios, las obligaciones. Todo aquello que parecía ser una especie de verdugo que amordazaba las pulsiones del ocio, ahora inesperadamente experimenta una libertad de esas que sentíamos cuando niños, y dábamos nuestra primera vuelta en bicicleta sin rueditas. Se sentía liberador, ¿verdad? Y nuestro espíritu triunfante. Pero a la vez nos daba un poco de miedo. Ahora, pareciera que el tiempo hubiera mutado y eso nos hace sentir raros. Ahora, aquello que “nos mantenía en eje”, y hacía las veces de columna vertebral de nuestra agenda diaria, se desdibuja frente al confinamiento. El “aislamiento social” pareciera ahora ser un fenómeno con vida propia que nos acecha con sus ojos grandes y saltones. Sin dudas, frente a los bemoles que trae una situación tan particular e impredecible como la de una pandemia, aparece una enorme oportunidad: la de resignificar el tiempo. Y aquí quisiera detenerme en el tiempo con nuestros niños. La palabra, el contacto físico y la mirada, se vuelven tesoros. Herramientas valiosas para el acercamiento, y el fortalecimiento de los lazos. El kit infalible para una crianza amorosa, para acompañar nuestros niños en su desarrollo. Ellos, son vulnerables a un entorno silencioso y poco empático. Ellos son muy permeables a lo que ofrece el mundo que los rodea. Y aquí es donde tendemos a caer en “las garras” de algo que si bien puede obrar como una herramienta valiosa, es proclive a salirse de nuestro control y puede volverse un gran interruptor de la comunicación efectiva: los recursos tecnológicos, “las pantallas” (Tablet, celular, TV, videojuegos,etc). La tecnología ocupa hoy en dia un lugar importante en la sociedad y suele ser un atractivo muy fuerte para la población pediátrica en estos tiempos. Y asi como sin dudas nos acerca a información valiosa y nos mantiene conectados, es un arma de doble filo ya que suele llevarse toda la atención disponible que tienen los niños, y con ello, la capacidad creativa, las potencialidades imaginativas propias de la niñez. Esto conlleva a que el juego (responsable indiscutido del aprendizaje, internalización del conocimiento y las emociones) pase a otro plano en donde el niño ocupa un rol pasivo, siendo espectador de los múltiples estímulos que le ofrece la pantalla, quedando privado de información importante para el neurodesarrollo proveniente de otros canales sensoriales que le ofrecen movimiento, y además su creatividad e imaginación, la resolución de problemas, la evocación de conceptos, la construcción de redes semánticas, la función pragmática del lenguaje, entre otras funciones ejecutivas, se ven apabulladas y posteriormente “adormecidas” por esta “invasión” de información. Asimismo, la sensación que la exposición a la tecnología produce en los niños, aumenta cada vez más el “umbral de placer”, requiriendo cada vez más tiempo de exposición para saciar su necesidad de “entretenimiento”. Y aquí llegamos a un punto en donde es oportuno preguntarse: ¿por qué creemos que un niño debe estar siempre “entretenido”? El “aburrimiento” es el ´punto de partida para poner a andar todas las habilidades con las que cuenta el ser humano para conocer el mundo. Es necesario estar frente a la sensación de incertidumbre para que aparezca la acción. Y allí entran en escena la observación, la exploración y la acción. Tanto en el juego en sí mismo como en la comunicación y el lenguaje. Y aquí no podemos dejar de lado que para que haya comunicación, debe haber un receptor. Un otro que ofrezca un entorno disponible, amoroso y comprometido. Alguien que haga sentir a ese niño, que el jugar es un excelente vehículo para comunicar, afianzar conocimiento, desplegar y decodificar emociones. Es momento de detenernos y mirar las escenas de nuestra cotidianeidad. Hagamos de la palabra un sostén y catalizador de emociones. Hagamos de la mirada, la mejor trinchera para permanecer juntos en el aquí y ahora. Pongamos atención en nuestros niños y aportemos un valor agregado al juego. Involucrémonos en sus propuestas lúdicas. Sembremos oportunidades de enriquecer el juego interactivo. De este modo, estaremos generando los cimientos necesarios para una comunicación efectiva y una capacidad cognitiva competente.

EL HUMOR Y LA PANDEMIA COVID-19

Los ciudadanos de Argentina, como de los demás países afectados por el Covid-19, comparten chistes y humor. En muchas ocasiones y en esta en particular, la comicidad provee estrategias de afrontamiento de condiciones internas y externas difíciles de atravesar, tornándolas aunque sea por un breve lapso, menos perturbadoras, temerarias y angustiantes.

Tanto Freud como Lacan, le han prestado particular atención a los fenómenos cómicos, humorísticos y chistosos. El interés Freudiano por el chiste aparece tempranamente en su obra, habiendo reparado en la llamativa similitud entre la estructura del sueño y la de estas ocurrencias graciosas, que comienzan como un juego para extraer placer del empleo de palabras y pensamientos. Para que el placer del chiste se produzca, es necesario comunicárselo a otro, y para que otro pueda reírse del mismo, se requiere cierto grado de complicidad respecto del contenido Además, es preciso que al oyente le resulte nuevo o inesperado.

El chiste es un proceso psíquico, de carácter efímero y sorpresivo, que se sirve de los mecanismos de condensación y desplazamiento, para producir una ganancia de placer. Lo específico de esta formación, es ser una manifestación de lo inconsciente y su fuente de placer se encuentra allí.

El humor, es una estrategia para ganar placer frente afectos penosos que lo dificultan. Funciona introduciéndose en el lugar del desarrollo de ese afecto y lo reemplaza con su carácter particularmente liberador frente a las circunstancias desfavorables.

Para Lacan la discontinuidad es la forma esencial en la que aparece el inconsciente. El sujeto se encuentra rebasado en lo que dice. El discurso al existir dentro de la rueda de las palabras, siempre dice más de lo que se quiere decir. “Freud muestra que el chiste tiene dos caras: la primera se relaciona con el ejercicio del significante y la ambigüedad fundamental del lenguaje, en donde se ve el carácter primitivo del significante con relación a la arbitrariedad del sentido.” La otra cara es la del inconsciente donde se encuentran las fórmulas generales presentes también en las otras formaciones del inconsciente: el síntoma, el sueño y los actos fallidos. La técnica del chiste descripta por Freud es la técnica del significante; es a través de las funciones de la metáfora y la metonimia que el enlace de los significantes genera sentido. El sujeto sorprende al Otro como lugar simbólico y es de allí que gana placer a pesar de que haya condiciones que lo dificultan.

El Coronavirus hostiga nuestras subjetividades, recursos simbólicos y proyectos, como así también, las respuestas del entorno social. Cada sujeto vive su particular realidad y padece su singular perplejidad ante la pandemia Covid-19. Vivimos tiempos agitados, detenidos, alterados, restrictivos que impactan en cada quien... Nada sencillo dejar en stand by la dimensión de la presencia corporal del otro, aceptar las modificaciones repentinas en nuestros modos de vincularnos, nuestros hábitos, desempeño social y laboral entre otras cuestiones. A medida que la ansiedad, la preocupación y el temor frente a las tasas de infección aumentan, también lo hacen los intentos de humor como un grito que expresa la realidad que nos toca vivir, “un grito” angustioso que busca ser escuchado.

Desde nuestro lugar de analistas no quedamos impotentes. La modalidad Vía Remota nos brinda el soporte para continuar la escucha de la singularidad del caso a caso tanto de quienes reciben dicho probable diagnóstico, de aquellos que demanden consultas psicológicas tanto como para el sostén de los tratamientos en curso.

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Referencias bibliográficas.
El chiste y su relación con lo inconsciente. Freud, S. Obras Completas Tomo VIII. Bs.As. Amorrortu editores.
El humor. En: Obras Completas Tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu editores.3 Lacan, J (1972-1973): “Seminario XX: Aún”, pág 14, Paidós edit, Bs As, 1997.
El Seminario de Jacques Lacan. Libro 5: Las formaciones del inconsciente. Editorial Paidós.
-El Seminario de Jacques Lacan. Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales de psicoanálisis.

Convivo

Cada encuentro analista-paciente renueva una práctica ancestral -en la que el propio psicoanálisis, más allá de su especificidad, se inscribe-: la reunión de cuerpos presentes, que laten, respiran, sienten y viven juntos, y se disponen a compartir una ceremonia de carácter íntimo y vital (con sus delicados ritos y reglas previamente establecidas).

Es sin duda un acontecimiento convivencial, o -como le gustaría llamarlo a Jorge Dubatti- “convivial” pensando en el acontecimiento teatral, como reunión de cuerpos vivos. Como éste, cada sesión produce un encuentro en el que se vive una experiencia de proximidad corporal y de intenso intercambio.

La comunicación no se ata a la palabra dicha o silenciada, desborda una cosa y la otra, y bordea lo inefable. Por eso se habla, porque el silencio no alcanza (y menos aún la palabra). Se abre una zona de experiencia a la que (en el espacio teatral) Artaud llamo “zona de contagio -o de delirio”. Ambas designaciones tambien son apropiadas para el encuentro analitico, aunque de un modo menos inquietante, Winnicott habló de una zona intermedia de ilusión…

La cuarentena -y el necesario confinamiento- ha producido una fuerte conmoción en este dispositivo basado en la cultura de los cuerpos vivos (instaurando lo que, invocando nuevamente a Dubatti, sería un avance de la cultura de lo “tecnovivo”, con propuestas tecnológicas muy útiles, siempre y cuando, no se las considere una plena sustitución del encuentro de los cuerpos vivos).

Creo entender que cuando mis colegas expresan la añoranza de volver a verse con familiares y amigos, para estrecharse en prolongados abrazos y caricias, también están incluyendo a sus pacientes...

La condición humana y la época

Bucearé entre dos posiciones en varios aspectos confrontadas, que llevan a distintas maneras de entender la vida, el pensar y el hacer en lo social y cultural. Una, incentiva una ética de tinte más humanitario y plural, aceptando y respetando la singularidad de cada quién. La otra, es de tono más corporativo e individualista. Estas distintas posiciones sufren un cambio histórico notable conmocionando aún más el malestar en la cultura en general y aumentando la brecha de desigualdades en lo social, conmoviendo la trama ética en la que nos encontramos. Y también abriendo perspectivas posibles en esta época pandémica para pensar el mundo de otra manera, evitando ser aplastados por el aturdimiento y la incertidumbre epocal, que, más que estimular, ametralla con un sinnúmero de propuestas que sedan las conciencias y los vínculos.

Hay, por un lado, una apuesta al rescate de la singularidad, a lo nuevo que puede surgir en un ser hablante, varón o mujer, a partir de aquello que lo marca desde su entorno, y así va construyendo su inconsciente, ética y estéticamente. Esto promueve un estímulo a la narrativa imbuida de metáfora, y a poder hacer con las diferencias en un sentido más plural. Es decir, aceptar la alteridad. Esa diferencia da la posibilidad de dialogar, intercambiar y hacerse presente a la vida con respeto y con el poder decir.

El progreso técnico masificante, motor del discurso capitalista, propone un sujeto cuantificable, predecible y, en este sentido, hostil a un lazo social más humanitario y amable. Esto acrecienta una insensibilidad por el semejante que no sea de la propia corporación, lo cual promueve un sentido de elitismo en la sociedad. Esta veta posmoderna incentiva para la mayoría, el consumismo adaptativo de bienes descartables, a cambio de una asfixia en la libertad subjetiva; asfixia que invade los canales educativos y culturales.

Hoy, como lo anticipó Lacan, y también vaticinó Freud más que el incentivo a soñar, comanda el incentivo a dormir. Hoy se tiende a obturar la causa deseante con el consumismo, con la mercantilización de la vida. Esto promueve un declive de la autoridad paterna, lo cual va en consonancia con el crecimiento del autoritarismo y sus arbitrariedades. Respecto a la deshumanización ha devenido como cruel síntoma social, la identificación de muchos seres humanos con el desecho, con lo que se descarta.

Freud propone una manera de apostar a la existencia en la medida en que pulsiones de vida y muerte funcionen en una entremezcla coordinada en el juego significante (Si hay desmezcla: la vida deja de ser vida y la muerte es muerte). Esto supone un trabajo de inventiva, de imaginación y de vínculos.

Tal vez en ello esté la posibilidad de sustentabilidad de la vida en nuestro planeta y en una interacción social que respete al otro como semejante, más allá de las directivas de poderes no inclusivos y no comunitarios.

La incertidumbre generalizada

La pandemia que estamos atravesando ha introducido, no solo en el funcionamiento habitual de nuestras vidas sino en nuestra propia práctica, una discontinuidad real que nos convoca, en diferentes ámbitos, a una elaboración colectiva.

Las pantallas han tomado un protagonismo inédito. Como herramienta, y esperemos que no por mucho tiempo, dependemos actualmente de ellas.

Desde que comenzó esta experiencia se han suscitado todo tipo de interpretaciones.

Desde la ciencia, la sociología, la filosofía se han tratado de interpretar este fenómeno pero siempre desde los saberes preestablecidos. Intentos de dar sentido a lo que no tiene sentido.

Eso nos va dando una idea cabal de lo que significa lo real en Psicoanálisis. Cuando no sabemos qué hacer estemos seguros de estar frente a lo Real. Eso será una experiencia individual, uno por uno y con variedad de respuestas. Por eso es si ley, singular, no entra en ningún universal.

Diferente al real científico, en este caso biológico, dócil a la ley, donde en un laboratorio, unos señores con microscopio van a ver si encuentran o no la ley del funcionamiento de este virus a través de una vacuna.

Los colegas que trabajan con la urgencia dicen que es un momento de urgencia, los colegas que trabajan con el trauma dicen que estamos todos traumatizados, pero creo que mas allá de la urgencia y el trauma, que indudablemente se puede encontrar en algunos casos, atravesamos un momento de una notable incertidumbre que nos acecha, coronado por una atmósfera de angustia que se despliega a partir de la experiencia de que no hay Otro que nos brinde la mas mínima garantía respecto de nuestro futuro.

Claro está que ello hace florecer fantasmas individuales y colectivos por doquier, dando cuenta de un real sin ley propio del parletre.

Estamos ante la mayor expresión de la falta de garantías, la máxima inconsistencia frente a esta contingencia que llegó para hacer un cortocircuito –no en los vínculos sociales en sí- sino en el modo de vivir los vínculos sociales, de experimentarlos.

Esta época, donde la subjetividad atraviesa una “incertidumbre generalizada” pienso que finalizará en parte cuando se descubra la vacuna contra el COVID 19. Pero nuevas incertidumbres permanecerán dado que la civilización ha dejado atrás el reino del Nombre del Padre del cual solo ha quedado su cicatriz.

Para el “ser hablante” se trata de ese real de cada uno, que no puede contabilizarse, que no encuentra gráficos, curvas probabilísticas o números para representarse. Un real que se presenta en todas las respuestas absolutamente diversas y deferentes, y con resultados sintomáticos singulares con las que el mencionado ser hablante, responde a este real sin ley.

Escuchar esas variedades, dando lugar al síntoma de los que nos consultan, nos brindará una orientación en esta nebulosa contemporánea.